21 noviembre, 2024

A Margarita Debayle

Ya hemos hablado de Rubén Darío. Ahora quiero presentar una poesía de él que es un tierno cuento infantil, que vale la pena recordar.

Margarita Debayle Sacasa de Pallais, nació el 4 de julio de 1900 en León, Nicaragua. Fue hija del Dr. Louis Henri Debayle, conocido como “el Sabio Debayle”, un importante Médico nicaragüense que estudió en París, Francia, y regresó a Nicaragua con una máquina de Rayos X, que lo ayudó a dar diagnósticos certeros que le valieron su apodo. Su madre, Doña Casimira Sacasa Sacasa de Debayle fue hija del Presidente de Nicaragua en esa época, Roberto Sacasa y Sarría y hermana del posterior Presidente, Juan Bautista Sacasa y ligada por lazos familiares con la mayoría de las familias de rancia aristocracia de León, la segunda Ciudad más importante de Nicaragua.

El Doctor Debayle fue el Médico de cabecera de Rubén Darío y en 1906 fue invitado a la casa de verano de la familia Debayle Sacasa en la paradisíaca Isla del Cordón. Fue allí, en una tarde, cerca de la playa, que sentado en una roca, Darío escribió esta hermosa poesía a la entonces niña Margarita, quien le había pedido que le escribiera un cuento en verso.

Para los interesados en política, vale la pena comentar que ella y su hermana mayor, Salvadora, fueron enviadas luego a estudiar a Bélgica, de donde, en 1914, al estallar la primera guerra mundial, pasaron a Londres y luego a Philadelphia, USA, donde estudiaron en el Beechwood School, en Jenkintown, donde su hermana Salvadora fue cortejada por el posteriormente Presidente y fundador de la dinastía Somoza, Anastasio Somoza García, quien se convirtió en su primer y único marido. Margarita a su vez, casó con su pariente Noel Ernesto Pallais y vivió la mayor parte de su vida en Nicaragua, hasta un mes antes del triunfo de la revolución sandinista que expulsó del poder a su sobrino Anastasio Somoza Debayle. Margarita vivió luego un tiempo en Miami y después se mudó a Lima, donde murió el 19 de diciembre de 1983.

En Mayo de 2010 sus cenizas fueron depositadas en la Catedral de León, Nicaragua cerca de la tumba de Rubén Darío y las de sus padres.

Pero disfrutemos de este precioso cuento infantil.

A MARGARITA DEBAYLE
Rubén Darío

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.

Un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?”

La princesa no mentía,
y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.”

Y el rey clama: “¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”

Y dice ella: “No hubo intento:
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.”

Y el papá dice enojado:
“Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.”

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el buen Jesús.

Y así dice: “En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.”

La princesa está bella,
pues ya tiene el prendedor,
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento

Ya que lejos de mí vas a estar
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar un cuento.

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