Muchas veces son los buenos, los voceros del mal, y con su actuación, en vez de hacer bien, hacen mal. Cuando se quiere ser juez, el orgullo y la vanidad hacen presa de uno, y uno hace, en forma idiota, el papel de difusor del mal, al crear en una persona ajena al problema, la curiosidad sobre el tema.
He visto con pena cómo amigos muy queridos se dejan engañar por perversos que largan mentiras, abusando de la libertad de expresión que brindan el Internet y las cadenas sociales y telefónicas, y que inventan patrañas como el de la película “El Cuerpo de Cristo”, que no ha existido, ni ha sido jamás ni siquiera imaginada, a menos que sea por la mente torcida del autor de esa cadena.
La persona que, con la excusa de recibir esa cadena, la reenvía, no está haciendo más que el papel de tonto útil al que la inició, pues todos los que la reciben, se indignan con este tipo de cadenas, la consideran un crimen contra su religión y de muy buena fe, advierten a las personas amigas que no la lean. Desafortunadamente, hay un grupo minoritario, muy minoritario por cierto, que puede dudar de que lo que se cuenta en ese tipo de cadenas, pueda tener algo de verdad y puede quedarse con dudas sobre su religión. Estas personas pueden ser dañadas por este tipo de mensajes y la persona que lo reenvió, puede ser culpable, sin saberlo, de un gran mal a un amigo.
Muchas de las cadenas que se pasan por celulares o por internet, pidiendo ayuda para tal o cual persona, que envían fotos de personas desaparecidas o que piden medicinas, y todas las que indican que si reenvías ese mensaje tal compañía va a dar tanto a ese necesitado, son totalmente falsas, lo mismo que las que te pasan indicando que si no haces tal cosa con tu celular o con tu correo, lo vas a perder. Personalmente, en pocas ocasiones, cuando he recibido un mensaje solicitando ayuda con medicinas, he llamado a los números para averiguar si es verdad y me he topado con que ese número no existe.
No hay nada que haga más daño que el pasar estos correos que terminan siendo dañinos, aparte de congestionar las redes.
Muchas veces es menos peligroso y mucho más elocuente el silencio, que el regar un chisme que recibimos y que no está bien documentado de donde viene y su veracidad.