Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto
irse alejando mientras muere el díaEmprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar no descubierto
por ningún navegante todavía.Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas.Y que al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo,
le tentarán las últimas sirenas.
Es así como me siento, agotado y con la angustia de encontrar un pedazo de ese paraíso perdido o no encontrado todavía. Se acaba el ciclo de la vida y aún tenemos ganas y algo de fuerza, como para crear esa ficción de la que nos habla nuestro poeta. Emoción vesperal es la que se siente al hacer e último rezo del día, cuando frente a Dios aceptamos que nada comprendemos y que la única salida es refugiarnos en su misterio.
Pero el agotamiento nos motiva, no a echarnos en la mecedora a contemplar paisajes tan repetitivos, sino a impulsarnos a una nueva aventura buscando los piélagos ignotos, aun sabiendo que el cortejo de las penas seguirán acompañándolo a uno.
Mi primer otoño lo pasé en Madrid. No había saboreado la potencia que tiene aquello de vivificarse en cada una de las cuatro estaciones del año. Los que vimos en zonas ecuatoriales tenemos otra perspectiva porque el sol o su luz al menos nos acompañan casi por igual el año completo. Quizás por ello es que somos tan poco previsores y tomamos las cosas más a la ligera. Y así nace mi deseo irrefrenable de retroceder en el tiempo, y con una mochila de recuerdos en las sienes y una pequeña maleta en mano con mínimo ropero, recorrer paso a paso aquellos tiempos, a sabiendas que mis piernas difícilmente soportarán semejantes caminatas de becario muy ajustado en dinero pero mirando altivo y desafiante el futuro. Total que ese futuro, llegó y se está deslizando hacia el desagüe.
Luego de publicar mis memorias en ese libro que titulé ¡Valió la pena? y que culmina con una despedida bastante luctuosa, me llegó la buena o mala suerte de seguir viviendo a lo que yo supuse era una obra póstuma. Y así convulsionado decidí embarcarme partir sin horario ni metas ciertas. Pedí a mi familia que me dejen solo, y sin duda que viajar sin compañía es algo que no lo hago hace casi cuatro décadas. Mi salud no lo permite ya que siempre me acompañaron las emergencias. No crean que me largo. Muy posible que regresaré apenas me sature y se me quiten las ganas de ser nuevamente aventurero y plenamente irresponsable. Calculo que unas cuantas semanas de deambular y perderme por esas calles y lugares que tanto me marcaron, serán las suficientes como para tomar decisiones impredecibles. Espero que así lo sea, aunque estoy seguro que está abierta la posibilidad para que se abran nuevos paisajes y haga un giro de cien grados a lo que me resta de vida, porque si no lo hago no será vida lo que me queda, sino solamente una sala de espera.
Estoy saturado de la asfixia política adornada de mentiras y maquillajes. Me angustia la prepotencia omnipotente de Correa y su desprecio hacia quien no lo venera. Me fastidia la mediocridad repetitiva en ese afán de los nuevos ricos que creen que el precio del petróleo sostendrá irrealidades y subsidios. Me indignan los ricos de siempre por ser cobardes para asumir las responsabilidades que son la contrapartida de esa riqueza. Me soliviantan los pobres convertidos en pedigüeños sin arrojo y felices de que el pedazo de pan llegue día a día, sin emprender un lucha por aceptar con dignidad sus circunstancias y en base de eso encontrar la pujanza que es lo que le da sentido a la vida. Estoy saturado de mí mismo y de merodear como bloguero o twittero bajo la comodidad que nos otorga la electrónica. Mi biografía ya pública me desvistió el alma y me obliga no a huir, sino a lanzarme a buscar nuevos ayeres, las energías vitales y las alegría de ser irresponsable durante el resto de mis días.
Quien me dio esta nueva perspectiva, o le dio el empuje final al menos, fue José María León quien en su hermosa presentación de ¡Valió la pena? no respondió a la media pregunta que implica el título seleccionado para narrar mi biografía, como lo suelen afirmar muchos que me alientan con eso de que ¡SÍ VALIÓ LÁ PENA!. José María hizo una variante y dijo ¡SI VALE LA PENA!. Asi la historia cobró valor presente….
Pretendo ausentarme de este blog hasta que me recupere emocionalmente y tenga ganas. Pretendo dejar a mis amigos twitteros en un temporal silencio vacacional para que me extrañen conforme yo los extrañaré sin duda. Quizás envíe alguna reseña u ocurrencia de vez en cuando si me alcanzan las ganas. Me sumergiré en cafetines, librerías, calles y parques en este que he denominado el punto de partida para una posible novela que se llamaría MI ÚLTIMO OTOÑO. Ojalá la engendre antes del frío invierno.
No me despido. Solo trasmito estos pensamientos porque me ayudan a fabricar estas vacaciones de un jubilado que ya no siente diferencias entre lunes y viernes, febrero o noviembres. Me refugiaré en las estaciones de la vida para disfrutar sus diferencias. Hasta pronto.
estimado Henry, ya compré tu libro y por lo poco que lei- prologo- me encantó.tu estilo de redactar es muy alegre, concreto, conciso y vivificante.
te deseo lo mejor del mundo y no cambies
pues SI VALIO LA PENA.!!
Me parecen excelentes las reflexiones e íntimas revelaciones de Henry, respecto a sus actuales sentimientos, luego de tomar conciencia de que «sí… ¡ VALE la pena!» vivir, y no solamente haber vivido.-
Decision sabia, comprensible e interesante. Envidiable posicion la de poder hacer lo que se le antoja en el umbral de su vida. Buena suerte y que disfrute.
Le deseo que encuentre lo que busca Henry Raad, me parece una acertada desicion, ojala nos permita compartir alguna cronica desde retiro voluntario.
¡Bien! Un nuevo buen ejemplo.
¿Cómo consigo ¡Valió la pena?
Me interesa la causa del descenlace que hoy expones.
Saludos y bendiciones.
Nicolás
….genial y honesta desicion…
….mi respeto y una buena cantidad de buenos
….augurios….
….lo volveremos a leer y seguiremos apreciando
….sus mensajes…
….Vaya con Dios….!
Recordar es volver a vivir persiguiendo esos efimeros fantasmas que se esfuman con la realidad del presente.
Como dijo Agatha Christie, hay que dejar esos recuerdos en su momento porque el volver a recuperalos, siempre achican su grandeza.
Que esas nuevas aventuras cierren con un broche de oro ese ULTIMO OTOÑO.
Gracias por compartir todas esas vivencias con honestas, transparentes e ilustrativas palabras. Buen viaje.
buen viento y buena mar
Una pluma como la suya, no se la abandona de repente ni para siempre. Laborioso es su pensamiento; su corazón, cívico y su alma transparente.
Ya tendremos oportunidad, seguramente, de seguir nutriendo el intelecto con su valioso aporte literario, poético, reflexivo y político.
Cordialmente,
Suerte Henry en este nuevo lance de osadìa
Que la protección lo acompañen en esta nueva aventura. Comparta alguna vez una anécdota del exilio buscado.
Parabienes
B.Pino
Cuando se ha cubierto varias etapas de la vida, nos queda la sabia reflexión de si hicimos bien lo que los años nos deparó. Si las circuntancias permitieron buenas o malas acciones sòlo quienes nos acompañen en el viaje final serán nuestros implacables jueces.
Suerte don Henry, sus comentarios siempre harán falta ante tanta mediocridad.
F. Medina M.
Le propongo una nueva lucha Henry, no sé que opina, dividamos Guayaquil en partes manejables, apliquemos casa adentro la descentralización para después hablar de autonomías. Después de leer su biografía y ver que tipo de personalidad posee, sé que al menos lo pensará