La regla de oro para atreverse a aconsejar en un caso de separación entre dos personas, sobre todo si hay hijos de por medio, es: Si no lo puedes solucionar uniéndolos, no te metas. Darle la razón a la persona herida o a la que ya no quiere seguir, es destruir un hogar.
Pocas mujeres he conocido con una inteligencia emocional tan grande como mi madre. En las situaciones difíciles de mi matrimonio, en las cuales yo estaba seguro de tener la razón, siempre se ponía 100% del lado de mi esposa, no dejándome escape y eso me aseguró la felicidad de conservar mi hogar “hasta que la muerte los separe”.
Por otro lado, quien aconseja a una persona que tome en cuenta su orgullo, que no puede ser pisoteada en esa forma, que debe buscar la estabilidad de su relación y abandonar al otro por una falta o infidelidad, es alguien que considera que el matrimonio no tiene ningún valor, cuando el matrimonio debe ser la base de la sociedad.
Dejarse llevar por las sensaciones, por los sentimientos, por los sentidos, viendo una hermosa persona que pasa, sintiendo al bailar un cuerpo agradable entre los brazos, oyendo junto a alguien una canción romántica, mueve a cualquiera hacia la búsqueda de algo más. ¡Somos humanos! Por eso es preferible evitar las oportunidades. Comprendo a Amado Nervo cuando dice: “Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza! / ¡Qué rubios cabellos de trigo gazul! / ¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza! / ¡Qué porte! ¡Qué formas bajo el fino tul! / Pasó con su madre, volvió la cabeza / me clavó muy hondo su mirada azul. / ¡Quedé como en éxtasis! Con febril premura / ¡Síguela! Gritaron cuerpo y alma al par. / Pero tuve miedo de amar con locura, / de abrir mis heridas que suelen sangrar / y no obstante toda mi sed de ternura, / cerrando los ojos, ¡la dejé pasar!”
Es muy difícil que un hombre o una mujer, en cuyo hogar ya el amor se ha vuelto una rutina, ya sea por los problemas de los hijos, de la escuela, el cansancio del trabajo o de la casa, uno de ellos encuentre en el camino, en su trabajo, en el sitio al que asiste por algún motivo, a una persona con la que conversa y siente que se la comprende, que hay empatía en los oídos que la escuchan y no se sienta atraído hacia esa persona. Muchas veces esas personas, cuando tienen respeto por sus hogares, pueden por miedo rechazar un acto simple de cariño, por dar a entender que no sienten nada.
El ser humano es un ser rico en sentimientos y eso lo hace maravilloso. No es sólo la atracción física lo que une a las parejas. Es muy importante dominar ese animal que llevamos por dentro, que nos lleva a hombres y mujeres a la simple atracción física, sentimental o espiritual. El ser humano puede y debe dominar sus instintos. Debe comprender que por encima de sus gustos y deseos debe prevalecer su alma, su espíritu. Si ya formaste un hogar, defiéndelo y respétalo. No des oídos a la gente que te aconseja que vayas por el atajo de la separación o del divorcio. No destruyas el alma de tus hijos. Recuerda que fuimos creados para amar, no para odiar.