21 noviembre, 2024

Estreno como columnista

En mi estreno como columnista de este medio de comunicación me acerco a vosotros para invitaros a realizar un viaje que os prometo será breve en el tiempo, pues soy consciente de que estamos todos muy ocupados y os preguntaréis, ¿hacia dónde nos dirigimos?, ¿qué medio de transporte será capaz de albergar tanto personaje junto?, a lo que gustosamente responderé sabiendo que tanta gente me está leyendo y es muy sencillo, con algo que todos disponemos, con la imaginación, que nos permitirá por un lado dar descanso durante un ratito a los pensamientos y sentimientos que diariamente nos invaden y por otro lado, adentrarnos en ese mundo que sólo conocen los estudiosos del tema, los cosmólogos, pues sí, mis queridas amigas y amigos, estamos en el universo y nuestro guía y experto en la materia nos dice que tan solo nos puede enseñar el 4% del mismo, que es la parte que se corresponde con la materia ordinaria, dentro de la cual están las estrellas y que el resto, lo desconocido, lo forman materia y energía oscura.

Cualquiera que no haya realizado el viaje, para los que no me están leyendo, pensará que no merecerá la pena llegar a un lugar del que sólo te van a enseñar una mínima parte, pero vosotras y vosotros, los que sí hemos viajado, hemos comprendido, porque el guía así nos lo ha explicado, que todos formamos parte de ese universo, de lo que ya se conoce y de lo que aún falta por conocer. Y si es así, me atrevo a reflexionar que quizá en esa materia oscura estén distribuidas las partículas del mal, aquellas que conducen a tanta desigualdad social en el mundo y que esa energía oscura explique tanta agresividad descontrolada.

No sé si alguno de vosotros quiere preguntarle algo al guía, yo sí, quisiera saber si queda mucho tiempo por conocer de qué está compuesta la materia y la energía oscura. No sé, me resulta agradable imaginar que entonces, cuando llegue ese momento, tendremos mejor conocimiento de nosotros y quizá ya no haga falta viajar tan lejos.

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In Memoriam

Una forma de honrar los valores ancestrales que queremos preservar en nuestra ciudad, es recordar a quiénes los practicaron a lo largo de su vida. Hoy lo hacemos recordando precisamente a un amigo que hizo de ésos valores su bandera.

Dicen las Sagradas Escrituras en el Libro del Eclesiastés, que “más importante es el día en que se muere que el día en que se nace”. Así debe ser puesto que es el día en que somos llamados, como nos enseña una parábola del Evangelio, a rendir cuenta sobre qué hemos hecho con los denarios que se nos entregaron al nacer. Hace un año, hoy exactamente, le tocó presentarse ante el Señor, a uno de los amigos más inolvidables e irremplazables que la vida nos concedió a varios guayaquileños y es un honroso deber el enaltecer su memoria.

A Pablo Arosemena Arosemena, nuestro querido Pabucho, le fueron concedidos muchos denarios, quizás incluso más de lo que muchos imaginamos, y él, honrando la memoria de sus nobles ancestros, hizo fructificar esos denarios y devolvió muchos, muchísimos más. Sin embargo, los denarios que Pabucho recibió y devolvió no fueron de naturaleza material, no fueron riquezas terrenales, en su caso más bien fueron todos de naturaleza espiritual. Fueron valores éticos y morales y sobre todo amor, mucho amor.

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