Seguro estoy que no me equivocaría si pretendo decir que prácticamente nuestro equipo Barcelona es como la cedula de ciudadanía de la mayoría de los ecuatorianos.
Tampoco creo equivocarme si manifiesto que esa noble y trascendental institución es un sentimiento fuerte, anidado en nuestros corazones, cuya alma guayaca ha traspasado linderos al interior de nuestra patria y ha logrado robarse, literalmente hablando, el amor de hombres, mujeres y niños, cholos, montubios, serranos, negros, blancos, mestizos, pobres y ricos de nuestra noble nación.
Hablar entonces de Barcelona, es como hablar de todo un país. Y así por el estilo, faltaría siempre tinta y papel para expresar lo grandioso de un equipo que nos hace vibrar desde nuestra médula.
Siempre recuerdo aquel hermoso, pero representativo cuentecito de los dos borrachitos, cuando el uno le dice al otro: “Compadre…se murió Julio Jaramillo…..Y ahora solo nos queda Barcelona”.
Manifestar nuestro amor por algo que llevamos muy dentro es algo que, de pronto, solo puedes sentirlo y que incluso a veces ni siquiera puedes expresarlo.
Al menos así lo interpreto desde que tuve uso de la razón, así me lo enseñaron mis padres, mis familiares y mis amigos de tantas hermosas jornadas deportivas. Así me cultivé en al ámbito deportivo. Así crecí, y así he de morir.
Es que expresar tu amor por una institución deportiva es simplemente eso: Volcar tus más representativos y hermosos sentimientos, y luchar hasta quedar sin aliento por tu anhelo de ser un triunfador.
Es eso simplemente. No es entonces una actitud vandálica….., es una expresión de amor. No es una actitud innoble…., es una actitud de honor. No es ni debería ser una actitud delictiva, cruel y/o asesina…., sino más bien que debe siempre ser una actitud noble y digna, sensata y pacifica de todo aquel que se considere legítimo ser humano.
Quiero aprovechar este espacio para dirigirme a la lagartija, quien según las investigaciones policiales ha resultado ser el brazo ejecutor del asesinato de un joven que, seguramente como él, uno de sus hermosos sueños radicó en demostrar su amor por su equipo, y que según las noticias, su muerte deja en la orfandad a un niño que incluso aun no nace.
Segar una vida por una pasión deportiva, es algo que rebasa todo limite de entendimiento y que los expertos en siquiatría ya han etiquetado perfectamente bien el estado de paranoia de un asesino de esta naturaleza.
Entonces, el hecho de querer desbordar nuestras emociones es muy legítimo, aun desde la perspectiva del sano humor, pero jamás desde el vil y cobarde asesinato.
Lagartija: Te he visto por televisión, y me has causado mucha lástima, y nos es porque siendo contrario a nosotros los Barcelonistas, hayas tenido que usar cobardemente un arma para arrebatarle la vida a un joven como tú.
Siento lástima por ti porque, muy aparte de desgraciar a toda una familia, se que te van a quedar muchos años en prisión que, seguramente de nada servirán para encarrilar tus insanos instintos, sino que luego continuarás delinquiendo, y algún día caerás definitivamente, y tendrás que pagar ante el Supremo Juez todas tus estupideces.
Finalmente, quiero agregarte esta pequeña nota de sano humor:
¡Me han comentado que Dios es Barcelonista!
La verdad es que la violencia en los estadios y en las calles por motivo de partidos de fútbol, ya ha rebasado limites.
Usted lo dice todo, señor Ramirez, y yo quiero decir que a nosotros los padres nos corresponde educar mejor a nuestros hijos.
¡Por favor, alentemos a nuestros equipos, pero no nos matemos entre los propios hinchas!
Estimado Raúl: Te equivocas al sindicar a Lagartija como el autor de la muerte del hincha del Barcelona. Si se observa el reprise de un aficionado podemos observar claramente que la Policía Nacional utilizó sus armas para controlar el problema, pero no se solucionó, más bien se agravo al producirse una muerte. No se sabe a ciencia cierta pero algún Policía fue el culpable.