23 noviembre, 2024

Mi gato Harún

Por internet circula una cadena que establece que un signo inequívoco de
ser “gay” es preferir los gatos a los grandes perros. A mis 71 años ya he tenido
que visitar al urólogo innumerables veces por la próstata y soportar algunas
colonoscopías. Las he pasado con angustia, disgusto, tremendo malestar; no me
gustaron en absoluto, y he salido del consultorio sin pedirle una foto al doctor.

Así que no tengo empacho en manifestar que por mas de 10 años me acompaño
un gato Persa-Himalaya a quien bauticé Harún por Harún-al-Rashid “El Justo”,
quinto califa, de origen Persa, de la dinastía Abasí, quien participa en muchos de
los cuentos del primer libro que cayo en mis manos a eso de los 8 años, en una
versión no muy apta para menores: Las Mil y una Noches.

Quien diga que el gato es ingrato y no es fiel, no conoció a Harún. Al llegar
conduciendo a casa y estacionar el vehículo ya veía a Harún que me esperaba
subido sobre una mesa pegada a la ventana que da al garaje. Me acompañaba en
la subida a mí cuarto y ya no se desprendía de mi lado. En la noche se ubicaba

a dormir respetuosamente en la esquina opuesta a mis pies de la gran cama
especial ortopédica en la que duermo solo, por mis problemas de columna –otro
de los problemas de llegar a viejo.
.
Descubrí que si antes de la primera luna, un gato, de “coco-drilo” se quedaba solo
en “drilo”, no marca nunca más terreno, así que Harún era un caballero, aunque
egoístamente le impedí una función natural. Por el resto, le di una gran vida. Me
acompaño desde pequeño todos los fines de semana a mi refugio de Anconcito,
frente al mar con una mirada panorámica de toda la playa hasta Punta Carnero.
En verano se sentaba a mi lado, mirando las olas desde la altura, mientras
yo escribía mis seminarios de opera y de otras materias. En invierno también
veraneaba junto a nosotros. Se tornó romántico y religiosamente bajaba conmigo
a la playa y nos sentábamos en la arena a contemplar la caída del astro rey. Era la
admiración de los vecinos ver su peluda cola enhiesta paseando por la playa, eso
si alejado del mar.

Bondadoso, fiel, cariñoso. Me avisaron acá a Houston, donde tengo ya dos meses
por salud de mi esposa, que había muerto envenenado. Me dolió mucho, aunque
a mi edad ya es normal perder seres queridos, amigos, conocidos y compañeros
como Harún en manos de Maurtia, la fatídica Parca.

Debe estar en un paraíso especial, pero esta vez completo y rodeado de “huríes
gatunas”. Adiós y disfruta Harún, fiel compañero.

Artículos relacionados

Decisiones cambiadas

A veces tomamos ciertos caminos y nos damos cuenta a la mitad o antes quizá que no era el trayecto que queríamos hacer. A veces sucede que nos vamos dando cuenta que […]

No hay comentarios

  1. Es una de las notas más sentidas, genuinas y plenas de afecto que he leído en mucho tiempo. Harún fue, a no dudarlo un gran compañero, y comparto el sentimiento de que el vínculo entre los animales y las personas, particularmente quienes son sensibles y de mucha espiritualidad, puede generar profundas y sentidas emociones, unidas también a la ética particular que norma la relación entre el humano y un ser que, gato o perro, da lo que sabe dar: compañía fiel y lealtad – que es lamentablemente lo que muchas veces falta entre humanos.

  2. Que actitud elegíaca mas maravillosa.
    ¿Cuantos humanos no tendrán el privilegio que un «amigo» necesite expresar un recuerdo tan entrañable como este texto de Nicolás ,»Mi gato Harún»

  3. Que actitud elegíaca mas maravillosa.
    ¿Cuantos humanos no tendrán el privilegio que un «amigo» necesite expresar un recuerdo tan entrañable como este texto de Nicolás ,»Mi gato Harún»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×