22 noviembre, 2024

Mundo cuántico

En el día de hoy me animo a descender a lo más pequeño, ¡no!, no voy en busca de Alicia y su maravilloso país, mi precipitación es mucho más profunda, me voy a sumergir, aunque sólo sea por un instante, en el mundo cuántico, el de los átomos.

Siento curiosidad por conocer cómo ejercen los protones y sus inseparables electrones y en este preciso momento parece que reina la calma absoluta; aquí impera un secretismo total así que no puedo contaros en qué elemento químico me encuentro, pero sí puedo deciros que mientras los protones descansan plácidamente en su núcleo, los electrones giran dentro de sus órbitas respectivas y curiosamente ninguno fuera de ellas y eso que estoy buscando y no encuentro electrón alguno fuera de las órbitas, ¡vaya!, con la ilusión que me hacía pillar a alguno fuera de su puesto, pues no ha podido ser. ¡Vaya meneo!, ¡menuda convulsión!, he de sujetarme bien pues acabamos de chocar con otro objeto atómico y estamos recibiendo energía y contemplo cómo un electrón aprovecha esa energía para ascender de nivel, alejándose más del núcleo, pero no penséis que se coloca donde quiera, ¡noooo!, se sitúa en el siguiente nivel u órbita y aún le sobra algo de esa energía que como no es suficiente para ascender al siguiente nivel la libera en forma de luz o color, del rojo al violeta, qué hermosura, qué subidón. Yo resumiría lo que estoy observando con dos palabras: sabiduría y belleza; sabiduría por el orden, el equilibrio, la armonía, la serenidad y belleza por el colorido.

Pero lo bueno se acaba pronto y aunque me siento cautivada por este espectáculo natural que ya no percibo como pequeño, he de volver con mi gente, los seres humanos, a los que también siento curiosidad por conocer cómo actúan cuando les llega energía del exterior, cuando por ejemplo nos conceden un premio, nos hacemos famosos, somos nombrados con cargos de responsabilidad, nos llega dinero extra, y tantos otros ejemplos que de alguna manera u otra nos invitan a canalizar esa energía y cómo lo hacemos, ¿sabemos ocupar realmente la órbita que nos corresponde? Un favor sí que os pido y es que si nos encontramos no me preguntéis quién es más sabio el electrón o el ser humano.

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