21 noviembre, 2024

No alcanzo a entender…

El caretukismo como política de estado. Nos vendieron la idea de la inmaculada transparencia de los corazones ardientes y las manos limpias. Nos plantearon a las veedurías ciudadanas como la solución para moralizar al país y evitar la corrupción.

Los resultados no pueden ser más putrefactos: estamos en el puesto treinta dos en el Rankin mundial de los países más corruptos. Por donde quiera que se quiera ver, el gobierno tiene a la corrupción como una de las condiciones necesarias para la función pública.

Se ha llegado hasta la cínica protección de los que falsifican documentos y se inventan títulos académicos que no tienen.

La corrupción llega a tal nivel, que los organismos que deberían ser los que controlan esta lacra, se hacen los ciegos, sordos y mudos, siendo la parte permisiva de la bola de pus que se encierra en el sistema.

Hasta el día de hoy no existe una indagación fiscal en ninguno de los casos conocidos por la opinión pública.
La contraloría no ha intervenido en ninguno de los escándalos. Las veedurías fueron perseguidas hasta su descrédito y la judicialización, cuando se atrevieron a sindicar culpables en uno de los casos y sus integrantes tuvieron que fugar del país.

La función judicial no ha juzgado a nadie que haya estado involucrado en actos presumibles de corrupción. La asamblea no ha fiscalizado. Las instituciones que deberían ser las guardianas de la transparencia nacional, son los escudos de la impunidad nacional.

Con desidia lacerante se acepta en forma inaudita, las declaraciones de quien se refiere a la prensa libre como una función pública que debería ser del estado. Sostiene que es pública aporque es un bien común.

Con ese criterio, no deberían existir los supermercados ni los negocios de comidas, ya que la comida es un bien común y de uso público. También debería estatizar a los importadores que venden carros, ya que el transporte es un bien público y lo usamos todos. De igual manera debería estatizar a la iglesia católica o la evangélica y poner curas o pastores del estado, ya que la fe es un bien común de consumo público.

Para ahorrarnos tiempo, debería estatizar todo, ya que en una sociedad de seres humanos todo es público y común. Bajo estas taimadas palabras de un falso progresismo, se esconden las verdaderas intensiones de un autoritario solapado con ropaje democrático.

Los pensamientos totalitarios son las verdaderas ideas de quien por estrategia, primero lanza al ruedo sus intensiones nazistas y como nadie se conmociona mayormente a excepción de los afectados, a las pocas semanas las hace leyes con la complicidad de una función sumisa de alza manos.

Esto ya ha pasado. Los juicios a la prensa, la subida del bono etc.

Primero lanza el disparate y luego espera la reacción. Como no hay conmoción que ponga en peligro su estabilidad, este pensamiento violador de nuestros derechos, lo legítima con la complicidad de unos acéfalos que obedecen sin deliberar.

El mismo fraude electoral anticipado es una muestra del descaro legalizado que vaticina una relección anticipada. Ya nadie habla de las juntas intermedias que fueron descubiertas en la elección anterior. Nadie se acuerda de la falsificación de firmas que ocurrió hace pocos meses. Nadie está siquiera acusado por haberlo hecho y peor en la cárcel. Las autoridades que debieron ser las responsables de lo cometido, son las mismas que van a controlar que no haya fraude electoral.

Lo que no puedo entender es la indolencia de los ecuatorianos al permitir que estos ultrajes sucedan. ¿A donde está el espíritu aguerrido e indómito de los guayaquileños? Antes nadie nos podía tocar. Defendíamos con nuestras vidas el derecho a ser libérrimos, autónomos e independientes. El lema de Guayaquil independiente pasó a ser una palabrería obsoleta que nadie recuerda.

Ya lo probamos cuando permitimos que nos cercenen a la provincia. Antes en el país mandaban los ecuatorianos y en Guayaquil los guayaquileños. Hoy vemos impasiblemente como pisotean nuestros derechos. Con nuestro silencio cómplice somos coautores de la impunidad que rodea a los corruptos. Nadie reclama y la conducta ciudadana es que mientras a mi no me toque, no protesto para no tener problemas.

El guayaquileño madera de guerrero es un enunciado que avergüenza a nuestros próceres.

Ellos dieron su vida para dejarnos un legado que hoy por cobardía no sabemos honrar.

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  1. Miki, nadie dice nada sobre la muerte de Sergio Seminario. Quizás no haya leído. Me apena. Fue un hombre que luchó honestamente por el agro del Ecuador.
    Espero que estas líneas no las pongas en la columna, son sólamente para tí.
    Sergio era mi mundo, mi todo, mi ayuda moral, mi todo. Me quedé de un hilo atada a la tierra cuando me enteré que se había muerto. ¿Por qué en Ecuador no hay leyes que se tiene que esperar tantas horas para cremar a un cadáver? Yo creo que sí las hay. Todo fue tan rápido. ¿Influencias?…Ya no importa, Sergio no está aquí; pero al no estar aquí físicamente, yo lo siento cerca, muy cerca. Me apena no tener sus líneas diarias, sus inquietudes, compartirlas, igual que las mías. Miki, ésto que te digo no es para «Desde mi Trinchera». Para este diario digital es mi gran pregunta, por qué no le sacaron un artículo de lo valioso que era para la columna. Al menos a él le importaba muchísimo este diario digital.
    Por estar cerca de Navidad es que me da tanta nostalgia, lo extraño a morir. Fuimos uno. Nos adorábamos, pero está demás decir nuestro todo…no viene al caso, aunque ya te lo dije. Es un cuchillo que siento en el corazón. No tengo ilusión por la vida. Me dijo que me iba a esperar en nuestra estrella. Una estrella que la veo desde mi ventana y sé que ahí está Sergio esperándome. Ya no le tengo ni miedo ni nada a morir. Se fué Sergio para el mundo, pero no para mí. Siempre está en mi corazón. Mira todo lo que me he explayado, no fue ésa mi idea, pero como psicólogo que eres, me podrás comprender, no lo puedo decir a nadie. Mi razón de escribirte era el por qué no le hicieron una nota en su diario digital cuando se murió…Sus últimas letras fueron «Soledad y añoranza»
    Muchos respetos,
    Zaelia

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