No hay duda, la inteligencia es un don y cualidad personal. Todos la tenemos, no todos la desarrollamos. No se trata de una parte de nuestro ser, la racional o mental, sino de la totalidad. Entendemos inteligencia como la capacidad de ver dentro, intus/ legere, leer la realidad de las cosas en su profundidad. El hombre y mujer inteligente será aquel que sabe leer los signos de la vida que lo llevan a vivir en plenitud, que no anda de tumbo en tumbo sino que sabe ver más allá de las apariencias, discierne lo bueno de lo malo. El hombre o mujer inteligente tiene las condiciones para elegir bien los caminos correctos y hacer bien las cosas. El hacerlo, es la lucha de la educación de toda la vida, unir cabeza con corazón para que las manos sepan actuar. Es una aventura.
El último domingo del año, la Iglesia nos invita a rezar, pensar y cuidar las familias, festejando el día de la SAGRADA FAMILIA. Es curioso, es una fiesta que no entra en la sociedad civil, que solo festeja por separado, el día del padre, el día de la madre, el día del niño, da réditos y productividad comercial. Pero no sabemos el crecimiento espiritual y real de las personas. Todos sabemos que no habrá jóvenes inteligentes sin familias inteligentes. Ya que la verdadera inteligencia que hablamos es integral y solo se desarrolla en un cultivo, el del hogar o un buen ambiente que respete y fomente la libertad, los valores, la búsqueda de la verdad.
El pasaje que se nos entrega hoy en la liturgia de este día, es el del adolescente Jesús, perdido y hallado en el templo. (Lc 2: 41-52). Desconcierta la temprana libertad de Jesús que se desaparece a sus padres, desconcierta aún más la respuesta que le da a sus padres, cuando lo hayan en el templo después de tres días: “¿por qué me buscas? ¡No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi padre!”. Si bien la respuesta es religiosa en su fondo no lo es un su forma. El tono es el típico adolescente que desafía a sus padres. Aquí se nos presenta la humanidad de Jesús que debe aprender a manejar su libertad y encontrar su misión. Esto solo será producto de saber negociar inteligentemente los conflictos entre padres e hijos, y eso es lo que nos enseñan José y María, no se alteraron. José guardaba silencio, María meditaba en su corazón, pero se llevaron al joven quien vivió bajo su autoridad. Eso es ser padres inteligentes.
El éxito de un joven inteligente será gracias a una familia inteligente que sabe respetar y potenciar las búsquedas de realización de sus hijos para que sean felices, pero ante todo creen, en ellos, en Dios como fuente de vida y libertad, que saben que no están solos en esta misión, y sobre todo que saben meditar trascender los problemas de la vida, para hallar la voluntad de Dios en su cotidianidad.
PARA NO PERDERSE EN LA VIDA: recuerda, querido joven, querido hijo, estás equipado para tu vida. Tienes todo lo necesario para vivir/ tu propia aventura personal/ para ser tú mismo y realizar así tu sueño sobre ti.
Pero recuerda y escucha a tus seres queridos. Nosotros somos nosotros, y tú eres tú/ Nosotros no podemos imponerte nuestra vida/ ni impedirte vivir la tuya/ Puedes hacer lo que elijas/ En cualquier caso, no te vamos a proteger de las consecuencias de tu elección/ y nos vamos a reservar el derecho a protegernos nosotros mismos de los efectos de tu elección/
Y no olvides el decir a cualquiera cercano, lejano, sabio, necesitado, rico, pobre- esta dura y tierna verdad/ yo soy yo, tú eres tú/ Yo no estoy en la vida para llenar tus necesidades/ ni tú estás en la vida para llenar las mías/ Si por casualidad nos encontramos será hermoso/ si no, no podemos hacer nada. Porque te amamos, te respetamos.