Y llego el 2013 sin que el mundo se haya acabado, ¡en buena hora!, y es
que según muchos, la profecía maya sentenciaba “el fin del mundo” el 21 de
diciembre del 2012, pero lo que en realidad pronosticaban los mayas era el
cierre de un ciclo, “donde el odio y materialismo terminaría y con ello, el final
del miedo”, el fin de una era.
El 31 de diciembre no solo quemamos a políticos, “Don Burros”, personajes
del fútbol y la farándula que se incorporan en lid electoral, sino que también
quemamos lo peor del 2012, y dependiendo que tan malo fue el año, le
arrojamos camaretas, chispiadores, o hasta los famosos “tumbacasas”.
El 2012 fue un año caracterizado por su intenso movimiento en el ámbito
nacional e internacional con una ola de protestas y violencias alrededor del
mundo; Obama fue reelecto presidente de los Estados Unidos con un apretado
margen frente al candidato Republicano. En lo nacional el tema político y
electoral se robó como siempre las primeras planas, pero lo más importante es
todo lo que quedó pendiente, como La Ley de Aguas, la de Comunicación, la
de Tierras, el nuevo Código Penal y la necesaria fiscalización, que serán entre
otras, unas de las tantas tareas que tenga la nueva Asamblea.
En el 2013, año electoral, aspiramos lo de siempre: más respeto, menos
burros, más gente preparada que nos represente y que no falsifiquen títulos
académicos. Personalmente anhelo que la nueva Asamblea este integrada
mayoritariamente por mujeres, no solo por la tan ansiada paridad, sino porque
creo firmemente que el sexo femenino es el futuro de la nación que nos darán
leyes más justas que permitan abolir el enraizado machismo, para así poder
acabar con la discriminación, en especial a las mal llamadas “gorditas”, quienes
históricamente no solo que son buena gente, sino que además poseen una
gran inteligencia, y la mayoría son muy preparadas; no por nada ocupan a nivel
mundial cargos gerenciales y presidencias.
A mis amables lectores les sugiero que con pasión, busquemos en el nuevo
año las oportunidades que se ajusten a nuestra realidad, como lo hicieron los
nórdicos, dejando a un lado a los “tontos entusiastas”, como decía Stendhal,
que nos quieren arrastrar al laberinto de las tonterías. ¡Feliz año nuevo!