Este no es el diario de una motociclista, ni pretende serlo; pero podría ser un
ligero relato de lo que se aprecia rodando desde una moto.
El último fin de semana de enero, se llevo acabo el “Primer Paseo de
Integración Bikers”, en donde motociclistas de varios rincones del país
viajamos hasta la “paradisiaca” playa de Montañita, para disfrutar un momento
agradable entre amigos que comparten una misma afición: sentir la libertad.
Como felizmente éste no es un “Club de Toby” (solo de hombres), mi esposo
y yo tomamos nuestras Harleys y nos dirigirnos al encuentro con los demás
motociclistas. Al llegar, se divisaba una marea humana que con sus mejores
atuendos “motociclísticos”, estaban listos a emprender un viaje a menos de 100
km por hora, pues pese a que a muchos les gusta “correr”, el miedo a pasar
tres días en la cárcel nos impedía acelerar.
“Nos tomamos las calles”, podría ser una acertada expresión para describir 80
motos a lo largo de una carretera en excelente estado, que pese al diluvio nos
permitió disfrutar del hermoso paisaje que brinda la anteriormente conocida
Ruta del Sol que bordea al Océano Pacífico, hasta llegar a Montañita.
La colorida comuna es sin lugar a dudas un lugar único en su especie, que con
sus calles de tierra, ambiente bohemio, extensa playa y olas “surfeables”, hace
que propios, extranjeros y mochileros se enamoren de la relajada naturaleza,
haciendo de Montañita su hogar, viviendo de la artesanía y la exquisita
gastronomía local que va mas allá de los mariscos, pues se puede degustar
desde una pizza, pasando por filet mignon y terminar con el famoso shawarma.
En la tarde, más de 150 motociclistas nos dimos cita a la fiesta de integración
en el “Discobar Restaurant Recoleta” que como cortesía ofreció un refresco,
una hamburguesa y una bandana.
Al día siguiente el fijado retorno acompañados nuevamente del chaparrón.
La sana camaradería entre jóvenes de avanzada edad, hombres y mujeres (la
mayoría cónyuges), refleja que hay serenas diversiones que aún se pueden
disfrutar, lo que nos conduce a la innegable conclusión: una moto no es un lujo,
no es un deporte, no es una afición, es “un estilo de vida”.