Si entiendes felicidad por satisfacer necesidades, no has entendido mucho de lo que forja el carácter, lo que hace de ti un joven, hombre o mujer, verdaderamente hombre o mujer: Ser persona. Sin embargo, si descuidas tus necesidades verdaderas no encontrarás satisfacción, bienestar ni realización. Estas no se reducen a meros cumplimientos de metas y objetivos, pero si no los consigues puedes andar a la deriva, sin horizonte, sin proyectos sin tensiones. Lo que hace de muchos jóvenes, marionetas del consumo, de la moda o de la manipulación ideológica, por no saber lo que quieren, por no distinguir lo que necesitan.
Es claro, que el cumplimiento de metas, como la satisfacción de necesidades, están relacionadas con la felicidad, son componentes fundamentales de la motivación, mueven a la acción, dan dirección e imprimen energía a nuestra conducta, conforman nuestro modo de vivir el mundo. Nuestro problema estará en saber alcanzar el bienestar si logramos satisfacer nuestras necesidades. O vivir insatisfechos si no logramos alcanzarlos. Bienestar o malestar dependerá de las necesidades alcanzadas o no. Urge tener claridad del tipo de necesidad que debemos alcanzar para tener claridad de las verdaderas metas y objetivos que nos realizan como personas.
La sicología humanista norteamericana con su capacidad de síntesis de varias corrientes, pragmatismo y fomento democrático, encabezado por Abraham Maslow nos ayudan a clasificar las necesidades para saberlas distinguir y priorizar: Existen las FISIOLÓGICAS (comida, bebida, sexo, vivienda, etc). NECESIDADES DE SEGURIDAD (protección, salud, orden), DE PERTENENCIA (afecto, amor, familia, amistad), de AUTOESTIMA (autonomía, habilidades, reconocimiento social, éxito, prestigio) de AUTOREALIZACIÓN (autocumplimiento, verdad, bondad, belleza, justicia, libertad).
A Maslow, propone como modelo a una persona, que habiendo satisfecho sus necesidades primarias (seguridad, respeto, amor, autoestima) se esfuerza por incorporar en su personalidad las llamadas necesidades de crecimiento o de autorealización, tales como la autonomía, la creatividad, emotividad, tolerancia, solidaridad, sinceridad. La felicidad, según Maslow, no se consigue renunciando a los deseos sino que, por el contrario, el bienestar crece al multiplicarlos. Los deseos necesarios que nos hacen personas, nos hacen crecer.
Algo parecido, nos enseñaba la sabiduría sobre el ser humano de Jesús de Nazaret, que en su pedagogía, forma de forjar el corazón, invitaba a que cada cual reflexione y saque lo mejor de sí, cómo le dijo al joven rico, que ya tenía satisfecho sus necesidades básicas y más que básicas, pero le faltaba algo más: “Jesús, lo miró con ternura y le dijo –una cosa te falta. DA TODO A LOS POBRES, Y SIGUEME-. El joven se fue triste….” (Mc. 10: 21). El narrador del evangelio da su causa de tan triste efecto, no seguir a Jesús: “porque tenía muchos bienes”. Lo que concuerda con Maslow, que el problema no es el deseo sino el APEGO y la CEGUERA de no ver la realización en la entrega y servicio, ver para otro lado: a lo mejor en la acumulación y avaricia, en le tener y no en el ser. Pero en especial, el no ver cara a cara a la ternura del Nazareno que invita a más y no a la mediocridad. ¿CUÁLES SON TUS NECESIDADES QUE TE SATISFACEN Y HACEN VERDADERAMENTE FELIZ, REALIZADO, SATISFECHO?