El Ecuador necesita, más que nunca, de unas FF.AA. profesionales y
estrictamente jerarquizadas, con alta disciplina, que en su cúpula estén los
mejores hombres, nombrados con apego estricto a leyes y reglamentos
militares.
La Constitución y leyes militares establecen que el Presidente tiene la
potestad de nombrar a los mandos militares (Jefe del Comando Conjunto y
Comandantes de Fuerzas) y firmar los decretos de ascenso a los generales;
aquí no debe haber espacio para los compadrazgos, amiguismos, ni
simpatías; peor de afinidad a los planes políticos del gobierno de turno; eso
sí, un Jefe de Estado tiene la responsabilidad de obligar a las FF.AA. y a
sus mandos, fidelidad a su misión claramente establecida en la Constitución
y que tienen que mantenerse totalmente alejadas del quehacer político.
Cada año, una promoción de Coroneles entra al proceso de calificación
para el ascenso; el mecanismo tiene dos partes; el primero es la revisión
de las calificaciones de toda la vida militar, grado por grado; luego la
parte subjetiva, que es calificada por el Consejo de Generales; quienes,
previo a un juramento entran a un cónclave secreto en donde sus miembros
discuten y califican a cada coronel. Este mecanismo ha sido cuestionado en
un sinnúmero de ocasiones, se ha dicho, que muchas veces el secretismo
da lugar a que la calificación quede al arbitrio de afectos y desafectos;
antipatías o simpatías de los calificadores.
En el mes de junio de 2012, tres coroneles de la promoción 78, fueron
declarados idóneos para su ascenso al grado de General de Brigada,
mientras que tres apelaron por sentirse perjudicados. Sin duda que la
calificación debe transparentarse y es legítima la apelación del afectado
a la instancia superior; lo censurable sería que en esa instancia exista
manipulación y se ascienda por presiones políticas, de esa manera el
remedio resultaría peor que la enfermedad. Seguramente para los mandos,
el dilatado proceso de reclamo de los tres coroneles se convirtió en un
quebradero de cabeza, según se conoce, el Consejo de Generales del
Ejército se “resistió a aceptar” la decisión del Consejo Supremo de las
Fuerzas Armadas y de la Ministra de Defensa, situación que obligó al
Comandante del Ejército a presentar su disponibilidad, antes del tiempo
para el cual fue nombrado; seguramente sintió menoscabada su autoridad y
por honor dimitió.
Resulta preocupante que el affaire del ascenso de los tres coroneles, al no
ser suficientemente aclarado, deje en mal predicamento a los mandos de las
FF.AA.
A propósito de este “impasse” en la cúpula militar, se le debe garantizar a
todo profesional digno que llegará a alcanzar todos los grados de su carrera
sólo por la vía del profesionalismo severo.
Difícilmente se administra bien lo que no se conoce
Bravo por el General Marco Vera Ríos. Su renuncia lo cubre de honor y de gloria. Nos ha demostrado que no es un muñeco de trapo, ni que esta pintado en la pared.
La manipulación politiquera es inocultable. Es obvio que lo que se esta tratando de hacer, es meter las manos en la entidad militar, con el propósito de formar una masa amorfa de soldaduchos afectos al régimen.
Hay que abrir bien los ojos, y dejar de lado la candidez. De aquí a que nuestros nobles soldados sean transformados en carne de cañón a favor del gobierno de turno, hay solo un paso. Los malos ejemplos que vienen de Cubazuela debería alertarlos.