21 noviembre, 2024

No más caudillos para Latinoamérica

El Estado es la coacción legítima y específica. Es la fuerza bruta legitimada
como “última ratio”, que mantiene el monopolio de la violencia.

Max Weber

Aunque Latinoamérica tiene un potencial incalculable para gobernar con estadistas,
la mayoría de sus mandatarios no han pasado de simples mediocridades y, en buen
porcentaje, alineados en el caudillismo… Caudillismo que ha proyectado su presencia
en simbiosis política con el propio Estado. Nadie, por ningún motivo, está sobre el
caudillo. Es el caudillo que está, por cualquier motivo, sobre todos. El Estado, incluso,
tenido, a la usanza liberal, como protector de la sociedad pasa a ser, por decisión y
funcionamiento estructural del caudillismo, protegido del caudillo. ¿Es que cómo ser
caudillo si no promociona para sí la doble significación de individuo y proyecto social?

En el Yo el Supremo del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos el detentador del
máximo poder político, asevera en forma terminante “Quiero gente de oro en polvo.
Quiero lo mejor de lo mejor al servicio de la patria…Tomé lo que hallé a mano…. Yo les
preguntaba: ¿Esta es tu casa? No, Señor esta casa es de todos. ¿Este perro es tuyo?
No, Señor, no tengo perro mío. ¿Al menos tu cuerpo, tu vida son tuyos? No, Señor los
llevo emprestados nomás hasta que nuestro Supremo Gobierno disponga de ellos…
Yo dije: Esta gente ha nacido de pie. Es la que necesito para poner de pie al país”.
Claro, la despersonalización de quienes integran la organización social es punto
clave para la manipulación del autoritarismo dogmático.

Mentira. Chantaje. Corrupción. Nada mejor para escalar a los niveles de las camarillas
del poder, y desde allí repartir las dádivas que aseguren su estadía permanente. Los
caudillismos, ahora más que antes, son populistas. El populismo deviene en dictadura,
que no es más que la imposición política discrecional… Promueve y vive en la violencia.
Violencia social que no reconoce derechos… Violencia ideológica con una sola vía
de reflexión jerárquica… Violencia de supervivencia al margen de toda justicia en
libertad…

¿Quién o qué controla al caudillo? Nada ni nadie. ¿Quién o qué ostenta algo de poder
fuera de su pensar y accionar? Nada ni nadie. ¿Quién o qué, sino es él, puede guiar
mejor al pueblo, con seguridad y sin equivocarse, a cumplir con sus metas de felicidad
y bienestar? Nada ni nadie… Es que el caudillo es el sumun del poder más allá del
bien y del mal!

Pero hoy Latinoamérica, en el siglo XXI, no necesita caudillos… Casi siempre
desesperados por ser ídolos. Sentirse endiosados, aplaudidos y venerados… Y no los
necesita ni vivos ni encriptados en grandes urnas de vidrio contra el tiempo… “Donde
existe el culto –decía Alexander Kron- el pensamiento científico se ve obligado a
retroceder frente a la fe ciega, el espíritu creador frente al dogma, la opinión pública
frente a la decisión arbitraria… El culto es incompatible con la crítica y la crítica, aun la
más sana, se convierte en herejía y en sacrilegio. El culto es antipopular en su propia
esencia: humilla al pueblo y obliga a considerar como un don venido del cielo lo que
ha sido pagado con la sangre y el sudor de todo el pueblo”. Latinoamérica, y esto
debe entenderse definitivamente, no necesita ya simuladores políticos disfrazados
de líderes, so pena de abismarse más en patologías ideológicas demenciales…”. Hoy
el siglo XXI requiere líderazgo de estadistas. ¿Estadistas? Personas serias. Capaces
de plantear y llevar adelante, honesta y racionalmente, políticas de Estado con
planificación de programas y proyectos, de bienestar socio económico, pero en un
contexto de libertad y justicia en plenitud…

Un liderazgo sinónimo de gente que proponga no que imponga. Es necesario, por fin,
la administración del poder político por negociación y consenso. Ahora está de más
hablar de derechos para obtener libertades. Más bien es tiempo de dejar libre la
libertad para que genere derechos!.

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No hay comentarios

  1. Excelente su artículo. Muy bueno.
    Me estaba preguntando cómo habrá hecho el chiíta extremista iranio, Mahmud Ahmadinejad para sobrepasar su asco, y abrazar a la madre de Chávez. A ellos les inculcan desde pequeños el odio y el desprecio hacia el sexo opuesto. Cálculo que también debe haber estado incómodo con el cadáver al lado. Un musulmán es enterrado casi inmediatamente. En esos países no hay velorios, ni se deja «endurecer» mucho el cadáver. Lo que hacen hacer los intereses políticos y económicos, es increíble.
    Volviendo a su tema. No, ni el Ecuador ni ningún país del mundo se merecen un espantapájaros narcisista. Los caudillos fomentan el atraso.
    El correísmo nos va a salir muy caro. Nos va a costar un par de décadas sacar al pueblo de la miseria que significa convertirlo en vago y pedigüeño. Es el caso actual de Venezuela y el de algunas generaciones cubanas.
    Un caudillo por esencia es vanidoso, engreído y enfermo de poder. Se cree el ombligo del mundo. Creen que la tierra dejará de dar vueltas si ellos desaparecen. Mire a Chávez, hasta el último minuto se las dio de mandatario, y sus áulicos tampoco dejarán descansar su alma, si acaso la tuvo. Se aprovecharán del muerto durante años, tal y como sucede con el Partido de los necrofilos peronistas
    La conclusión es que el caudillismo correísta nos ha hecho retroceder a los años setenta.

  2. Señor Arteaga: Felicitaciones por su análisis y comentario, comparto plenamente con Usted en que el mundo actual y por supuesto en América Latina y el Ecuador, no debe haber caudillos, sino verdadedros líderes democráticos, respetuosos y tolerantes con la opinión ajena, sin monopolizar los poderes del estado para imponer sus ideas y principios.

  3. Excelente su exposición, Sr. Arteaga; concuerdo plenamente con Usted. Qué será lo que necesitan los pueblos Latinoamericanos para abrir los ojos, y darse cuenta el daño que nos causan los caudillos, como Usted lo describe en su artículo?

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