Desde finales del siglo XV, partieron desde tierras europeas codiciosos
conquistadores en busca de ganar fama, mares, tierras y tesoros. Con el objetivo de
lograr su ambiciosa empresa, arrasaron a su paso no solamente con civilizaciones,
territorios y riquezas, sino también con la historia y futuro de las culturas en cuyo
territorio anclaron sus poderosas naves y marcharon sus ejércitos cargados de
voracidad, enfermedades y perversidad. Los conquistadores, como dice Eduardo
Galeano en su obra “Las venas abiertas de Latinoamérica”, practicaron con habilidad
política la técnica de la traición y de la intriga, destrezas que los asistieron con
enorme éxito al ejecutar su brutal embestida.
América, nacía entonces, sumida entre las peores pasiones y enfermedades
terrenales; las traídas desde Europa que sumadas a los odios y rivalidades entre las
tribus locales, doblegarían a nuestra América a su fatídica historia.
Cinco siglos han transcurrido desde que Europa sometió nuestra América, siendo
la fe católica, la más rescatable de las imposiciones que se hicieran desde el viejo
continente. Cinco siglos ha necesitado nuestra América hispana para devolverle a
Europa, desde sus coloniales entrañas, un humilde y sencillo Conquistador. Un Cid
que abanderando una batalla diferente, presenta con una noble visión a la pobreza,
la caridad y el servicio, como el único poder con que cuenta su venerable aventura.
Es que Francisco, no solamente ha desbordado esos cinco siglos de historia,
también ha roto dos mil años de tradiciones y mitos católicos, para humildemente
embarcarse en una misión de evolución y transformación de una de las más
antiguas instituciones terrenales; actualmente desacreditada con serios e
incómodos cuestionamientos, que han colocado a la iglesia católica en un estado de
debilitamiento sin parangones en su historia moderna.
Francisco el Conquistador, propone caminar junto a su fieles en una cruzada rica de
fe, con caridad, humildad, servicio y respeto al entorno en que vivimos, advirtiendo
la necesidad de que aquellos que ostentan posiciones de responsabilidad en el área
política, social y económica, dirijan sus acciones al servicio de los más pobres y se
conviertan en custodios de la creación.
Francisco, nuestro carismático y sencillo Conquistador americano, el ahora más
universal de los hombres que ha parido esta región del mundo, es un gran símbolo
del cambio, de la ruptura entre el pasado y el futuro, de la victoria de la sencillez,
del significado e importancia de servir, del triunfo de la humildad, caridad y de la
ternura sobre el odio, la soberbia y la envidia.
Francisco el Conquistador, ha asaltado con su sencillez a millones y millones de
corazones y voluntades alrededor del mundo. No le espera un camino fácil…oremos
para que con su carisma y humildad, Dios le permita que esos hostiles territorios,
simplemente sean menos difíciles de recorrer.
Seguramente el Sr. Domínguez se sentiría mucho más feliz si le Papa fuera de apellido indígena o cholo para así redimir a la América Latina de la historia triste que nos relata. El nuevo Papa, recuerde que es italiano nacido en Argentina y nada más, es decir es europeo.
Si la conquista española fue tan mala y un poco se salva la Iglesia Católica de tanta estupidez como nos dice el Sr. Domínguez, entonces comencemos después de quinientos años a maldecir a nuestros ancestros y toda nuestra historia, rebauticémonos, vivamos en chozas con arto trago y yaguarmishqui como pretenden los socios listos.
Presiento que Francisco dará un nuevo ciclo en la Iglesia católica, que ya estaba perdiendo adeptos en el mundo debido a que se había ocultado muchos errores que cometían los sacerdotes, dejando de lado los principios de Jesús: pobreza, igualdad y respeto. Bien por Francisco, que siga así y por mi parte volveré a creer en la Iglesia católica.