¿Qué imagen de hombre o mujer exitoso, feliz predomina en nuestra sociedad? ¿Qué imagen de
hombre o mujer manejas en tus actitudes y acciones concretas? PARA TI JOVEN: ¿Qué imagen
de hombre o mujer te estás forjando?
Un recorrido simple en las aventuras del pensamiento me han revelado una variedad de modelos
difíciles de sintetizar y de valorar, cada uno con consecuencias diferentes y preocupantes, en
algunos casos. Utilizo la palabra modelo, como dice Carlos G Valles, ” como el conjunto de ideas,
ecuaciones, gráficos, postulados y deducciones que describen en términos matemáticos una
situación del mundo físico, de los mercados financieros, de la conducta humana, o aun de la
reacción del cuerpo a un virus determinado y ayudan a prever de alguna manera el desarrollo de
ese sistema y a moverse en él con mayor facilidad”.
Ningún modelo es exacto, son solo aproximaciones a realidades concretas, pero su estudio facilita
enormemente la comprensión de los fenómenos de la vida, simplifica su expresión y hace avanzar
sus aplicaciones. Sin modelos no podemos funcionar. Y eso se aplica a modelos conceptuales de
Dios y del ser humano, pero no debemos confundir los planos. Necesitamos una referencia que
nos dé un marco de comprensión y de unión con los demás. Pues las culturas y razas son diversas
y plurales, pero el ser humano en su estructura y especificad es uno. El mismo, pero no lo mismo.
Platón definía al ser humano como animal eidetico, el ser de las ideas y de las formas. Lo complejo
de esto es que su realidad o forma está en otro mundo, el mundo de las ideas. Lo que hace al ser
humano un ser utópico, que vive por alcanzar lo inalcanzable, lo que hace comprender una
jerarquía social de hombres esclavos y libres, iluminados y oscuros en el conocimiento de la
verdad, bondad y belleza. Aristóteles, más pragmático, nos dice que el ser humano es animal
racional, lógico y político. Definiciones en distintos momentos y obras del autor. Lo que define al
ser humano es su capacidad de usar la razón y de comunicarse con los demás en especial con los
que viven en la polis, la ciudad, paradigma de civilización, en donde unos son regidos y otros rigen.
La racionalidad es una facultad que todos tienen pero que solo pocos la ponen en acto. Eso hace
aumentar la diferencia de sabios e ignorantes en una sociedad.
San Agustín, buscando comprender el misterio del mal, define al ser humano como pregunta para
sí mismo, el eterno insatisfecho que busca la paz y armonía en el Dios Creador y Salvador: “nos
hiciste para ti Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Santo Tomás de
Aquino definía al ser humano como aquel que es capaz de lo infinito y cuya realización plena
estará en la visión de Dios. Estas definiciones provienen del mundo de la fe y de una sociedad
teocrática que juzga desde sus criterios establecidos. Las pautas rescatables es que nos definen
como buscadores y con una finalidad en la vida.
La edad moderna rompe con estructuras fijas, universales y objetivas y nos hacen mirar hacia el
sujeto. Dudo, pienso, luego existo. “Soy lo que pienso”, decía René Descartes, padre de la filosofía
moderna. La verdad es relativa y solo tendrá correspondencia con mi subjetividad, nace el
idealismo pleno que llevará hacia el absolutismo y totalitarismo hegeliano, padre de las izquierdas.
Para llegar a comprensiones cada vez más parciales y relativas de la humanidad, como las que me
presenta todo el pragmatismo y sensismo inglés para comprender al ser humano como aquel que
siente, es sensible y por eso existe. Todo está permitido y solo tiene sentido lo que veo, lo que
percibo, lo que describo, lo que observo. Pasando por diferentes comprensiones como la de aquel
que el hombre naturalmente es bueno, la sociedad mala, o el hombre es lobo para el hombre.
Tanta variedad llevó a Federico Nietzche a definir al hombre como aquel que danza sobre el
abismo, como a Martin Heidegger, como ser para la muerte, lo único cierto.
La edad posmoderna me brinda otro modelo de comprensión del ser humano. Dejémonos de
grandes relatos y utopías y centrémonos en lo que nos gusta, nos embellece, me da placer y
seguridad. Así surge el “hombre light”, aquel que solo piensa en lo provisional, el presente y lo
provechoso. Esta miniatura de modelo hoy imperante surge después del hombre cansado que
produjo la sociedad industrial: el “homo faber”, el hombre fabrica, aquel que solo sirve cuando
produce, produce y produce. Y del “homo consumens”, aquel que encuentra sentido cuando
consume, consume. Quizás hoy lo que predomine es el “hombre cibernético”, aquel que no
encuentra diferencia entre lo virtual y lo real, que no maneja el tiempo del aquí y del ahora, pues se
entremezcla pasado presente y futuro, vive de lo fugaz, impersonal, instrumental. Naufraga sobre
el ciberespacio, reventado de información que no procesa sistemáticamente.
Hoy que hablamos de derechos humanos, de diversidad de géneros, debo preguntarme con
sinceridad: ¿Qué es lo que me hace ser auténtico, me da sentido y me hace feliz? El modelo de
Jesús de Nazaret, cuya vida, pasión, muerte y resurrección se me ofrece como una alternativa, me
da que pensar.
El ecce homo, el he aquí al hombre que me muestra Pilato después de juzgarlo, ultrajarlo,
coronarlo de espina y vestirlo de púrpura me señala al verdadero Señor de sí, aquel que sabe de
amor, fidelidad, ternura y esperanza, aquel que cree que todo hombre y toda mujer tiene otra
oportunidad, puede resurgir y orientar su vida en la realización plena de sus deseos y anhelos, en
la posibilidad de amar, de sentirse amado, pues se muestra un amor incondicional, que no
responde a la violencia brutal con violencia, sino que confía en aquel que no falla y sabe apostar
con su vida en un futuro mejor, es el modelo que surge en la Pascua de Resurrección. Jesús es el
modelo del Hombre Pascual. Yo puedo pasar de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz de la
fealdad a la belleza de la vida, de la tristeza profunda a la alegría verdadera porque me enseñó el
camino, me mostró su amor y me da siempre otra oportunidad, porque surge el hombre nuevo en
la noche pascual. Ecce homo. Felices Pascual de resurrección.
La existencia histórica del tal «Jeuscristo» es harto dudosa. Incluso hay pruebas de que no es más que otro de los tantos mitos que el hombre se ha inventado.