21 noviembre, 2024

Corea: Tambores de Guerra

Terminada la II Guerra Mundial, la península de Corea que había estado
en manos de los japoneses, a partir de 1945 es ocupada por las dos
principales potencias victoriosas, la URSS y EE.UU. teniendo como
línea divisoria el paralelo 38; la llamada guerra fría entre las potencias
citadas da lugar a la partición de Corea en dos estados: Corea del Norte,
eufemísticamente bautizada como República Popular Democrática
de Corea, de esta forma se inicia lo que sería una férrea dinastía
comunista dirigida por Kim Il Sung y Corea del Sur bajo un régimen pro-
norteamericano.

El 25 de junio de 1950, las tropas de Kim Il Sung atraviesan el paralelo 38,
atacan y avanzan arrolladoramente hacia el sur. La reacción norteamericana
fue inmediata, pidió la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU
y consiguió un mandato para que tropas multinacionales de la ONU, en
la práctica el ejército norteamericano al mando del General MacArthur,
inicien una contraofensiva.

Fueron casi tres años de intensos y sangrientos combates de ataques y
retrocesos teniendo como referencia el paralelo 38; Corea del Norte tuvo
el apoyo de tropas de China y el soporte militar soviético. Corea del
Sur, bajo la bandera de las ONU, combatieron tropas Norteamericanas y
contingentes de 19 países.

En enero de 1953, el General Eisenhower asume la presidencia de EE.UU.
en marzo muere Stalin y las nuevas autoridades soviéticas inician un
cambio en su política internacional. El 27 de julio de 1953 se firma el
armisticio de Panmuinjom que pone fin a la guerra, quedando el paralelo
38 como la línea de separación entre las dos Coreas, es decir, la misma
situación que existía antes de la guerra.

En 1948 asume el poder Kim Il Sung, durante su larga dictadura, consolida
su poder con el apoyo de un poderoso ejército que lo controla directamente;
a su muerte en 1994 asume el poder su hijo Kim Jong-il y continúa
gobernando con mano de hierro; pese a las terribles hambrunas que soporta
su pueblo, mantiene una maquinaria bélica impresionante y continúa con
una peligrosa carrera atómica; muere en diciembre de 2011 y asume el
poder su joven hijo Kim Jong-un apoyado por la vieja camarilla militar.

La carrera armamentista continúa con los lanzamientos de cohetes de largo
alcance en abril y diciembre del año pasado y ha continuado con pruebas
atómicas el pasado 12 de febrero, el Consejo de Seguridad de la ONU
ha condenado estas acciones, al considerar que violan las resoluciones
que prohíben a Corea del Norte desarrollar y usar tecnología nuclear y de
misiles balísticos.

Por otra parte, EE.UU. en días pasados ha realizado maniobras militares
conjuntas con Corea del Sur, desplegando los poderosos bombarderos
estratégicos B-52 y submarinos nucleares; Corea del Norte ha considerado
que estas maniobras son una “grave provocación” y ha amenazado con un
“ataque nuclear sin piedad”.

Esperemos que los alardes belicistas del joven sátrapa que gobierna Corea
del Norte sea sólo vocinglería.

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Existen dos principios básicos que la liberad de expresión jamás debe pasar por alto. La libertad de expresión, moralmente tiene límites. La libertad de expresión, éticamente debe responder a limitaciones fundamentales. Delimitar la libertad de expresión a estas dos virtudes del comportamiento humano, inevitablemente solo puede florecer desde la calidad personal de quien reclama el derecho a ejercer esta actividad innata de un ser pensante, inteligente y responsable.

Cuando la libertad de expresión transgrede principios elementales de convivencia y viola los fundamentos morales y éticos que deben regir a cualquier actividad del ser humano, necesariamente involucra a las leyes que serán las responsables de imponer los límites en los que esa libertad puede y debe transitar.

Cuando el poco sentido común, las pasiones negativas, la visceralidad política, el rumor morboso, la simple duda que no se puede demostrar, y el lucro económico prevalecen sobre la moral, la ética, la verdad y el respeto al derecho al buen nombre de los seres humanos, se cae en terrenos antinaturales, de energías perversas, que solamente pueden provocar un incalculable daño a la colectividad. No se hiere solamente a la democracia, se enferma y se castiga al mismo tiempo a la sociedad.

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