Una situación muy peligrosa ha creado Kim Jong Un, heredero del trono, con su rabieta de niño malcriado.
Reabre imprudentemente una olvidada conflagración y la actualiza al prometer ir a una guerra para aniquilar a Corea del Sur y saciar su instinto sanguinario causado por la envidia hacia un país próspero con un alto nivel de vida.
Con nueve misiles y solo dos de algún dañino alcance que “podría” atacar a Japón y quizás llegar a Guam, militarmente puede ser considerado un torpe berrinche; por supuesto que un loco suelto con capacidad nuclear puede causar mucho daño al medio ambiente y su pasión de un gran ejercito obligaría a una mortandad.
Está actuando terriblemente irresponsable al gritar guerra y ponerse cerca de cruzar la línea.
¿Podría creer, seriamente, que va a hacer temblar a U.S.A. con un ataque de misiles contra Estados Unidos? Sino la que lo separa de ser un estado canalla.
La fanfarronada de Pyongyang es tan cómica como son implausibles sus amenazas nucleares.
Estados Unidos descarta tomar las amenazas a la ligera. Como explicó el secretario de Defensa Chuck Hagel, si un país con un gran ejército y armas nucleares empieza a volverse alocado es irresponsable descartar la posibilidad de que en realidad puede hacer algo autodestructivo.
Empero la mayor preocupación tiene que ver con la razón de que Corea del Norte está con un demente al mando mostrando los dientes de leche.
Es posible que Corea del Norte esté amenazando a los convenios de Estados Unidos porque piensa que no implica tener un gran costo, la tendencia actual es a alegarse de las guerras.
Monta una escena de esas viejas películas de Hollywood que el padre de Kim Jong Un, el loco Kim Jong Il, solía amar. En esos cintas había un pistolero, chico loco, que retaba a un viejo sheriff con una reputación mucho mayor pero la paciencia y tranquilidad que traen los años. Lo hace para hacerse ver mejor. Pero piensa que el viejo ya no tiene el coraje de disparar y muere sin saber que le ha pasado.
Existe la equivocada impresión de que el presidente Barack Obama esté enviando un mensaje de que él no enfrentará otra guerra; que gran error.
Estados Unidos tiene un poder y fuerza inigualable para una guerra como plantea el joven maniático. Su mensaje, del presidente Obama, es claro: ¡Acabemos con la beligerancia! y se lo nota dispuestos a usar la diplomacia. Esa tranquilidad no debería tomársela como temor sino como pleno conocimiento de su propia capacidad.
La moderación de los Estados Unidos de Norteamérica se traduce a otra cosa. Si algunas situaciones los hacen ver muy cautos, no lo son ni serán al ser atacados. Esa equivocada deducción puede ser tan peligrosa y provocativa cuando belicosos como Kim Jong Un golpean la mesa pidiendo a gritos atención.
El presidente Obama ha mostrado que cuando la respuesta es más urgente no duda para actuar, sin importar si eso significa aumentar la apuesta bélica. Muchas de sus nuevas armas conocemos; sin embargo, tengo la plena seguridad de que debe de haber otras defensivas que escapan a la imaginación.
Estados Unidos puede no ser tan agresivo como lo era en el pasado reciente, pero el récord del presidente Obama sugiere que sería un error fatal probar su poder de decisión.
Los movimientos de tropas y armas estadounidenses en días recientes, en cuyas prácticas no habrán usado aún nuevas tecnologías, son una aclaración para quienes dudan que los Estados Unidos defenderá sus convenios y protegerá sus intereses en donde sean desafiados.