Latinoamérica sigue en pañales. Nos lo ha recordado sin tapujos los recientes
eventos alrededor de la vida política venezolana. Los líderes de Unasur han
cacheteado abiertamente al prestigio de la democracia de nuestra región, pues
decidieron primeramente amparar a un compañero de club, marcado por las dudas
de un proceso electoral lleno de denuncias de la oposición venezolana, ofendiendo
innecesariamente la institucionalidad del alma de las democracia: su correcto
sistema y administración electoral.
Lo que ha sucedido en Venezuela, es el peor escenario al que se aspira llegar en una
elección democrática, en un diáfana e incólume democracia. Es que la obscuridad
y el sumarísimo proceso con que se manejó la situación electoral de la República
Bolivariana de Venezuela, la acerca más a ser el perfecto ejemplo de lo que jamás
debe suceder en ninguna sociedad que se considere democrática; donde el ganador
tiene todo el derecho de reclamar para si el triunfo, pero el perdedor, no pierde el
derecho de denunciar irregularidades y pedir sean transparentemente aclaradas.
Venezuela, su Consejo Electoral, su institucionalidad democrática, lamentablemente,
gracias a Tibisay y su imparcial equipo, se ha convertido en el manual perfecto de lo
que se debe realizar para hacer trizas al concepto de trasparencia electoral. No se
podría siquiera definir la palabra democracia, sin tener que precisar primeramente
el significado de trasparencia.
Es que el Consejo Nacional Electoral venezolano no parece aceptar que su función
no es ejecutar abiertamente todo lo que esté a su alcance para que se profundicen
las dudas y la legitimidad de un gobierno que nace como un niño extremadamente
prematuro; sobreviviente exclusivamente gracias a la ayuda de prolijos médicos,
que con la asistencia de la tecnología logran el milagro de que los padres puedan ver
a su retoño con vida, llenos de esperanzas…olvidándose momentáneamente de las
profundas dificultades, sufrimientos y limitaciones que podrían acompañar al neo
nato, si el caso fuere que logre sobrevivir.
Así nace el gobierno del autoproclamado hijo del difunto Comandante. El Presidente
Maduro, que fue bautizado en sus funciones de manera inmediata por un grupo
de países baptizadores del ala chavista, sumado a los parabienes de un grupo de
amigos jefes de estado, no le hace bien a la cuestionada definición de democracia
que sustenta el Socialismo del Siglo XXI.
No obstante que el argumento de ganar con amplias mayorías las elecciones
anteriores se defiende, de una u otra manera, como un punto válido de analizar, no
es la situación que confronta a los venezolanos después de su última experiencia. El
caso de las últimas elecciones y sus resultado en Venezuela, solamente tiene puntos
de defensa extremadamente escuálidos.
Creo que Unasur falló al no tener un más estricto apego al debido proceso y nitidez
que demanda el respaldo a la democracia, y se dejó cautivar por una posición
políticamente cómoda que beneficia a una persona sobre la institucionalidad que
anhelamos fortalecer en América Latina.
Sabemos que el resultado oficial emitido por el CNE venezolano, cuestionado aún,
es una situación extrema, pero como nos demuestra la realidad, posible de repetirse
en cualquiera de nuestros países. Lo importante es que la institucionalidad de las
democracias se fortalezca y jamás se debilite a costas de favorecer a un determinado
candidato.