21 noviembre, 2024

La confesión de Juan Gómez – Cimarrón

Para completar las poesías que conozco de Jorge Wagner Velasco, pongo aquí dos poesías más: La historia de “Cimarrón”, un montubio de la selva y “La confesión de Juan Gómez”, que habla de la farra y de la juventud.
Disfrutemos de estas dos historias:

La confesión de Juan Gómez
Jorge Wagner Velasco

Vengo de farra como antes,
más la farra no es solamente el bailar.
Vengo de farra como antes;
en la farra nada es el cantar.
Beber y lucir un buen traje
no es en la farra lo fundamental;
conquistar una mujer hermosa
y llevarla lejos, bien lejos,
más allá del baile,
del cuento
y del beso,
a un amor dulzón,
a un amor brutal,
no es lo que en la farra vale más.

La juerga tiene un alma
que se mete en el alma
del que en juerga está.
Alma tiene la juerga,
alma tiene la bacanal.

Vamos de farra,
vamos de juerga,
vamos gritando,
vamos cantando,
suena la rumba,
suena la conga,
bríndame un beso
dame tu cuerpo
que estoy amando.

Si… estoy de fiesta como siempre,
fiesta hoy de sabor distinto:
en el alma de mi fiesta
algo amargo se ha metido.
Y voy cantando,
bailando,
riendo,
luciendo buen traje
y bebiendo buen vino,
con muchas mujeres hermosas
trazo locos amores
y sigo de largo mi fiesta,
fiesta de largo camino,
camino que ha de acabarse
cuando deje de ser vivo,
aunque de fiesta como siempre
del mundo yo no me olvido,
me parece que en el fondo de la fiesta
más cara a cara lo miro.
Y miro esta eterna fiesta
porque sin fiesta no vivo,
aunque en el alma de mi fiesta
hay algo amargo metido.

CIMARRÓN
Jorge Wagner Velasco

Me llaman Cimarrón
porque soy macho de selva,
selva, tesoro de machos,
selva, tesoro de hembras.
Yo soy macho entre los machos
y las hembras de mi selva.

¡Cimarrón!
Soy Cimarrón porque en mi machete
llevo grabados los versos que son mi lema:
“Haz el bien tú, Cimarrón,
sin temer a los hombres,
sin temer a las hembras,
sin temer ni a Dios, ni al diablo,
ni a la muerte tan siquiera.”
Y yo hago el bien en mi selva
con mi brazo y mi machete.

Soy Cimarrón
porque para olvidar mis penas
me refundo en lo más espeso del bosque,
solo entre árboles y fieras,
porque el tigre a mi me teme
y porque el trillo me deja.

¡Cimarrón!
Porque cuando murió mi vieja,
yo mismo le hice entre lágrimas,
una caja de madera
y en la tapa grabé con mi daga:
“Aquí mi madre se queda”
y mi alma como siempre,
siempre estará al lado de ella,
porque yo mismo le cavé la fosa
y yo mismo le eché encima tierra.

Yo soy Cimarrón que llora
siempre que tengo una pena,
lloro con lágrimas verdes,
verdes de verde de selva.
Yo quiero ser Cimarrón
hasta el día que me muera.

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Rafael Pombo, poeta, escritor, fabulista, traductor, intelectual y diplomático colombiano nació en Bogotá en 1833, cuando sus padres, miembros de la aristocracia de Popayán, viajaron a Bogotá al ser designado su padre, Secretario del Interior por el General Santander.

Luego viajó a Estados Unidos, donde residió 17 años, volvió a Bogotá donde trabajó como traductor y periodista, fundando varios periódicos, como El Cartucho y El Centro. También trabajó como libretista de óperas con buen éxito.

En 1905 fue coronado como poeta nacional de Colombia. En 1912 fue nombrado miembro de la Academia colombiana de la lengua, de la que fue su Secretario perpetuo. En 1912 el Gobierno de Colombia honró su memoria nombrándolo Gloria de las letras colombianas.

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