Asistí a un retiro de meditación en Encinitas, California, dirigido por monjas
de SRF, Self Realization Fellowship, organización religiosa fundada por
Paramahansa Yogananda en 1920. Como se nota de entrada, no se trata de
un retiro “católico, apostólico y romano”. Fue un retiro de espiritualidad
y meditación para profundizar en la búsqueda de Dios, siguiendo las
enseñanzas de Paramahansa Yogananda, un santo de la India (de quien
hablaré más adelante).
El retiro tenía normas claras y estrictas acerca del silencio y el cumplimiento
del horario de las actividades. Entre las que, obviamente pese a las
celebraciones religiosas, no constaba la celebración de una misa católica.
Antes de viajar a Encinitas, yo había buscado por internet los datos de una
iglesia, para poder acomodar mi horario y asistir a la celebración de la misa,
en la mayoría de los días que fuese posible hacerlo. (Asisto a misa diaria).
La iglesia de Saint John quedaba lejos del lugar del retiro, así que a más
de una visita rápida al Sagrario, que hice al inicio de mi estancia, solo me
quedaba la posibilidad de asistir a la misa del sábado a las cinco de la tarde,
puesto que el domingo habían actividades seguidas, con un horario muy
apretado, dentro del retiro el mismo que finalizaba luego del almuerzo.
Debido a esta necesidad mía de asistir a la Eucaristía, un convencimiento
de vida más que un simple cumplimiento de un precepto católico, consulté
con la monja de SRF encargada del retiro, y le dije, – bueno, sé que las
normas aquí son estrictas y no puedo abandonar el lugar y las actividades,
pero…quisiera poder asistir a la misa del sábado por la tarde, en la iglesia
católica de St. John,- La monja de SRF, me miró directamente a los ojos y con
una amable sonrisa dibujada en sus labios, dijo: -haga lo que su conciencia le
indique.
El sábado a las cinco, estaba yo en St. John, siguiendo a mi conciencia, la
misma que gracias a Dios, en muchas ocasiones, las mejores, repite en mi
cabeza lo que sale del fondo de mi corazón.
Lo anterior es solo un ejemplo, de lo que puedo denominar sana convivencia
de creencias posteriores. Creencias posteriores por que van más allá de
las creencias previas, las adquiridas por los hábitos y el conocimiento
teórico; rituales, formalismos y cumplimientos que hemos ido aprendiendo
y haciendo parte de nuestra vida, a veces sin detenernos a pensar de qué
en realidad se trata eso a lo que nos hemos habituado o eso que hemos
aprendido, en la casa, en el colegio, en los libros o en la misma vida.
Es útil recordar, una y otra vez, que la religión no puede y de hecho no es el
fin en la vida de una persona, absolutamente de nadie.
La religión es “el medio”, porque el fin, es, tiene que ser, Dios. En esa
búsqueda de Dios, en ese camino que se recorre para alcanzar tan valioso
fin, el único valioso a fin de cuentas, la religión nos da las herramientas, las
pautas, nos guía. En el caso de la religión católica, a la que pertenezco, hay
que aclarar que además de guías, pautas y herramientas, existe algo único, el
Dios VIVO y presente en cada Sagrario del mundo. Es decir, que por Su propia
Gracia, de manera incomprensible pero cierta, Dios se nos da por completo.
Todo esto, vale que lo recalque, es lo que yo, simple mortal como ustedes,
entiendo. Habrá especialistas que afirmen o nieguen lo que expongo, que
compartan o difieran con mi punto de vista, y en buena hora que sea así,
porque como se dice popularmente, ¡en la variedad está el gusto! Y quien
sabe, para ciertos extremistas, el disgusto.
Pero regreso al tema que propongo, Yoga y vida cristiana. ¿Es esto posible?
Algunos, en su mayoría gente sin conocimiento o que manejan conceptos
llenos de pre-juicios, dicen: ¡no!, no es posible. Afirman que el yoga es parte
de una filosofía de oriente sin fundamento o fundamentalista, que el que
practica yoga cree en “otro Dios”; que el yoga es una rama del New Age,
es un deporte hedonista que solo sirve para cultivar el físico (refiriéndose
al Hatta Yoga), o en el más terrible de los casos es un medio satánico para
alejar a la humanidad del único Dios verdadero, el “Dios católico”.
De todos esos criterios que a veces me ha tocado escuchar, lo único cierto es
que no es posible que exista alguien que crea en “otro Dios”, ya que hay un
único Dios verdadero y la verdad, Dios es en sí mismo absolutamente Todo
y por eso no necesita de una religión. Dios no es, no puede ser “católico”,
“musulmán” o “protestante”. ¡Dios Es!
Parto de la premisa que si solo hay un Dios y es seriamente verdadero, sea
cualquiera la religión, lo que la misma pretende es que sus fieles tomen el
camino correcto hasta llegar a Él.
A ese Dios, no todos han tenido el privilegio de conocerlo siguiendo las
enseñanzas de Jesucristo (su Hijo unigénito) y de la Santa Iglesia Católica,
y no por eso podemos negar que aspiren, los no católicos, con devoción y
entrega absolutas, al conocimiento, a la realización, a la experiencia de Dios.
El yoga, la ciencia del yoga, nacida en la India hace milenios, es el “lado
práctico de las religiones”. Así lo expresa Marshall Govindan, en el prólogo
del libro “El Yoga de Jesús”, escrito por Nacho Albalat, Nityananda.
En el mismo prólogo se encuentran además algunas afirmaciones que ayudan
a la comprensión del tema que propongo en este artículo y que paso a
exponer.
“El yoga ofrece herramientas para la trascendencia y la expansión de
la propia consciencia. En la consciencia ordinaria atada al ego, uno se
identifica con “mi cuerpo”, “mis pensamientos”, “mi miedo”, pero a través
de la práctica uno aprende métodos sistemáticos de “dejar partir” estas
identificaciones ligadas al ego y a identificarse con el propio Ser verdadero,
el alma, la consciencia pura, el Testigo. Un yogui es, en la terminología
occidental un “místico” en el sentido más elevado del término…”
El yoga debe ser entendido como una “perspectiva”, algo que nos mueve
a experimentar un cambio. No un cambio de opinión ni de valores, ni de
creencias ni de religión. El yoga nos mueve a experimentar un cambio de
consciencia, con el que se hace posible una comprensión de Dios en el
interior de cada persona. Se interioriza a Dios.
No difiere en nada a lo que la Iglesia nos pide. En un sermón, dado
por un sacerdote católico, él dijo: “Dejemos de “ver” con los sentidos,
interioricemos a Dios, a ese Dios que mora dentro de nosotros mismos”.
En pocas palabras, eso es ¡hacer yoga! Apagar los sentidos, y buscar a Dios
latente, vivo, paciente, en el interior de cada ser humano.
En el yoga se dice que el Gurú o sus enseñanzas son lo mismo. Por eso quizá
el error de pensar, que quienes hacen yoga (yoga serio, yoga de verdad),
hacen de “su Gurú”, (su maestro), un Dios. No es así. Simplemente ven en
el Gurú al guía que proporciona las pautas para avanzar en el camino de la
espiritualidad. Pautas que él ya ha hecho parte de su vida misma. El gurú es
“sus enseñanzas”. Más o menos como los o las fundadores y fundadoras de
las congregaciones religiosas. Tienen sus discípulos, enseñan el camino pero
ni se creen ni son el camino. El Camino es Dios. La Verdad y la Vida.
¿Si Jesús no hubiera enseñado, cómo podía haber demostrado que era el
Hijo de Dios? Por lo tanto Jesús es Sus enseñanzas, hasta el final, hasta el
desapego total en su muerte de cruz. Entrega lo último que le quedaba, por
decirlo de alguna manera, el último bien, la última riqueza, su Madre. Luego
se da Él mismo, entrega Su vida.
El desapego es una de las normas que se aplican en la práctica del yoga. No
apegarse a nada, todo es de Dios.
Como dije al inicio, hablaré un poco de este santo de la India por quien me
motivé para asistir al retiro de SRF en Encinitas, California, Paramahansa
Yogananda.
Nacido en la India, es el autor del famoso libro Autobiografía de un Yogui, a
donde narra a más de sus vivencias, toda su experiencia mística y espiritual,
y las enseñanzas de yoga, específicamente la técnica del Kriya Yoga, recibidas
de su maestro Sri Yuteswar, que a su vez fueron transmitidas en un linaje
de maestros que se remontan a Krishna, Babaji y Lahiri Mahasaya. Viajó a
América con el fin de transmitir a occidente la ciencia del yoga, facilitando a
través de este conocimiento el camino de los devotos que buscan con ansías
a Dios, y desean unirse a Él, desde esta vida hasta la llamada a la vida en la
eternidad, o la unión definitiva con el Creador.
Los libros escritos por Paramahansaji, (“ji” sufijo de afecto o reconocimiento)
son muchos, y todos hablan de Dios, demostrando en cada palabra escrita la
manera más llana de alcanzar la auto-realización, es decir la realización en
Dios.
Y no es una ilusión peor una herejía. Porque de lo poco que se, el mismo
Jesús dijo: ¡Buscad primero el Reino de Dios…! Complemento lo anterior con
lo que también Él dijo: “mi Reino no es de este mundo”. Entiendo así, que
el reino que debemos buscar no está en el mundo físico que habitamos,
sino, dentro de lo más noble de nuestro propio ser: nuestra alma, nuestro
espíritu, nuestro interior. Ahí está Dios y también su Reino. Ahí a donde
nacen los más profundos y nobles sentimientos, la intuición y la percepción,
lo que nos hace más humanos y mejores personas. Ese reino del Amor que
habita en nosotros, porque hemos sido creados por un “soplo del Amor”.
De todo esto, de cómo alcanzar a ese Dios escondido en el fondo de nuestro
ser, habla Paramahansa Yogananda, y enseña las técnicas científicas y de
meditación para lograr el éxito en esa búsqueda.
En tal caso, dije que Paramahansa Yogananda es un santo, lo digo porque
así lo pienso y lo siento, ya que santos los hay y no todos son católicos. Lo
nombro a él solo como un ejemplo.
Paramahansa Yogananda no es católico, y como él, muchos más, de la India,
o de cualquier otro lugar de nuestra casa común, la Tierra. Muchos, que en
su vida plena de la conciencia Divina, han “entendido”, “vivido” a Dios en la
profundidad de su ser. Siendo consecuentes en obras y en espiritualidad.
Nuestro Dios, nuestro Señor Jesucristo, de hecho, era Judío. Puedo decir,
que Jesús no tenía mi religión. Entonces, por eso no vamos a pensar o a decir
que no es un “Santo”. Él es el Santo de Dios.
Jesús vino a hacer nuevas todas las cosas. Invalidó los prejuicios y condenó la
hipocresía religiosa.
Encuentro en esa “novedad” cristiana, el dejar la falsedad, el prejuicio y la
ignorancia; permitirnos la posibilidad de acceder a caminos que son válidos,
y que nos ayudan a disciplinar y profundizar la vida espiritual. Todo lo que va
más allá del fundamentalismo religioso.
No lo digo por mera teoría, sino porque ha sido así en la experiencia de
mi vida. En ningún caso la práctica de yoga me ha alejado de mi religión.
Al contrario me ha ayudado, para expresarlo mejor, me ha facilitado la
asimilación práctica del cristianismo, acercándome más y con mayor
profundidad a mis prácticas religiosas habituales y añadiendo otras
altamente positivas para el desarrollo de la propia espiritualidad.
En la declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, respecto a las
enseñanzas de otras religiones, se lee en el segundo párrafo de la página
435: “La Iglesia Católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay
de santo y verdadero (…) Por consiguiente exhorta a sus hijos a que, con
prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos
de otras religiones, dando testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan,
guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los
valores socio-culturales que en ellos existan”
Al final de la Declaración, el literal 5 versa: “No podemos invocar a Dios,
Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos
hombres, creados a imagen de Dios. Las relaciones del hombre con Dios
Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que,
como dice la Escritura: “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1Jn 4,8).
“El que no ama, no ha conocido a Dios”. Amigos míos, amar no es un
privilegio de los católicos. ¡Y esta afirmación es tan maravillosamente bella!
Porque nos dice con claridad: hasta el ateo que ama, conoce a Dios.
Yoga proviene de la raíz sanscrita yug, que significa juntar, unir. El yoga es la
perspectiva de alcanzar a Dios, dentro de nosotros mismos.
Es la unión del ser individual o el Ser Supremo.
“Para alcanzar esta unión se necesita voluntad, discernimiento y un control
firme de la mente”, así lo expresa Sri Swami Rama de los Himalayas, en su
libro Raja Yoga, El Camino Real. Y continua: “Esto es posible sólo a través de
un abandono decidido de las ataduras frívolas, un intento firme por borrar
el ego, un bloqueo consciente de los procesos inestables de la mente y tener
siempre presente el objetivo final”.
Ese objetivo final para toda la humanidad es llegar a Dios, es Dios mismo.
Con mayor razón para los fieles (devotos practicantes) de cualquiera de las
religiones. Si nos empeñamos en la devoción con la consecuente acción, Dios
nos dará Su Gracia. Se revelará en nuestra vida.
Tal es el caso de la ciencia o la disciplina del Yoga, completamente
compatible con la vida cristiana. Y para los que no lo creen o discrepan
les propongo que lean un poco más (inclusive sobre la propia religión y su
doctrina), y que a través del conocimiento teórico, al menos, logren vencer el
obstáculo del prejuicio y liberar la atadura de la ignorancia.
Recordemos las meditaciones de Santa Teresa de Avila, eso es una forma de encontrar a DIOS muy similar al Yoga, el cual es compatible con las meditaciones de la Doctora de la Iglesia.
Magnifica exposición con la que me identifico.
En mi caso, el Yoga me ha traído de vuelta a conocer y practicar la religión católica.
En cualquier caso, estoy de acuerdo, la religión no es el objetivo, ni tan siquiera la fe. El objetivo es, finalmente, y por la Misericordia y Gracia de Dios, ver Su Rostro y vivir su Gloria, la Verdadera Vida. Para ello hay que buscar al Espíritu Santo en Su morada en cada uno de nosotros. El Yoga es, puede ser (salvo que se oriente a objetivos erróneos como puede hacer con cualquier otra espiritualidad o religión, incluida la católica) una ayuda más que notable.
Dios os bendiga.
Gracias por tu orientación. Evidentemente el Yoga no es contrario a ninguna religión ni a ninguna creencia. Gracias al Yoga comprendo mejor el Cristianismo, y todas las religiones.