23 noviembre, 2024

La primera piedra

En el mundo de la política, incluida la internacional, es muy común ver la paja en el ojo ajeno, ignorándose indiscriminadamente la viga en el ojo propio.

Seguramente, una de las más comunes manifestaciones de esta realidad, son las intromisiones en asuntos internos de países extranjeros, que suelen cometer voluntaria o involuntariamente altos funcionarios en diversos cargos. Siendo este tipo de declaraciones una de las principales causas de roce y enfriamiento en las relaciones políticas con el país aludido.

Capriles, el candidato opositor venezolano, quien impugna los resultados del reciente proceso electoral de dicho país, recientemente increpaba al presidente ecuatoriano por unas declaraciones que realizara en referencia al proceso interno electoral venezolano. Materia en las que en términos personales, parece ser de prioritario interés para el Presidente Correa, pero como jefe de estado democrático de un país extranjero, sus opiniones públicas al respecto, demandan de prudencia al momento de la exposición de criterios.

Vemos ahora, con las recientes declaraciones del presidente Maduro, que el organismo electoral venezolano y su institucionalidad siguen dando muestras de un desequilibrio que lo aleja sustancialmente de ser uno de los mejores sistemas electorales a nivel mundial. Solamente en la irresponsable e inmadura cabeza de un mandatario elegido en un proceso democrático, del que casi la mitad de los venezolanos todavía desconfía, se puede idear la descabellada advertencia, con la complicidad de una institución que debe probar su independencia del ejecutivo, de anunciar que su partido ha identificado a aquellos ciudadanos que siendo chavistas, le negaron el favor del voto prefiriendo al candidato opositor. Maduro y el Consejo Electoral venezolano han violentado abiertamente el artículo 63 de la Constitución venezolana que establece que el sufragio es un derecho, libre, universal, directo y secreto. Ni Maduro tenía por que conocer dicha cifra, ni el Consejo Nacional Electoral tenía razón para determinarla, y menos aún, para facilitársela a su candidato favorito. A confesión de partes, relevo de pruebas, o como dice la canción, que culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se ensarta.

Igualmente, la presencia en un acto de supuesta defensa a la libertad de expresión, que el gobierno ecuatoriano tildó de reunión política de opositores, determinó la llamada a Cancillería del embajador norteamericano Adam Namm. La presencia del embajador en el acto en mención, en el que muchos defensores de esa libertad expresaban gráficamente sus ideas contra el gobierno y el Presidente de la República olvidando enaltecer los beneficios y la importancia de esta libertad como pilar fundamental de la democracia, irritó al gobierno que no tardó en tildar la presencia del diplomático como un acto de intromisión en asuntos internos que no competen a las funciones de un representante diplomático. El embajador Namm, quien como representante de la mayor democracia planetaria, ratificó la postura sobre la defensa de la libertad de expresión de su gobierno, poco se imaginaba que solo pasarían unas horas antes de que el ejecutivo norteamericano se viera envuelto en un escándalo de escuchas telefónicas a periodistas de la Associated Press, en la que obviamente se violenta la libertad de dichos profesionales. Libertad de expresión férreamente defendida afuera, aunque vulnerada en casa.

Por otro lado, la Cancillería ecuatoriana, perece olvidó advertirle al Presidente que nuestra Embajadora, en un acto de buena fe y en defensa de una causa justa y humana, como lo es la protección y el trato humanitario de los inmigrantes indocumentados, también asistió en la capital norteamericana a un evento púbicamente convocado para presionar a los legisladores de dicho país a aprobar una ley que proteja a un importante conglomerado humano, incluyendo muchísimos ecuatorianos.

Pero siempre es más fácil mirar la paja en el ojo ajeno. El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.

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