“Tiene también el padre un día…”
Decía así una propaganda de “boxers”, camisetas guayaberas y zapatos en hombres jóvenes con miradas y poses sexis, etc, etc.
¡Sí! ¡El padre tiene también su día en todos los días de la vida de sus hijos!
El también ama y sufre por ellos.
No sé, ¿por qué lo sacaron del esquema del amor y sacrificio?
Hablo del padre, que amando a su mujer, la compañera de su vida, sueña junto a ella tener un hijo, que cuando sale a la luz, como fruto de su unión, arrancando de cada uno de los dos la parte genética para su subsistencia; trae consigo para sus padres la ternura y alegría, que los transforma en hacedores de su destino hasta el sacrificio.
El padre verdadero tiene consigo, aquí y en todos las sociedades del mundo (aunque ya la mujer compite con él) el gran compromiso de velar por el bienestar de su hijo y su familia toda y no hay por qué quitarle ese papel. Es casi natural en la madre y los hijos de buscar su apoyo no solo en los momentos felices sino también, en los duros y difíciles…
¡El padre! ¡Sí! El padre tiene su día en todos los días de sus hijos, e igual que las madres, goza y sufre el destino de ellos.
En su hacer de cada día, con el deber que lo mueve “a buscar el pan de sus hijos”, está el soñar de que sean cual él también los idealiza y sufre mucho, al pensar si fracasaran.
El también saben llorar las desgracias de ellos…
Por esto, hoy mi mensaje de amor hacia el padre, es para que los hijos vean en él al ser abnegado, lleno de amor hasta el sacrificio; por lo que se lo ha de venerar, respetar y amar y si hay que sacrificarse por él ¡hacerlo!
Porque los hijos son, también, los que hacen la felicidad de sus padres.
