22 noviembre, 2024

Por los Padres (II)

Theo

Veamos algunos versos a los padres que vale la pena ser rememorados:

Comencemos (ya que tenemos la alegría de tener un Papa argentino), con un verso de Héctor Gagliardi: “El Padre”

El padre
Héctor Gagliardi (argentino)

¿Y negra? ¿Te puedo hablar?,
ya los pibes se han dormido,
así que dejá el tejido,
que después te equivocás.
Que hoy te quiero preguntar
porqué motivo las madres
de la mañana a la tarde
amenazan a sus hijos
con ese estribillo fijo:
¡Ah, Cuándo venga tu padre…!
y con tu padre de aquí
y con tu padre de allá,
resulta de que al final
al verme llegar a mí,
lo ven entrar a Caín
y escapan todos lados.
Y yo, que vengo cansado
de trabajar todo el día,
recibo, por bienvenida
una lista de acusados.
Vos empezás con tus quejas
y yo… tengo que enojarme,
lo mismo que hacía mi padre,
cuando escuchaba a la vieja,
que entraba a fruncir las cejas
apoyando a esa fiscal
que en medio del temporal
se erigía en defensora,
lo mismo que vos ahora,
que siempre me dejás mal.
Si los perdono: ¡Qué ejemplo!
¡Así es como los educo!
Si los castigo: ¡Sos bruto!
¡No tenés sentimientos!
A mi, que llegué contento
y no tuve más remedio
que poner cara de serio
y escuchar tu letanía.
A mí, que me paso el día
pensando en jugar con ellos.
Yo sueño llegar a casa
y olvidarme felizmente
del trabajo, de la gente
y de todo lo que pasa.
Los hijos son la esperanza,
el porqué de nuestras vidas,
por eso nunca les digas:
¡Ah, cuándo venga tu padre…!
no quiero encontrar culpables,
quiero encontrar alegría.
Que no me pongas de escudo
como lo hacía mi madre
que consiguió que a mi padre
lo imaginara un verdugo.
El llegaba y te aseguro
que terminaban las risas
y en lugar de una caricia
y hablarle como a un amigo,
lo miraba compungido
presintiendo una paliza.
Y el pobre que me entendía,
sacudiendo la cabeza,
escuchaba con tristeza
lo que mi madre decía
y que él de sobra sabía:
¡Que con este no se puede!,
¡que me ensució las paredes!,
¡que la calle!, ¡la pelota!,
¡que trajo muy malas notas!
¡y me saca canas verdes!
¡A la cama, sin comer!,
aburrido me ordenaba,
mi madre me consolaba
y yo lo culpaba a él.
A el que había llegado recién
de trabajar, tan cansado
y yo ya lo había amargado
con todas mis travesuras.
Yo era una criatura,
pero jamás lo he olvidado.
Los hijos, nunca analizan
el sentimiento del padre,
porque el brillo de la madre
es tan fuerte, que lo eclipsa.
Sólo le hacemos justicia
a su íntimo sentir,
cuando nos toca vivir
a nosotros su problema.
¡Ah, si mi padre supiera,
que recién lo comprendí!
Y porqué nunca me dijo
del modo que me quería,
si hoy yo sé como sufría
al ver enfermo a su hijo,
porqué me miraba fijo
el primer pantalón largo
y sé que me habrá besado
cuando ya estaba durmiendo…
Hoy que todo lo comprendo,
¡porqué no estará a mi lado!
¡Por qué no estarás ahora,
para abrazarte bien fuerte
viejo lindo y ofrecerte
mi cariño a todas horas.
Ves a tu hijo que llora?
Pero llora con razón,
porque te pide perdón
al pensar en esos días
en que ciego no veía
que eras todo corazón.

Dejame negra, que llore,
es tan lindo desahogarse…
Vamos a ver lo que hacen
nuestros futuros señores…
Mirale esos pantalones…
tapala un poco a la piba…
Sí, ya sé, no me lo digas!
Hoy se fue a la calle sola!
Acostate, rezongona…
¡Mañana será otro día!

Continuemos con “Mi padre”, de Juan de Dios Peza:

Mi padre
Juan de Dios Peza

Yo tengo en el hogar un soberano,
único a quien venera el alma mía;
es su corona su cabello cano,
la honra su ley y la virtud su guía.

En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fé con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.

La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.

Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como cristo el Tiberiades,
de pie sobre las ondas encrespadas.

Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.

Me ha dicho: “A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al mas ligero soplo se dehoja.

“Haz el bien sin temer al sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.

“Si eres pobre confórmate y sé bueno;
si eres rico protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado.”

“Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia”.

Este código augusto, en mi alma pudo
desde que lo escuché, quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!

La nobleza del alma es su nobleza;
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×