Me resulta difícil aceptar la sombría idea de la existencia de dos Latinoaméricas, y más aún, que se pretenda marcar esa división para sobreponer la una como ejemplo de la otra.
Podrán existir dos conceptos de gobierno para liderar individualmente esas 20 células que componen un solo cuerpo de nuestra rebelde tierra. Pero las diferencias que puedan marcar el estilo político de nuestros gobiernos al buscar favorecer el concepto de libertades sobres las igualdades de nuestro pueblo, jamás será lo suficientemente poderosa, ni para fragmentar nuestra personalidad, ni para acallar la protesta ante lo que consideramos injusto; pues este germen de la rebeldía habita en nuestra sangre como un componente más del ADN que nos identifica.
Latinoamérica es una sola patria hermanada por la sangre, aunque en ella cohabiten ángeles y demonios, como lo hacen en todas las regiones de nuestro mundo. Pero la verdadera Latinoamérica, es esa que grita sin tapujos y sin temores a quienes pretendan doblegarla, ofenderla, humillarla, utilizarla como patio trasero o como último recurso ante sus fracasos.
En Latinoamérica no permitimos se nos gobierne con leyes secretas, aunque el abuso del poder y la infamia de la corrupción no nos diferencie del resto del tercer mundo y del mismo mundo desarrollado. En nuestro iluso e inmaduro concepto de democracia, solamente los gobiernos de facto vigilan y controlan los movimientos de sus connacionales a favor de un estado omnipotente, antítesis del espíritu de lo que es y debe ser la verdadera democracia.
En Latinoamérica, la juventud, el pueblo de bien, sale a las calles a manifestar sus sentimientos de enojo o de apoyo, aunque entre ellos, muchas veces se cuelen verdugos y malhechores que manchen innecesariamente el alma de esas demostraciones. La sana rebeldía de nuestro espíritu jamás será opacada por la comodidad del deleznable conformismo. Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Venezuela solo por nombrar unos cuantos pueblos rebeldes, han dado muestras al mundo, de que los verdaderos mandantes a la larga, son sus pueblos y no sus políticos. Claro, los pueblos se equivocan en democracia, pero ese tampoco es un beneficio que consagra únicamente a nuestra región.
Paradójicamente, y sin mayor defensa que las pruebas que facilitan los índices publicados por el Banco Mundial, aquellos gobiernos progresistas que favorecen las igualdades sobre las libertades, y que pueden disgustar a muchos o encantar a muchos más, son los que mejores resultados logran en disminución de los índices de pobreza o de desigualdad de los ingresos en beneficio de una mejor repartición de la riqueza; cosa que no sucede en la gran democracia del norte, donde las desigualdades crecen proporcionalmente a la inversa que en Latinoamérica.
Los economistas han inventado un sinnúmero de índices y de coeficientes que pueden favorecer a una u otra opción política, pero lo que le debe interesar a todo líder en cualquier parte de nuestras tierras es recuperar del abandono a millones de los nuestros que no tienen la oportunidad, menos aún la libertad de escoger que habrá sobre sus mesas para alimentarse en el día a día. Precisamos rescatar de la pobreza y del atraso con el que castigó un perverso colonialismo externo e interno a la vulnerable mayoría de nuestros pueblos, condenando a Latinoamérica como si la pobreza y el retraso de la mayoría a beneficio de unas élites, debieren considerarse eternamente como una característica endémica de nuestra tierra.
Lo que si se puede concluir, es que no existen dos Latinoaméricas, lo que existen son dos tipos de latinoamericanos; los que sueñan con ser lo que no son, y los que son los que otros jamás llegarán a ser: soberanos, rebeldes, orgullosos de su raza, igualitarios, justos…
Dentro de un contexto como este periódico digital, es un verdadero placer leer a alguien que con objetividad hace análisis de su este nivel. Gracias, es tan poco común en estos tiempos de autocomplacencia (en ambos bandos, donde todo es terrible o todo es perfecto).
He aqui unas cuantas frases famosas de Winston Churchill, para adornar su artículo:
«Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.» (Esa es para Ud.)
«El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria.» ( Esta es para su ridículo artículo echándole flores al Socialismo que masacra las libertades)
«?El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria.» ( Y esta última dedicada a los individuos envidiosos y mediocres, que cuentan con el socialismo para igualarse con los demás)
?Ningún sistema socialista puede ser establecido sin una policía política.?
(Más claro imposible. El socialo/comunista sólo puede eternizarse en el poder sirviéndose de sus sabuesos de la policía secreta)
Hay un adagio conocido por todos (de Nicolás Macchiavelo) que dice: «Divide y vencerás». Pues eso es en mi criterio, la mejor arma que está empleando los EE.UU. para continuar manteniendo como su «patrio trasero» a latinoamérica, y creo firmemente que pasará mucho tiempo antes de que podamos liberarnos de ese yugo, llamado colonialismo, que lo ejerce y de manera firme los EE.UU.