Dios me ha bendecido con diversos dones que inmerecidamente poseo.Me ha dado una inteligencia práctica para sobrevivir, una facultad para pintar y una facilidad para escribir.
Hay tres grupos de personas que ven los cuadros de un pintor. Hay un minúsculo conjunto seres que son los críticos de arte, que conocen de pintura pero no saben pintar. Otro grupo pequeño son los coleccionistas. Sin saber de arte, compran pinturas para presumir. Pero hay otro grupo mucho más numeroso, que está compuesto por la gran mayoría de personas que reaccionan negativa o positivamente frente a un cuadro; pero reaccionan.
Un pintor es aquél que despierta los sentimientos, emociones o sensaciones de aquellos que miran lo que pintó.
La pintura no es una distracción. Es como el aire para respirar. Constituye una de las principales razones para fundamentar el propósito de mi existencia.
Pintar es mi pasión. Es una necesidad incontrolable de plasmar los sentimientos mediante los colores. Una lucha interior contra uno mismo. Es una batalla entre una idea y su dificultad para plasmarla.
Cuando pinto todo se transforma. La realidad se vuelve irreal y el espacio que me circunda rompe sus límites para llevarme a un universo de infinitos colores.
Pintar es una titánica lucha contra mí mismo. Es una fuerza colmada de ansiedad cuya calma solo llega cuando acabo de pintar. Es como si se partiera mi conciencia para trasladarme a un mundo lleno de energía y pasión. En esa otra dimensión contemplo un horizonte de colores que percibo con mis manos. Todo eclosiona en paroxismos de emoción que crecen por su propia esencia.
Lo que pinto solo es posible cuando asesino a la parte formal que represento cada día. Con la muerte de mí mismo nace el otro yo que estalla como un fuego cundido de ardores y emociones. Pintar es terminar con la tediosa rutina del existir. Es un inquietarme que conlleva una imagen obsesiva en la conciencia que solo puede ser consiente para elaborar el cuadro que me llama; me subyuga, me domina.
Vivencio una vorágine de fuertes sensaciones que crecen a medida que lo pintado genera su propia vida. Esto sucede mientras la pintura me esclaviza con la tiranía impositiva de aquello que domina mí razón. Son sensaciones sin medida que me llevan hacía un clímax que culmina con la satisfacción total de mi placer.
Una vez regresado a la cordura, todo retorna a lo que era y como debe ser. Nada importa ya de lo que importaba. Todo se acaba cuando acabo de pintar. Mí razón predominará hasta que aparezca otra imagen y comience todo nuevamente.
La pintura no puede ser un pasatiempo. Yo ni muy remotamente soy un pintor. Solo soy alguien que tiene la necesidad incontrolable de poner colores donde no existen los colores. Aquél que dibuja sentimientos para que tengan vida mediante la creación de nuevas formas.
Lo que pinto lo pinto para mí. Lo hago para saciar mi necesidad urgente de pintar. Solo soy alguien que pinta; eso soy… Una mezcla de locura y cordura; Un agregado de un total; Una erupción de inteligencia y pasión.