En la Iglesia católica la liturgia es el orden y la forma que ha aprobado la Iglesia para celebrar los oficios divinos, es una serie de actos y rituales en los que se acerca al hombre con lo supremo, lo de Dios. Es, pues, la representación del poder y la autoridad de Dios sobre lo existente, su voluntad sobre todos nosotros. Las procesiones del viernes santo, la fiesta navideña, las iglesias, son una representación de eso que se denomina la liturgia, que es el rito mismo tratando de hacer continuas sus enseñanzas.
La liturgia es la estética de lo religioso, su fin es el de crear admiración y devoción frente al poder de Dios sobre lo terrenal, la liturgia es la existencia de la religión y del fenómeno religioso que nace y esta en relación al culto, concebido como acto de alabanza en el dia y noche del tiempo. La religión se perenniza desde el ritual, buscando la restauración del poder, del mando sobre lo que es tan frágil como la existencia humana. La liturgia religiosa crea la liturgia politica como ejemplo, modelo, paradigma.
Las elecciones son fundamentalmente, liturgia, que estas sean democráticas y logren que la totalidad de los electores concurran a las urnas, es el reto. La majestad del poder propone que la política es rito, protocolar, pompa, que configuran el imaginario del poder. El púlpito es el atril. El altar, la mesa presidencial. El sacerdote es el candidato. El templo, la sede. Los feligreses, los militantes. Los salmos, las consignas.
El podes es ritual y la liturgia política para los políticos y la política es necesaria, constituye una practica en la que se basan gobiernos y partidos que luchan por el poder. Esto lo podemos ver en la práctica del actual gobierno, quien no ha escatima esfuerzos para movilizar a miles de sus feligreses o militantes para conmemorar ya sea el aniversario de la revolución ciudadana, los cien años del asesinato de Alfaro, el gran acto de masa en desagravio a Morales en Bolivia, etc, sin duda estos no serán los últimos actos en los que el gobierno haga uso del ritual político para aumentar su influencia política y hacer sus demostraciones de poder.
Pero estas gigantescas manifestaciones no son simplemente la concentración de miles de adherentes, son un mensaje para quienes pretenden competir por el poder: deben ser capaces de mostrar igual o superior capacidad de movilización, es decir: “quien pone mas gente, gana”; todo es un juego de demostración de fuerzas en el que el convocante gana legitimidad. El gobierno es creíble desde la alegría de la gente en las calles; el presidente se acerca a la gente y deja, permite que la gente lo vea, lo sienta, se identifique con el.
Esta idea debe estar clara: cuando vemos una manifestación política o culto político se esta dando un intercambio entre el poder y los súbditos. El gobierno arriba pero en ese momento se entrega al pueblo que es su mandante, existe una restauración entre los de arriba y los de abajo, así se restaura la relación entre la gente y el poder. La liturgia política es un espectáculo del poder que gusta representarse y mostrarse.