A nuestro juicio la parte más importante del paisaje natural y urbano de la ciudad de Guayaquil son la Ría (Río Guayas) y los Esteros. Aguas en movimiento que conllevan nuestras formas de expresión y de ser. Que, quizás, son génesis de nuestra idiosincrasia e inspiración. Que son parte fundamental de la conformación, silueta y expansión de la Ciudad. Son emblemáticos.
Estos elementos provocan temas que van desde lo poético y político hasta lo sanitario pasando por lo musical y lo romántico. Otorgan carácter a la Ciudad y sus ciudadanos, humedecen la temperatura y forman parte del ecosistema.
El Guayas:
Formado por la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo se extiende frente a Guayaquil en una gran sábana gris que se dirige al mar, llevándole sus arenas para endulzar sus aguas. Originalmente recibió buques de buen calado. Fue escenario de transacciones comerciales, de paseos domingueros, de carruajes y tranvías, de veleros y de muelles Hoy día los barcos no pueden entrar. El Río está sin profundidad, lleno de arena que debe ser drenada y sus aguas contaminadas que deben dejar de ser tóxicas.
El Guayas pierde importancia para la movilidad de su estampa diaria y gana en peligrosidad para inundar algunas calles paralelas a la orilla en las épocas invernales. De no ser dragado en el corto plazo pronto lo tendremos invadiendo algunas vías céntricas. La obra del Malecón 2000 le salva una parte paisajística para el ciudadano peatón.
A propósito ¿Dónde está la draga que iba a empezar el trabajo frente a la Puntilla?
Los Esteros:
Hermoso enjambre de aguas salobres, intrincados y laberínticos manglares, sabrosos cangrejos, jaibas, conchas y ostiones delicias de “gourmets”. También orillas invadidas por familias que no tienen otro lugar donde vivir, que lo han hecho por años y que se resisten a abandonar su lugar. Junto a algunas industrias destruyen el ecosistema.
Antiguamente los Esteros servían de balneario popular para los ciudadanos, sus aguas eran transparentes, se divisaba el fondo, se pescaba desde botes de remos y los más audaces se lanzaban clavados desde el puente 5 de Junio. Ahora tenemos hermosas piezas de malecones que salvan en algo el paisaje marino de Guayaquil.
Hoy día son un conjunto de aguas sucias, ennegrecidas, malolientes y contaminadas químicamente por las industrias vecinas y las miasmas de los habitantes del sector.
Unidos con el Guayas, en interminables juego de abrazos y requiebros configuran el suelo y la geografía de Guayaquil.
Hacemos un paréntesis a propósito de los habitantes de las orillas. Cierto es que son motivo de contaminación y de preocupación por el peligro que entrañan sus viviendas; cierto es que tienen muchos años de vivir en donde están y que, algunos hasta tienen escrituras; pero, también es cierto que contribuyen a la existencia de aguas contaminantes y contaminadas que son vaciadas y vueltas a traer por las corrientes del mar. Entre ellos y las industrias vecinas están destruyendo un patrimonio de la Ciudad y del medio ambiente que nos pertenece a todos.
Volviendo a nuestro tema.
El Guayas y los Esteros son heridas abiertas en la ecología y la geografía de Guayaquil. Heridas que aún esperan nuestra acción cicatrizante para reconciliarse con la Ciudad. Tal vez se necesiten medidas más drásticas con las empresas industriales y otras más amables, más preventivas, más prevenidas y más humanizadas con los habitantes del sector.
¿Si existen fundaciones para temas variados y puntuales, por qué no una formada por Gobierno y Municipalidad que, en igualdad y mancomunidad de conjunto, se sienten a encontrar la solución global a este aprieto urbano que abruma a la Ciudad más populosa de la República?
Creemos que, en este tipo de circunstancias necesitamos ser más creativos, innovadores y variados para solucionar los conflictos urbanos con nuevas formas de acción y actuación.