No hay mayor fragilidad que la de estar en medio de dos caminos y no saber cuál tomar. Estoy entre el límite de mantener mi tradicional yo, mi soledad elegida y mi adultez prematura o derribarlo todo y entregarme al amor, a escuchar a mi cuerpo, a atender a la niña interior que reclama su infancia. Estoy con un pie en lo seguro y otro en la aventura.
¿Debería intercambiar seguridad por libertad? ¿Sería una buena inversión? Estoy dividida, paralizada. Si tomo el sur, mi tierra de lluvias y silencios, mi hogar de tantos años; o si me aventuro hacia el norte, una tierra extraña, de su clima y su hospitalidad no sé nada.
Estoy en un dilema con el tiempo. Hay dos momentos muy tentadores, el pasado y el futuro. Se puede vivir eternamente en el pasado o se puede despojar de las cargas y abrir camino para el futuro. El pasado no es malo, no es bueno tampoco, pero es la única forma que conozco de vivir. Del futuro no conozco más que su incertidumbre y que podría ser mejor o peor que mi austero pasado. Parecería que la solución fuera simple: elegir lo seguro, lo conocido; no vaya a ser que si me arriesgo pierda más de lo que ya he perdido…
Pero hay algo que me pone en duda, y es esa inquietud de estar frente a una puerta cerrada y no saber lo que podría haber dentro. Ese impulso de poner la mano sobre la manilla y apoyar el oído sobre la madera, en un arrebato loco de mantener la esperanza. Qué curiosa es la esperanza, si es bien alimentada sería capaz de hacer que suelte mi pasado y camine a ciegas a lo que espero sea un mejor futuro.
En mi corazón sé lo que debo hacer, pero la costumbre me frena. El problema de la costumbre es que uno se acostumbra demasiado, y cuando de repente te entran ganas de hacer algo diferente, como cambiar la vainilla por el chocolate, o bailar, o enamorarse como hace la gente, el miedo te detiene; el pasado te advierte. Tu crítico interno se burla de tu suerte y tú suspiras y te conformas a convivir con la muerte.
Pero porque siempre ha sido así, no significa que deba ser así. Entonces te das cuenta que todo este tiempo has vivido en una falacia circular, porque has supuesto la verdad de lo que has querido probar. ¿Por qué debemos concluir que el futuro será como el pasado? Tremendo error lógico. Y así, vuelvo a pensar en esa puerta; mi mano sobre la manilla, mi oído en la madera, mi corazón abierto, mi esperanza despierta…
Eres perfecta.