Prohibir es vedar o impedir el uso o la ejecución de una cosa. Las prohibiciones, cuando son excesivas y basadas en la intolerancia, en la irreflexión o en el abuso, y afectan a las libertades individuales, no son buenas y sus resultados, así sea a largo plazo, sin duda, serán lamentables. Poco saludables para el bienestar general.
Por eso lo mejor es el consenso. Un consenso no inducido, que no ha sido o está siendo persuadido, lo que se puede lograr de distintas maneras. Manipular la conciencia de la gente o desinformar para ganar poder, no es lo correcto. Y no aplica al uso de la libertad o al establecimiento de la justicia.
La libertad y la justicia son la antesala de la paz. Y vivir en paz, es el ideal de toda persona sensata.
Las personas, todas, nos caigan bien o mal, estemos o no de acuerdo con unos o con otros, tenemos derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Y ese pensamiento, esa conciencia y esa religión podemos manifestarla, pues esa manifestación es también nuestro derecho. Nadie puede ser amonestado a causa de sus opiniones o de sus expresiones. Salvo si esas expresiones u opiniones, se expresan basándose en la ficción (sin un sustento demostrable) o afectan a alguien en su dignidad y en sus derechos.
La libertad es el mayor bien de cualquier persona, y por esa libertad ya se han peleado muchas batallas, hasta que al fin se rompieron las cadenas. Es insensato querer volver a las ataduras prehistóricas del hombre que no pensaba más allá del límite de su nariz, es decir, de sus propios intereses. Por eso encadenaba a todo el mundo, e invalidaba los derechos del resto. Bueno, vale recordar, que todo fluye, nada permanece. La intransigencia y la prepotencia, no son un bien, son dos cadenas peores que las prohibiciones, ya que atan la conciencia, perturban el espíritu y no permiten conciliar el sueño, tan necesario y reparador, para seguir en el trajín del día a día.
Obviamente, actuar con libertad incluye el actuar con responsabilidad. Ya que la libertad es la capacidad del ser humano para obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida, siendo responsable de sus obras. Actuar deliberadamente, atropellando a otros e inclusive dañándose a sí mismo, no es hacer uso de la libertad. Es estar un poco perdidos en el desierto. Porque además actuar así, es ir avanzando sobre esa arena caliente, atormentados, sin esperanza, y muertos de sed.
Existe un marco legal a donde se encuentra la libertad, pero hay un marco mayor aún, el de la propia naturaleza del ser humano. Algo que tal vez se logre silenciar, pero que pese a todo, no se puede destruir, y que si se aplasta o se somete, un día resurgirá con más fuerza.