Stephen Covey al anunciar su libro “El liderazgo centrado en PRINCIPIOS”, pone la siguiente anécdota: Va el Almirante de la Armada americana a bordo del buque insignia de USA y el vigía le advierte: Mi almirante, hay una luz adelante y no se mueve. El Almirante responde: Dígale que se mueva. Regresa el vigía y le informa: Dice que nos movamos nosotros. El Almirante ordena: Dígale quienes somos. Y la repuesta del otro lado. Soy un faro, ¡muévase o estréllese!
Los principios son como faros. Debemos respetarlos. Creo que nuestro Presidente está desafortunadamente mal aconsejado en la cuestión del Puerto de Guayaquil. Guayaquil ha sido desde siempre el principal puerto del Ecuador; fue fundada en 1534, en las pampas de Liribamba, para ser trasladada a la costa, al gran río, para que sirva de puerto a la tierra que acababan de conquistar los españoles. Guayaquil no sólo ha sido puerto, sino astillero. Toda la logística del país está estructurada para el uso del puerto de Guayaquil. Sería necedad y un daño severo a la nación, cambiar lo que ya está funcionando para crear, con doble gasto, infraestructuras en otras zonas.
El hecho de que Guayaquil no sea un bastión de la Revolución ciudadana, no puede ser una excusa para que el Gobierne castigue a los guayaquileños para destruir a la oposición. Los guayaquileños queremos a Rafael. A la oposición se la combate con obras y si otro las hace, no es cuestión de impedirlas, sino de felicitarlo y animarlo a que las continúe.
Uno de los cinco principios de la Doctrina social de la Iglesia es la subsidiaridad, que consiste en dar a los Gobiernos seccionales, para que ellos realicen las obras que necesita la localidad donde ejercen. Hay que permitir que las autoridades reciban el crédito por lo que hacen.
El hecho de que un Gobernador, Prefecto o Alcalde haga obras buenas, beneficia al Gobierno, no es perjudicial para los que gobiernan, como parece que algunas personas de la élite gubernamental creen. Si el país mejora, todos mejoramos. No ataquemos, por no pertenecer a nuestro partido, a quienes hacen obras buenas.
Guayaquil tiene su aeropuerto, es autosustentable, funciona muy bien, da ingresos importantes a la Ciudad y se pretende hacer lo mismo con el puerto marítimo, sin costo para el país. Quito gastó ingentes sumas de dinero para su nuevo aeropuerto, se olvidaron de hacerle vías de acceso y parece que los estudios no fueron los adecuados. Terminarán usando como aeropuerto el de Latacunga, y los precios de los servicios aeroportuarios son mucho más elevados que en Guayaquil. ¿Y el Estado? Bien. Gracias.
Por Dios, dejen trabajar y no pongamos trabas a lo que se hace bien. El Ecuador es uno solo y no es botín de ningún partido político. Aceptemos lo bueno, así lo realice nuestro enemigo personal. El Gobierno gana con las obras que hacen los Municipios y otras entidades de cualquier parte del país. Creo que debemos reflexionar y aceptar lo que beneficia al país.
Usted dice textualmente: «Los guayaquileños queremos a Rafael»
Hable por usted, pero no meta a todos los guayaquileños en el mismo saco. YO NO QUIERO A RAFAEL.
Ese señor es ignorante y chiflado. Actúa como un caballo desbocado, y jamas como un estadista. Su odio y venganza en contra de los porteños, es flagrante.
Hay que seguir combatiéndolo, negándole nuestro voto, pues los verdaderos guayacos no somos masoquistas. ¡Al diantre con él!