He encontraba a Las Parcas, las tres oscuras hermanas llamadas Cloto, Láquesis y Agropos, dueñas de la vida humana. Cloto preside el nacimiento, Láquesis daba vueltas al huso de la rueca de Cloto, y Átropos corta el hilo o mejor dicho, corta el hilo de la vida a quien le da en gana. Así Cloto hila e impide, Láquesis devana y se impone, Átropos corta y subsiste.
Entre sus dedos poderosos se inicia y termina la vida humana. En está tranquila hora nona he pedido a las parcas dejen su arduo, infatigable y castigador trabajo para que vengan a mi casa a comer cangrejos, serpientes y reelecciones. Casa caliente, como la tetera en que hierven los brebajes la dueña del manto que cubre todos los destinos.
Me he metido en el vestíbulo donde se cambiaba Cloto y la he visto tal como es y ahora desea tener un hijo conmigo. Mi corazón revolucionario lo está usando Láquesis para darle vuelta al huso mientras que Átropos saborea la punta de la serpiente para dar el corte exacto.
Estoy embriagándome con las parcas disfrutando del tiempo perdido. Ellas bailan enredadas en cangrejos y culebras y en la intención del magno de ser reelegido hasta el tricentenario. Intenciones y decisiones que van para adelante y para atrás, arriba y abajo, entre claro y oscuro, confundiéndolas a las pobres parcas. Quiénes pérdidas en el tiempo ya se habían resignado a perderse ante el juego del único para todo y para siempre.