Hace poco me dijo mi esposo que sin los problemas que hemos vivido yo no hubiera escrito buena parte de mis artículos, o de mis libros. Es cierto. La adversidad no es en sí un obstáculo. La adversidad es la oportunidad de darnos cuenta que estamos aptos para vivir una vida que vale la pena.
Es eso que llega a tu vida para darle el toque del sabor, del color o del cambio. Lo que sucede es que somos cómodos y nos gusta llevar una vida simple, sin nada serio que afrontar. Levantarse, ir al trabajo, regresar, descansar, salir por ahí, viajar, comprar, pasar. Pasar por la vida y luego dejar la vida. Pero la vida quiere algo más. Nos pide esfuerzo, renuncia, sacrifico. No quiere ser tratada como si fuera cualquier cosa, entonces surgen los problemas, las complicaciones. Se mueve el piso, y la tierra en la que asentamos nuestros pies ya no es algo estable, tambalea.
Es el momento crucial en el que se piensa, hay que tomar decisiones. Pero no, en tiempo de cambios no hacer mudanza, solía decir un sacerdote amigo. Con razón, porque con las ideas desordenadas, la cabeza hecha un mapamundi, y los sentimientos desbocados, no se puede llegar a ningún puerto seguro. Es mejor esperar a que llegue la calma, la misma que llegará sin falta, una vez que pase la tormenta. Y no es que ahí nos daremos cuenta de que el problema no era tal o no era tanto. El problema es problema, solo que ya pasó y ahora buscamos las soluciones.
La adversidad es la tribulación de la vida. Y debemos saber que siempre llega, y mientras más, mejor, porque la vida se vuelve más intensa, con más sabor, con mejor color, con más ganas.
Amigo, favorable, bueno. Eso es lo de siempre. Hacerle frente a lo adverso, ahí está el mérito. Enfrentar, asimilar, y avanzar. De lo contrario, si quieres una vida insípida, te pierdes de disfrutar lo grato de vivir la paz después de sufrir la guerra, pero sobre todo el placer de saberte capaz, de ser desafiante y atravesar la tormenta.
Es un muy buen texto, que hace reflexionar muchísimo del estilo de vida que llevamos, sin metas, sin desafíos por enfrentar. La cultura en la que nos desenvolvemos nos ha hecho ser facilistas y muy cómodos. Pues sin retos nuestra vida es muy vacía.
Maravilloso articulo 🙂