Para nadie es extraño ver al presidente y a otras autoridades estar siempre acompañadas por militares, éstos son conocidos como “edecanes”. La palabra edecán es la castellanización del francés aide de camp y significa “ayudante de campo”.
La insignia tradicional de un edecán es la aiguillette, un cordón ornamental dorado o de otros colores, que va colgado entre un hombro y los botones de la chaqueta del uniforme.
Los jefes militares, normalmente en las batallas, contaban con un “ayudante de campo”. Se cree que el nombre francés haya tenido su origen en las gestas napoleónicas. Hay muchísimas anécdotas sobre los edecanes, una de ellas dice que “Napoleón solía tener un ayudante de campo muy olvidadizo y despistado, y perdía constantemente los lápices con que debía efectuar las observaciones, escrituras y órdenes que le daba su jefe. Debido a ello, decidió atarle estos lápices con unos cordones que colgó de su uniforme”. Esos mismos cordones y portalápices ornamentales (con forma de cañones antiguos) son los que portan los edecanes actuales.
Los edecanes son las personas más cercanas al dignatario y tienen acceso a secretos de Estado, los acompañan en casi todas sus actividades, se trata siempre de oficiales distinguidos, con altas calificaciones; deben reunir, entre otras cualidades, la discreción y la lealtad. Son testigos de las reuniones más reservadas y de muchos secretos; razón fundamental para que el dignatario deposite en él su absoluta confianza.
Una vez concluidas las guerras napoleónicas, miles de soldados quedaron en la desocupación, éstos fueron enganchados para engrosar las filas de los ejércitos libertarios en América. El Libertador Bolívar tuvo como sus colaboradores de confianza a oficiales que junto a él pasaron a la historia como el General de Brigada Daniel F. O’Leary, irlandés, edecán del Libertador en todas sus campañas; su biografía sobre Bolívar, en 34 tomos, es un testimonio magistral de su vida junto al Libertador. Otro ejemplo es el Coronel Hinton Belford Wilson, inglés, edecán de Bolívar en la batalla de Junín, él acompañó al Libertador hasta Santa Marta y San Pedro Alejandrino en su lecho de muerte y fue quien llevó “La Constitución Boliviana” de Lima a Chuquisaca en sólo 18 días.
Históricamente en nuestro país, los presidentes y las principales autoridades del Estado, por ley, han sido acompañados por sus edecanes militares; además, su presencia es una demostración de la subordinación de las FF.AA. al poder civil legítimamente constituido. Ahora, en este gobierno se pretende prescindir de sus servicios; quizá se deba a que hay una injustificada desconfianza en sus edecanes (esto sería una nueva afrenta para las FF.AA.); seguramente, en los tiempos de la llamada revolución ciudadana, las más altas autoridades desconfían hasta de su propia sombra.
Yo creo que el animalito se cree lo maximo, ya es hora de que reaccionen estos milico inutiles,
Humm? ¿Lucio Gutiérrez no fue el edecán de Bucaram? No quisiera criticar su impecable artículo, pero me parece que hay edecanes que no son tan fieles a sus funciones ¡Enhorabuena!
Ojala siempre hubiese un edecán (s) lúcido, para tratar de salvar a la patria cuando un presidente elegido en las urnas se burle de sus electores, convirtiéndose en dictador de feria, por intereses puramente personales. Los asesores civiles de Rafael Correa saben que para reinar, mientras duren las mieles del petróleo y del poder que éste les prodiga, deberán eliminar a cualquier metiche potencial que viniese a perturbar sus sacrosantos intereses.
A los señores militares de amarrarse los pantalones para imponer su parte de poder al que tienen derecho. Bien entendido me refiero a aquellos buenos servidores que aman a su patria; y a todo aquel que no esté obnubilado por las comisiones de compra de armamentos varios; o corrompidos por las platas inmundas del narcotráfico. Lamentablemente los debe haber, pues como en toda sociedad, o institución cerrada, hay individuos buenos y malos. Saludos cordiales.
huyyyyy…mejor no hablemos de edecanes!!~!!