La vida nos da constantes lecciones de cómo debemos vivir. Todo lo que necesitamos saber se encuentra en la existencia. El ser humano a veces es incapaz de comprender las señales que se le presentan. Sin embargo, hay acontecimientos inesperados que nos muestran los cambios que debemos hacer con lo que nos queda por vivir.
Tenemos una falsa creencia de inmortalidad que nos hace indiferentes a nuestro tiempo real de vida. Pensamos que las desgracias solo les ocurren a los otros, pero no a nosotros. Actuamos como si tuviéramos la seguridad de que nuestra existencia es indefinida.
En las tragedias ajenas se esconden muchas lecciones que debemos aprender. Cuando alguien que queremos descubre que debe enfrentarse a su muerte prematuramente, se nos revelan varias señales. Son mensajes que nos advierten los cambios radicales que debemos dar a nuestro vivir. Estos indicios son más fáciles de comprender si amamos al ser que tiene esa tragedia. De la manera cómo quién queremos tiene conciencia de su partida, descubriremos también que nuestra partida será más pronto de lo que imaginamos. El ver cómo enfrenta a su muerte, nos ubica en la realidad de que ya hemos vivido más que aquello que nos queda por vivir.
Después de entender esto, debemos definir nuestras prioridades. Cuando nos toque morir no nos llevaremos nada. Comprender esto es vital, ya que lo único valioso es lo que tengamos por dentro. Lo que no se puede llevar el hombre más rico de la tierra es exactamente igual a lo que no se puede llevar el hombre más pobre de la tierra. Cuando comprendamos lo absurdo que ha sido acumular cosas que no se pueden llevar, valoraremos lo que si podemos llevar.
El hombre es el único animal consiente de que va a morir; en eso radica el desasosiego en su vivir.
Hay varias cosas que debemos arreglar antes de partir. Lo primero es definir nuestra postura frente a la muerte. Debemos encontrar la paz ante un hecho inamovible. Al encarar la certeza de morir, las cosas no son de mayor o menor valentía, sino de mayor o menor fe en el Dios que tengas.
Para tener la actitud correcta frente a la muerte, debemos conseguir la fuerza para no sentir angustia de lo que se viene después. Mientras más sufrimos, más haremos sufrir. Debemos pedirle a dios que nos quite la ansiedad y nos de la paz. Esa es la tranquilidad que nos permitirá partir sin a nadie partir. Una vez que resolvamos nuestro reencuentro con el creador, se acabarán los miedos.
La relación entre el hombre y Dios solo depende de su conciencia. Una vez encontrada la actitud correcta para iniciar el comienzo del después, debemos pensar en lo que nos queda por vivir.
El único valor trascendental es el amor. El más importante de todos los amores es el que le tengamos a los de nuestra propia sangre. Los que son parte nuestra son la prioridad. Tenemos que darles más amor para que su dolor sea menor. Debemos amarlos cada día como nuestro último día. Solo en la expresión de nuestro amor está el amor. Debemos decirles cuanto los queremos de todas las maneras. Solo en la medida que les otorguemos nuestro amor, recibiremos la fuerza para enfrentar el nuevo camino que debemos recorrer.
Vivir es un dar y recibir.
También debemos dar amor a quien no siendo de nuestra propia sangre; sea lo más amado entre los vivos. Hagamos que perciba nuestro amor de todas las maneras. Solo en la medida que demos amor, nuestra ausencia será menos dolorosa. Porque la razón de la vida es el amor y el amor está en todas las razones…
Valiioso artículo Miky. La muerte es lo único seguro de la vida, y no todos estamos preparados para enfrentarla. Los valores internos y nuestra paz con nosotros mismos son los que nos hacen enfrentar a la muerte en su verdadera dimensión.