Por: Gloria Arteaga Calderón
Si mi caída con la enfermedad fue dura, tengo que decirlo, ¡el levantarme me costó mucho más! Y el empezar a darle cara a la vida, a esta vida que me había aferrado con toda la fuerza, luchando cada vez más para tratar de recuperarme de los efectos del cáncer.
Toda esta fortaleza que empezaba a sentir, la verdad no recordaba de donde provenía, pero siempre tenemos algo en nuestro interior que nos habla y nos dice cosas, unos lo llaman intuición yo lo llamo Dios. Cuando lo buscamos él está siempre dentro de nosotros.
Cuando todo esto pensaba se vinieron los recuerdos cual caballos desbocados y se llenó mi mente de una claridad asombrosa, recordé que durante muchos años me dediqué al estudio de la metafísica aplicada. Ésta me enseñó a reconocer mi interior y encontrar la paz y la tranquilidad, pero por sobre todas las cosas encontré a mi Cristo interior.
Esto me hacía sentir que mi espíritu lo podía elevar más alto que las montañas, y podía sentir la presencia de esa energía universal que me llenaba de amor y felicidad.
Luego algo precioso ocurrió en mi vida, en el primer viaje al Perú conocí a un maestro de Reiki, que al conversar conmigo, me invitó a estudiar las técnicas de Reiki (sanación por imposición de manos). Después de algunos años de estudio y práctica, obtuve las maestrías de la técnica tradicional y la técnica japonesa.
Con estos conocimientos he colaborado, aplicando Reiki a los pacientes en SOLCA en Santa Elena y de manera particular. Apliqué Reiki hasta que esta enfermedad llamada cáncer me llamó y me obligó a dedicarme a mí misma.
Me había quedado sin caminar, no podia mover las piernas ni los brazos ya que los tenía adormecidos. Los alimentos mi hija me los daba en la boca, todos los movimientos que hacía con mi cuerpo eran una tortura, naturalmente, no tenía dolores, pero en el estado en que me encontraba, era algo espantoso.
En las circunstancias en que me encontraba, era necesario tener una alimentación excelente, “mi Johi”, como llamo a mi hija Johanna, se encargó de estos menesteres. Les cuento que me preparaba unos jugos de espinaca, berros, naranjas, eran y siguen siendo deliciosos. Las comidas, trataba de variarlas siempre, gracias a ella empecé a recuperarme.
Tengo que mencionar también a mi hijo, él con sus llamadas desde el exterior me alegraba mi espíritu, mi esposo tenía que cargarme para que pueda sentarme en la silla de ruedas, que sería entonces, mi compañera.
Así continuábamos día tras día, la verdad yo no sabía como ayudar, sólo podía decir: ¡GRACIAS POR ESTAR CONMIGO!
Recordé algo muy importante que vale la pena contarlo por los beneficios que trajo a mi vida espiritual, y me ayudó mucho en este largo camino que he tenido que recorrer.
Luego del sueño que tuve con la Virgen de Guadalupe yo me sentí muy unida a Ella, ya que Ella me cuidaba en mis días de pesar y de angustia.
Johi decidió comprar una planta de rosas blancas y la sembró con mucho amor en el jardín de la casa, nos habían conversado que estas eran el símbolo de la Virgen y que se iba a notar su presencia cuando dichas rosas florecieran.
Cuál sería la alegría y felicidad de todos cuando antes de mi operación floreció la primera rosa blanca, desde ese momento estas rosas blancas nos señalaban que todo iba a salir de maravilla, aún en estos momentos de angustia las rosas blancas florecen, cuando habrá después un acontecimiento positivo.
Hay que tener fe y confianza en Dios y en nosotros mismos en todos los momentos de nuestra vida, solo así podemos salir adelante y triunfar.
Como parte de mi recuperación fue la asistencia de una rehabilitadora física quien me ayudó mucho, ella me aplicaba electricidad, compresas calientes, masajes y ejercicios todos los días. Recuerdo que fue un triunfo cuando moví los pies ya que los sentía como si tuviera zapatones, los músculos de las piernas estaban adormecidos no los podía mover. Era un verdadero desastre.
Como nos damos cuenta esta enfermedad es dura y difícil de manejar, pero si ponemos toda nuestra fuerza lograremos salir adelante.
Yo seguí en manos de los médicos pero esta vez eran oncólogos.
Sabemos que aún no existe un medicamento que cure el cáncer totalmente, sabemos que es una enfermedad dolorosa, conocemos que los familiares al involucrarse todos sufren, en fin que se vuelve una verdadera tragedia.
Sabemos tantas cosas negativas pero también en la actualidad conocemos cosas positivas, como que existen medicamentos y tratamientos que nos ayudan con nuestra vida, dándonos una mejor calidad de vida y así tratar de vivir de la mejor manera posible.
Recuerdo que cuando mi oncóloga me dijo que tendría que recibir varias sesiones de radioterapia, quimioterapia, e inmunoterapia, no me van a creer respiré profundamente y me dije ¡ahora sí voy a curarme! Me llené de alegría y felicidad.
Esperaba con ansía el día que me iban a poner la quimio, naturalmente me habían contado que eso era terrible, que los malestares estomacales eran espantosos, que el pelo con el tiempo se me iba a caer.
Yo de una vez me fui con un sombrero, que mi hijo me había enviado, y me puse gafas para que nadie me viera llorar por si era doloroso. Y les cuento que no desentoné con nadie ya que todas las señoras jóvenes y las otras de más edad como yo, estaban con sombrero, la verdad es que yo me sentía muy bien, solo había cambiado de look.
No sé qué pasó conmigo no sentí ningún estrago en ninguna de las sesiones, mi cuerpo no reaccionó negativamente a la quimio ni a la inmunoterapia .Después de cada una estas sesiones me sentía tan reconfortada que los ejercicios que hacía me parecían suaves.
Poco a poco fui recuperando los músculos de mis piernas y fue un acontecimiento cuando por vez primera me paré de la silla de ruedas y di mis primeros pasos.
Cuando por vez primera di un paso lloré de felicidad y me dije a mi misma: “¡yo sabía que iba a volver a caminar!”. Eduardo, mi hijo, me había prometido llegar en esos días ya que se acercaba la navidad y yo estaba ansiosa de demostrarle mi progreso, a él y a toda mi familia.
Iba a dar unos pasos con el andador y lo hice ¡qué maravilla! Todos irradiaban felicidad igual que yo.
Cada noche anterior de la quimio y de la inmunoterapia yo le pedía a mi energía universal que me ayudara a seguir adelante, que me enseñara a aceptarme tal como estaba, que me enseñara a amarme y amar a los demás. Cada minuto de mi vida aprendí a valorarlo, a sentirme feliz y a reír hasta con el vuelo de una mariposa.
Y así continuó mi vida yendo cada veintiún días a recibir lo que me daba fortaleza y sentía que cada día superaba mi problema, mejorando mi salud.
La oncóloga estaba asombrada de verme como había progresado y me preguntó en una ocasión “¿Cómo así usted ha cambiando tanto?, ¡está muy bien!”. A lo que yo le respondí: “¡soy feliz cada vez que vengo a ponerme las vacunas, cuento los días para que esto suceda!”. Ella respondió: “si todas las personas sintieran como usted siente, esta enfermedad seria más llevadera”.
Terminada las sesiones de quimio empecé con la radioterapia. En la primera sesión fue extraño para mi entrar a un cuarto herméticamente cerrado, donde había una maquina que enviaba los rayos hacia puntos de mi cuerpo, que previamente el médico había señalado. Estas sesiones demoraban muy poco tiempo. Fueron quince y las recibía diariamente.
En todas las sesiones de radioterapia sentía dolor de cabeza y mareos pero después de cierto tiempo, estos malestares, se me quitaban.
A pesar de estos malestares yo experimentaba en mi cuerpo cambios positivos que me permitían avanzar en mi recuperación. Progresaba mas en mi caminar con andador hasta cuando lo dejé y empecé a caminar de la mano de mi esposo.
Estas sesiones de radioterapia me dieron más fuerzas para poder pararme, sentarme y los ejercicios se me hacían más fáciles, me costaban si es verdad, pero lo hacía con tanto amor y con el deseo de demostrarme a mí mismo que sí triunfaría.
Con cuanta emoción recibía a mis compañeras de colegio que me visitaban, cada una contaba una anécdota de cuando éramos jóvenes, me hicieron pasar ratos agradables y me demostraron que las enfermedades no separan a las personas sino que las une más.
Todas me ayudaban de una forma u otra pero lo principal fue el amor que me dieron y que continúa hasta ahora.
A más de mis compañeras, estuvieron a mi lado las religiosas del colegio María Auxiliadora, donde estudian mis nietas, que al conocer de mi enfermedad, venían a visitarme y orábamos juntas. En una de sus visitas me contaron la historia de Sor María Troncati, una religiosa salesiana que había venido al Ecuador desde muy joven y se radicó en el oriente y estuvo dedicada a la curación de los enfermos.
La historia de ella me impactó y recuerdo su pensamiento: “No pido nada porque quiero a toda costa hacer la voluntad de Dios”.
Yo creo que mis súplicas y las de religiosas salesianas dirigidas a Sor María Troncati, fueron escuchadas por la Energía Universal ya que todavía estoy aquí y casi totalmente restablecida.
Sor María Troncati fue beatificada el 24 de Noviembre del 2012 en el coliseo de Las Lomas en Macas – Ecuador.
Cuando recibía las terapias habían muchos pacientes y conversaba con ellos, algunos estaban de malgenio, enojados, y yo les decía que hay que recibir las vacunas contentos y felices ya que esto nos va a curar. Conversaba de la fe y la voluntad que debemos de tener para vencer los obstáculos.
Mejoré tanto con las terapias de quimio, inmuno y radioterapia, que al verme ahora me siento tan distinta a la que fui hace dos años atrás. Esta enfermedad llamada cáncer jamás doblegó mi espíritu y siempre me sentí fuerte para continuar luchando.
No todo es malo en las enfermedades, tal fue mi restablecimiento, que decidí escribir sobre todo lo que me había ocurrido. Esta idea la tenía hace muchos años, escribir sobre mis vivencias, mis sueños, en fin sobre tantas cosas que nos ocurren día a día.
Queremos hacerlo pero siempre estamos ocupados en otras cosas y no tenemos tiempo para dedicarlo a nosotros, pero gracias a esta enfermedad llamada cáncer, estoy escribiendo. Ella me dio el tiempo; me dio las ideas me dio paciencia, me dio el valor y me quito el miedo.
Si es verdad que esta enfermedad llamada cáncer es fuerte, es dura pero nosotros tenemos que ser más fuertes que ella llenarnos de energía y voluntad y de amor para vencer todo el mal que se nos presenta y no dejarnos vencer. Y si yo en estos momentos estoy escribiendo es porque, la fe que mueve montañas no me abandona y nunca me dejará, y continuaré luchando hasta el final.
Espero con todo mi corazón que este escrito ayude a las personas, que como yo, hemos padecido tanto y que así logren salir adelante con fe con optimismo y sin mirar atrás. Y que se tenga el valor y coraje de enfrentarla, ¡sin miedos!, olvidando el rencor llenando el espíritu de paz y amor, y cada vez que se reciba la vacuna pensar que: SOLO POR HOY ESTÁ SOLUCIONADO Y QUE MAÑANA SERÁ OTRO HOY MEJOR QUE EL ANTERIOR.
Gracias a todos los que han leído este artículo, fue escrito con todo mi amor y con el deseo profundo de ayudar a las personas que como yo padecen de esta enfermedad llamada cáncer.
Fin.
Emocionada por esta experiencia. Sus apellidos me hicieron leer su escrito, Mi padre también era Arteaga y conozco familias Garcia, porque soy manabita.
Dios la bendiga y gracias por compartir
Ha sido muy conmovedor y ejemplo a seguir. Todos de alguna manera estamos cercanos al cáncer y tiene Ud. razón el no odiar al mundo por que me tocó, ayuda mucho y ya no son pocos los que lo han vencido, con fe, con optimismo y sobre todo con mucha entereza.
Gracias.
Gracias por compartir sus vivencias , son ejemplo de valor y fe que sin duda ayudara a muchas personas , a reflexionar sobre la forma de ver la vida, muchas veces no la valoramos
Un verdadero testimonio de lucha, valor y fe. Gracias por compartir ya que sirve de ejemplo a quienes padecen la enfermedad y sus familias.
Isabel
el tiempo que estoy tomando es para resaltar la dulzura de las palabras, de la figura «mamá» del amor de la familia y la templanza de la vida por vivir.
Mi querida Gloria realmente eres un ejemplo de fuerza, voluntad, y sobre todo de mucho amor. Desde que te conoci me llamo la atención esa luz que llevas en tu interior y que lo transmites a todos. Gracias por compartir tan hermoso testimonio y a la vez tmbn compartir e con personas muy queridas y que están pasando por esta enfermedad llamada cáncer. Dios te bendiga
Mi muy querida amiga….siempre y desde que tuve el gusto de conocerte, tuviste una forma muy especial de ver y vivir la vida…..hoy nuevamente estás demostrando que eres una mujer valiente y muy distinta al resto de los mortales…sigues siendo muy fuerte y una luchadora. Tienes a tu lado una familia que te ama entrañablemente y un esposo (mi padrino) que está a tu lado con su inmenso amor .
Esto tiene un nombre…se llama…»Valentía», me he quedado sin palabras, te felicito Tia bella, un abrazote, te quiero mucho por ser como eres….un ejemplo a seguir-