La Vida de los Otros, es el título de la película sobre la Stasi, la policía secreta del régimen comunista de la República Democrática Alemana con 80 mil agentes y alrededor de 180 mil informantes, creada en 1950 y eliminada 1989; esta agencia vigilaba cada día la vida de los ciudadanos alemanes; despiadada y cruel, era el instrumento más eficaz de control del régimen totalitario. La película cuenta la historia del capitán Gerd Wiesler, convencido comunista, que recibe el encargo de vigilar y espiar a la pareja formada por Georg Dreyman, un importante literato, y Christa-María Sieland, una famosa actriz. El objetivo es verificar si Dreyman tiene alguna conexión con los disidentes del régimen.
Wiesler, seducido por Christa, se desvía paulatinamente de su objetivo inicial de encontrar pruebas inculpatorias sobre Dreyman. A lo largo de la misión se percata también de la corrupción y el despotismo del régimen en el que vive y que alcanza incluso a sus propios amigos y superiores y, viendo mermada la fe en su propio gobierno, decide proteger a Dreyman escribiendo datos intrascendentes en los informes.
Entre los seguidores de la Stasi tenemos al gobierno Sirio de Bashar Al Assad, que es el segundo tomo de la brutal dictadura de su padre. Miles de opositores han sido arrestados, torturados y asesinados desde el inicio de su mandato; su hermano, Maher, sería el responsable de la represión, ya que es el comandante de las fuerzas especiales sirias; además, ejerce el control de las temidas milicias denominadas Shabbiha. Se dice que las “Shabbiha no son más que bandas de criminales compuesta por matones y delincuentes afines al régimen dictatorial sirio”, muy similares a los brutales Tonton Macoute en Haiti, en tiempos de los Duvalier, o a los Batallones de la Dignidad en la narcocracia de Noriega, en Panamá.
Este y otros ejemplos de dictadores que hemos tenido en Latinoamérica, lograron seducir a sus pueblos y los convencieron de que eran sus salvadores y que estaban para redimirlos, de esa forma se perpetuaron en el poder. Con especial audacia fueron copando todos los poderes, anulando a la oposición política, amordazando a la prensa, creando organizaciones paramilitares paralelas a las FF.AA. a su personal servicio o manipulando a los mandos militares y haciéndolos sus cómplices; igualmente, la represión era brutal. Su figura paternalista le creaba la aureola de redentor imprescindible; sus parientes cercanos y su círculo íntimo amasaban gigantescas fortunas para el dispendio, mientras su pueblo se ahogaba en la miseria.
Dios quiera que estas organizaciones represivas y estos gobiernos brutales jamás vuelvan para atormentar a nuestros pueblos.
Interesante como siempre.
Comunismo, despotismo y corrupción van de la mano. Lamentablemente Latinoamérica aún no se ha librado de sus viejos demonios. Seguimos con dictaduras brutales y solapadas.
El viejo adagio: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, es nuestra cotidiana realidad.
YA LO DIJO LOPE DE VEGA, DÑA.WILMA.»PUESTO QUE EL PUEBLO ES NECIO, QUE PAGUE EL PRECIO.»!!!!!!!!!!