Todo lo que está afuera de los espacios cerrados, particulares o públicos, libres y abiertos, son espacios propiedad de la ciudadanía. Pertenecen a clasificaciones casi imposibles de definir con sus zonas variantes y variables, libres, públicas, semi públicas y privadas. Son lugares en donde se expresa la democracia y reprimen las dictaduras. Son lugares de transporte, circulación, intercambio comercial y contacto social entre conocidos y desconocidos. En fin, son escenarios de expresión individual y colectiva en donde se muestra el contento o descontento de los diferentes grupos humanos de opinión. El espacio público vive y se genera cuando actúan en conjunto la escenografía y la coreografía urbanas.
El guayaquileño, nacido o avecindado, es extrovertido, buen usuario y buen consumidor del espacio exterior a su vivienda. La Calle para circular, jugar pelota, celebrar bailando, desafiar al vehículo o colgar publicidad (transversales a Portete, Los Ríos, Tungurahua). La Plaza para aniversarios políticos, teatro al aire libre, mítines de oposición, censura o apoyo a políticas de diferente índole o el simple comercio menor (San Francisco, de la Administración). El Parque para la gimnasia diaria, el correteo de los niños, el “relax” de los adultos mayores, la simple contemplación de la naturaleza y la oxigenación del área circundante (parque Clemente Yerovi). Bordes para recorridos visuales o físicos, celebraciones, espectáculos al aire libre (Malecón 2000, parques lineales a orillas de los Esteros). La esquina del barrio para reunirse con amigos y vecinos después de horas de trabajo y “echarse unas bielas”. Todos estos elementos y más son buenos y aptos para ejercer el uso o abuso del espacio que se considera público y el ciudadano lo estima como propiedad individual a compartir con vecinos o con conocidos y extraños.
La actividad indistinta e indiscriminada, que se realiza en el espacio público, forma parte de gran arraigo en la vida ciudadana y además, contribuye, considerablemente, a la escenificación visual de la Ciudad, sus Barrios y sus Habitantes.
El espacio urbano es necesario cuidarlo, cultivarlo, morigerarlo y, sobre todo, hacer de alguna manera que el ciudadano lo utilice con respeto, lo comparta con camaradería y lo preserve para el uso de la comunidad, para la estética de la urbe, y el tipismo para mostrar al turista que tanto deseamos nos visite.
El diseñador debe tener conciencia del espacio público que no es otra cosa que la suma de las decisiones individuales que toman los ciudadanos sobre el uso diario de su ciudad. No existen guiones escritos de antemano. La Ciudad es el escenario de la improvisación. Se inspira así la aportación de barrios activos y ciudadanos que ya no pueden ser entendidos como consumidores pasivos de un producto de ciudad impuesto, sino de una forma de vida, de una memoria colectiva y de un denominador común de comportamiento social. Activemos, incentivemos y renovemos el compromiso ciudadano con lo cívico del espacio. Esto es fundamental para darle valor a la Ciudad y proyectar sobre ella, utilizando el imaginario social expresado por la colectividad