Los hindúes llaman “avidya” a la ignorancia, y se refieren con ese término a cada átomo ilusorio, que unido a otros más forman Maya, la oscuridad, que impide al ser humano captar la luz que vive en él y lo ilumina desde su interior. Lo guía y lo introduce en el Verdadero Camino de la Vida.
Para entender mejor de lo que estoy hablando, es bueno comprender que ignorantes somos todos. Inclusive mientras el sabio es más sabio, entiende que sabe poco. Y es que ese “saber” al que me refiero no es el saber del intelecto. Llenar la mente de conocimiento intelectual o teórico, no es la aspiración profunda del ser. Encontrar el conocimiento de Dios, de la flama eterna que nos abarca a todos, esa es la meta de toda la humanidad. Un conocimiento que no tiene que ver con el intelecto, porque es un conocimiento intuitivo, trabaja desde la raíz del alma, llega de lo profundo al corazón y una vez alcanzado eleva al ser humano al lugar que le corresponde, al de hijo de Dios.
¿Y por qué, ignorantes somos todos? Porque si no, el santoral estuviera a reventar de tanta gente iluminada. Todos vamos por un sendero, unos con el cielo despejado, otros a media luz, otras en penumbra, otros tropezando contra las paredes o cayendo ante cada obstáculo perdidos en la más completa oscuridad.
Pero la luz está siempre al final del túnel, o a lo lejos, cruzando el horizonte. La luz no nos abandona, porque somos parte de ella y también somos el objeto en que esa luz se refleja. Por eso podemos no solo iluminar nuestra propia existencia, sino dar esa luz a los demás. No es luz propia, ha sido dada por el Amor que nos dio el soplo de la vida.
La ignorancia causa odio y miedo hacía la gente, hacía otras culturas, hacía lo desconocido, e inclusive hacia lo que tenemos cerca, y hacia aquello que amamos. Y esto es, porque ignoramos que así como nosotros somos el reflejo de la Luz y somos portadores de la Luz, los demás, sean quienes sean, son igualmente receptores, reflectores y portadores de Aquello que disipa la oscuridad, elimina las tinieblas y nos despeja el camino.
Es en extremo gratificante leer un texto como este, venido de una joven que ha siso bendecida por una sensibilidad especial y una capacidad para discernir que la acerca a la sabiduría en el momento que transmite sus ideas.