22 noviembre, 2024

La ignorancia

Los hindúes llaman “avidya” a la ignorancia, y se refieren con ese término a cada átomo ilusorio, que unido a otros más forman Maya, la oscuridad, que impide al ser humano captar la luz que vive en él y lo ilumina desde su interior. Lo guía y lo introduce en el Verdadero Camino de la Vida.

Para entender mejor de lo que estoy hablando, es bueno comprender que ignorantes somos todos. Inclusive mientras el sabio es más sabio, entiende que sabe poco. Y es que ese “saber” al que me refiero no es el saber del intelecto. Llenar la mente de conocimiento intelectual o teórico, no es la aspiración profunda del ser. Encontrar el conocimiento de Dios, de la flama eterna que nos abarca a todos, esa es la meta de toda la humanidad. Un conocimiento que no tiene que ver con el intelecto, porque es un conocimiento intuitivo, trabaja desde la raíz del alma, llega de lo profundo al corazón y una vez alcanzado eleva al ser humano al lugar que le corresponde, al de hijo de Dios.

¿Y por qué, ignorantes somos todos? Porque si no, el santoral estuviera a reventar de tanta gente iluminada. Todos vamos por un sendero, unos con el cielo despejado, otros a media luz, otras en penumbra, otros tropezando contra las paredes o cayendo ante cada obstáculo perdidos en la más completa oscuridad.

Pero la luz está siempre al final del túnel, o a lo lejos, cruzando el horizonte. La luz no nos abandona, porque somos parte de ella y también somos el objeto en que esa luz se refleja. Por eso podemos no solo iluminar nuestra propia existencia, sino dar esa luz a los demás. No es luz propia, ha sido dada por el Amor que nos dio el soplo de la vida.

La ignorancia causa odio y miedo hacía la gente, hacía otras culturas, hacía lo desconocido, e inclusive hacia lo que tenemos cerca, y hacia aquello que amamos. Y esto es, porque ignoramos que así como nosotros somos el reflejo de la Luz y somos portadores de la Luz, los demás, sean quienes sean, son igualmente receptores, reflectores y portadores de Aquello que disipa la oscuridad, elimina las tinieblas y nos despeja el camino.

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Las ineludibles responsabilidades de los progenitores hacia sus hijos, están previstas y claramente establecidas en el Código Orgánico de la Niñez y Adolescencia, aprobado y expedido en legislaciones anteriores, así como legitimado a través de reformas aprobadas en el 2009 en la actual asamblea (Derogatorias de los Arts. 126 al 147). De igual manera, la actual constitución; garantista por excelencia de los derechos en ella enunciados, privilegia de manera expresa y sin excepciones aquellos preceptos que obviamente soportan un estatus justo en beneficio de aquellos que constitucionalmente son considerados los más vulnerables.

Comparto plenamente la direccionalidad que conlleva a la aplicación de estos preceptos legales pues; cada padre y cada madre, planificado o no el advenimiento de un hijo, son los directos y legítimos responsables de lo que, pre y post concepción y parto, va a suceder con cada uno de sus hijos. De ahí pues que al crearse y establecerse justos mecanismos de protección y de defensa a favor de aquellos derechos de los niños, se está logrando con esto la vigencia plena de principios que garanticen la verdadera armonía y el buen vivir de los niños en función de los demás.

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  1. Es en extremo gratificante leer un texto como este, venido de una joven que ha siso bendecida por una sensibilidad especial y una capacidad para discernir que la acerca a la sabiduría en el momento que transmite sus ideas.

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