Salieron de todos los lagos, mares, ríos, riachuelos, cascadas que rodean la ciudad, formando una poderosa columna diáfana e indestructible, que alcanzaba desde la orilla sur del malecón hasta Durán, de orilla a orilla, una distancia como desde la Torre Morisca hasta Pascuales.
El viento acariciaba a todos los desfilantes convocados. Se trataban de miles de pescados: lisas, pargos, corvinas, atunes, caballas, robalos, etcétera; además camarones, langostinos, cangrejos y jaibas que habían resuelto dejar las aguas para desfilar por las calles de la urbe y rendir homenaje a Guayaquil por las fiestas octubrinas. Saludan su grandeza, su historia inolvidable e imprescindible. Su gesta de ciudad que da cobijo a todos los hijos de la patria.
Es un desfile multicolor de multimariscos, de todos los hijos de los ríos que nacen, viven, se reproducen y se dejan pescar alrededor de Guayaquil. Ellos también gritan: “La Perla grande está más grandiosa”. Entusiasmado un atún bonito dice: “Nuestro Guayaquil es la ciudad bella, única, imponente, más grata, más total”.
Todos los mariscos también salen a las calles de Guayaquil, saludándola ya no solo para brillar en los distintos platos de nuestra rica gastronomía marina, sino también para verlos todos solemnes, sin uniformes, ni trajes, ni máscaras, sin dobles discursos, ni palabras entre media y cuarta, o soy guayaquileño o no lo soy; desfilando perfectamente colocados uno detrás de cada cual, en jolgorio, homenajeando a la ciudad Perla.
Guayaquil, ciudad diamante, ciudad zeus, ciudad orquídea. Ciudad de todos los cebiches, encebollados y cazuelas. Ciudad de todos los dimes y yo te contesto. Tantos pescados y mariscos entonando un canto por nuestra ciudad madera de guerrero, ciudad camino de realizaciones y gozo.
Nuestros pescados han convivido en todas nuestras mesas, su satisfacción es alimentarnos y alimentar a nuestros hijos, recordándonos que Guayaquil es la ciudad que creó la nación, que aquí nacieron los unos y los otros, los unos viendo a los otros; ciudad que cuando cambia, cambia todo el Ecuador. Ahora, los pescados desfilando en las calles, festejando tu existir, tu magnanimidad, Guayaquil. Nada te es extraño, nadie te es extraño; todos vienen a Guayaquil, algunos dan vueltas, pero tú continúas sirviendo, atendiendo, solucionando. Eso es de grandes, por eso Guayaquil es grande, por sus hijos. Mientras me despierto, oigo caminar, no a pescados, sino a la gente, y nuestra ciudad sigue con su hospitalidad.