Siendo el matrimonio una alianza entre varón y mujer, ¿por qué en el SDV ponemos el acento en la mujer, y comenzamos por la mujer, con Mensajeras de la Vida? Aunque el SDV es un Centro de chicas, lógico, tendremos Programas en los que intervendrá el varón: Escuela de Enamorados y Novios (EDEN), Escuela de Prepadres (novios), Escuela de Padres (recién casados) y en Guías de la Vida (charlas en los colegios).
Pero comenzamos por y con la mujer, porque Dios fue el primero en hacerlo. Según la Biblia, cuando el Demonio quiso destruir la obra del Creador, lo primero que hizo es acudir a Eva, no a Adán; a la mujer, no al hombre. Cuando el Señor tramó nuestra Redención, comenzó también por la mujer. En el AT, Dios se dirige a varones (Abraham, Isaac, Jacob); en el NT, entra en tratos con una mujer, María de Nazaret, y hace de Ella la primera redimida: “Enemistad establezco entre tú y la Mujer”.
Además, pide ayuda, no a una filósofa, ni a una reina, sino a una adolescente. Dios ha “puesto sus ojos” en una chica a la que primero ha hecho Inmaculada; y Ella ha puesto los suyos en José, el “varón justo” que Dios ha creado para Ella. Dios (Dios es realmente “cupido”) movió los hilos de los dos destinos para que se aunaran al servicio del Plan de Salvación. José tuvo que ser un chico estupendo; porque si María fue Inmaculada porque Dios la hizo así, José, en cambio, que fue concebido como todos, con el pecado original, jamás tuvo ni la más pequeña mala mirada hacia su enamorada, la Inmaculada. No sé ante qué pureza extasiarme más: si ante la de ella o la de él…
Se ha hablado y escrito mucho sobre el machismo y el egoísmo del varón como su causa y explicación de la postración de la mujer. Sin que pretendamos negar lo más mínimo la parte que le corresponde al hombre, ha llegado el momento de afirmar que la mujer no sólo es víctima del varón: Ella, sin duda alguna, es dueña de sí misma y de su destino. Ante el caso, por ejemplo, de la esposa fracasada (no entro en cada caso y respeto infinitamente el sufrimiento humano), hemos de afirmar que cada mujer se casa con el hombre que elige, y la capacidad de elección depende de la formación que ella haya querido recibir y de los principios y valores que ella decida poseer. Ante la cantidad de madres solteras, otro ejemplo, hemos de decir que cada chica vive la historia de explotación afectiva y sexual que decide y que, si es verdad que el varón muchas propone el desorden sexual, es la chica la que dispone y la que, en definitiva, decide.
No es digno para la mujer, ni verdadero, seguir afirmando que ella es un ser naturalmente inmaduro, incapaz de escribir por sí misma otra historia. Mientras la mujer siga diciendo que ella es sólo víctima del varón, se condena a vivir degradada y desgraciada. Porque, lógico, mientras el varón no decida adoptar otra actitud, a ella no le queda sino seguir siendo un juguete del varón. Pero, definitivamente, ya que la mujer es dueña de sí misma y quien pone su firma y sello en sus decisiones, ella puede y debe escribir otra historia. No dudo: Así como somos los ecuatorianos quienes hundimos o rescatamos Ecuador; es la mujer la que hunde o rescata a la mujer. Por esto, en el Semillero de la Vida se oye un grito: ¡Dios necesita mujeres que rescaten a la mujer de manos de la mujer!
Si evangelizamos a la mujer, ella será a la vez “sujeto pasivo” y “sujeto activo” del apostolado familiar del SDV. La chica que ha sido receptora (“sujeto pasivo”) de nuestra formación, a su vez será quien decida (“sujeto activo”) con qué chico va a formar su hogar, y ella hará de su enamorado la primera “tierra de misiones”. En el SDV estamos convencidos de que aún quedan chicas dignas, capaces de salvar a la mujer de manos de la mujer; con coraje para comenzar la verdadera liberación femenina: la liberación del Maligno. Pero, sin duda, Dios va a necesitar chicas tan “perdidas” en Él, que el chico que quiera encontrarlas, primero tendrá que buscarle a Él. Tal como está el panorama, de ahora en adelante, la mujer que quiera ser feliz en su Matrimonio, deberá saberse de memoria la clave (a fuerza de repetirla a diario desde chiquita). Son cuatro letras: D-I-O-S.