La sucursal de la isla

Estamos en los tiempos en que el miedo nos cohíbe. Por mucho que digamos que no es verdad, la realidad es que hasta los que medran del poder tienen miedo de irse contra quién ejerce el poder.

El temor impuesto a base de la persecución y los castigos ejemplarizadores, ha logrado que cada individuo viva más preocupado por cuidar sus intereses, que de protestar por los derechos de los demás.

A nadie le conviene oponerse a los que mandan, por las serias consecuencias en que se vería sometido por exponer su libre pensamiento. Será peor todavía, si este pensamiento se opone al de los que tienen el poder.

La historia muestra que los pueblos sometidos a los tiranos, fueron divididos subyugados bajo la imposición del miedo. En la actualidad es imposible decir lo que se piensa. Es más; no existen medios por donde se lo pueda hacer, ya que la responsabilidad de la coautoría convierte a la prensa libre en una sumisa cómplice de los que ostentan el poder.

El que calla otorga; la prensa calla y otorga… Los medios se silencian y con su mutismo encubridor, facilitan para que quienes nos manejan sean los únicos que puedan difundir su mentirosa verdad. Para los que tienen el poder somos una horda de ignorantes que no hemos sabido cómo vivir el buen vivir.

Solo los salvadores de la patria saben lo que necesitamos. Nos imponen todo por la fuerza de una mayoría que en realidad son una minoría que decide todo por nosotros. Estamos en una tierra donde el consenso es una muestra de debilidad.

Vivimos en un lugar donde al pensamiento del otro no hay que respetarlo, sino aplastarlo. Para quienes nos controlan hemos sido un rebaño de ganado que hoy pretenden cambiar a un atado de borregos.

Nos ven sumisos y temerosos. Para ellos no hubo un antes, antes del ahora. Todo lo que había era malo. Solo aquello que se hace es lo que vale y nada de lo que se hiso valía. Nos dicen lo que debemos pensar y nos permiten pensar lo que les conviene que debamos pensar.

A nadie se le ocurre presentarse en una entrevista de prensa para decir sus inconformidades contra quién controla también a quien controla a quien nos debe entrevistar.

Recuerdo como se desvirtuó la revolución Castrense.

Me acuerdo con repulsión como se sometía al pensamiento y la libertad de quienes vivían en la isla.

Se prohibió que los estudiantes protesten en las calles.

Se hicieron leyes para que si lo hicieran fueran juzgados como terroristas y se los meta a prisión por veinte años.

Se controló la comunicación.

Se intervinieron los teléfonos; la prensa estaba censurada.

Solo se podía difundir lo que la dictadura quería.

Nadie podía manifestarse contra el régimen. La posibilidad de resistencia civil quedó anulada. Todo se mantuvo bajo el control de la revolución.

Todos los poderes del estado estaban supeditados al poder manejado por el poder supremo de quién se había auto elegido como el Mesías escogido para redimir a los isleños.

En ese entonces, no comprendíamos la obsesión por mantener la permanencia antidemocrática y totalitaria de quién se perennizaba en el poder y lo hacía con el manejo dictatorial de las falsas instituciones seudodemocráticas que también controlaba.

El único fin de esa dictadura era el garantizar la permanencia en el poder a quién desaforadamente no podía concebir a la alternabilidad en el ejercicio de la democracia.

Cualquier individuo que no crea en esa alternancia para la conducción del poder, es un tirano disfrazado de demócrata. Para los que tienen el poder, la razón del poder es mantenerse en el poder.

El poder corrompe; pero el poder absoluto corrompe absolutamente.

Estamos en una circunstancia similar a la isla. Nos dicen que debemos estudiar; a base del miedo nos controlan el pensar. No somos libres para manifestar nuestro derecho a la resistencia consagrada en la constitución.

Antes éramos una isla de paz, hoy somos una sucursal de la isla.

Podrán quitarnos todo; menos la esperanza. Las cosas malas no duran para siempre. Toda ola tiene una cresta; cuando se acaba la cresta, termina la espuma.

Merecemos vivir en libertad dentro de una democracia alternativa. Necesitamos una conducción equilibrada por alguien que lleve en la sangre como su meta al consenso y como auténtico demócrata viva para la independencia total entre los poderes del estado.