21 noviembre, 2024

Sensaciones

¿Será que la tristeza más profunda es la que no se expresa? ¿Que las lágrimas que no logran escaparse son las que más se lloran? Hay dolores tan grandes, tan grandes, que el cuerpo no resiste y por eso es el alma quien los sufre, entre las sombras y el silencio. Hay rostros tan apacibles, tan radiantes y, sin embargo, tan tristes. Es incomprensible cómo pueden convivir a la vez la alegría en el cuerpo y la tristeza en el alma. Sin chocarse, sin siquiera rozarse, fluyen paralelamente, como hermanas a la distancia, dichas emociones antagónicas.

Ocurre también que, por obra de azares desconocidos, cualquier mañana o tarde, también de noche, la tristeza viaja al cuerpo y la alegría visita al alma. Entonces el cuerpo conoce lo que es ser débil y el alma aprende lo que es ser joven. ¡Pobre alma que ignoraba la dicha! ¡Pobre cuerpo que repudiaba la desdicha! Condenados a lo suyo, acostumbrados a la costumbre, olvidaron que no hay lo uno sin lo otro, que lo dulce es más dulce sólo después de haber sido amargo.

En medio de dicho proceso de aprendizaje, el cual comprende varios estadios, unos más sencillos que otros, se asoma algo tímida y algo silenciosa, aquella alternativa realmente innovadora, una nueva percepción: la posibilidad del equilibrio. Se arma un puente entre lo que es y no es, para dar paso a lo que podría ser.

A fin de cuentas, la vida es el movimiento en medio de posibilidades. Si no es esto, es aquello o ambos o ninguno. Y que sea lo que sea, que la incertidumbre no da frutos maduros, que la certeza sí pero no siempre. Dios sabrá. Sólo se trata de vivir, aunque hay días en que apenas alcanza uno a sobrevivir. Cómo duele. Cómo quema. Cómo vibra. Cómo sueña. Y que sea lo que sea.

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Si tan solo volviera quince minutos…

Desde que era chico mi papá me decía que estas fiestas no le gustaban porque lo ponían melancólico. Yo no lo entendía porque siendo niño, era beneficiario de los regalos que le pedía. Sin embargo y desde hace muchos años le doy la razón, ya que con el tiempo he llegado a ser como él.

Muchos dirán que estas fiestas son bonitas porque son familiares o porque se recuerda el nacimiento del niño Jesús. Yo creo que las misma son buenas para los que tienen dinero y malas para los que carecen de él. Para los pudientes, estas navidades son sinónimo de juguetes caros, regalos costosos, celebraciones con comidas exóticas y licores finos. Sin embargo, en los barrios marginales se la vive con agua caliente endulzada por azúcar o canela y un pan.

Estos contrastes marcan la injusticia social de una sociedad que nos divide, a fuerza de obligarnos a festejar un acontecimiento cuyo mayor beneficiario es el comercio. Todos los almacenes venden más y el aparato productivo hace que la economía se reactive. La gente saca dinero de donde sea y las tarjetas de crédito son infladas a más no poder. Es imposible decirle a un niño de clase media para arriba, que esta navidad se la va a celebrar solo acudiendo a misa para recordar el nacimiento del niño Jesús. No existe forma de explicarle a un menor de edad que no hay dinero para los regalos, ya que la propaganda y la publicidad es tan fuerte, que su mensaje real y subliminal es claro y contundente: si te quieren, te darán regalos y mientras más te quieran, deberán ser más caros.

Locuras mías

La vida es un suceso fascinante. Un transitar indescifrable por el caminar de los enigmas.

Lo maravilloso de esta mágica ilusión es su misterio. A pesar de lo que tengamos en común, cada vida es un acertijo para cada quién. Debemos recorrer nuestro sendero utilizando la potencialidad de nuestra mente; El tiempo es una realidad inexistente. Es un invento humano para dar sentido a la experiencia. No existe el pasado porque ya pasó; tampoco el futuro porque no pasó. No hay pasado ni futuro porque ambos solo son palabras para definir dos realidades que no existen.

El presente es la realidad. El ahora no tiene pasado ni futuro; solo ahora. Como el presente existe entre el pasado y el futuro que no existen, es una existencia entre dos inexistencialidades y no puede haber una existencia entre dos inexistencialidades. El presente es un acto perceptivo de conciencia. Una efímera convicción de certidumbre. Solo somos conscientes del presente y todo presente es intemporal porque carece de tiempo.

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