Había una vez un pastor que caminaba junto a una cabra que tenía atada a una cuerda.Lo hacía por el único sendero que existía. Por él debía llegar rápidamente a la casa de su madre. La misma se encontraba gravemente enferma y tenía que tomar leche de la cabra para no morir.
En su presuroso caminar; el pastor llegó a un pequeño puente. Al final del mismo se encontraba un enorme y furibundo tigre que se movía desesperadamente como esperando a alguien para atacarlo.
En vista de no poder pasar por otro lado para seguir el camino, el pastor trató de convencer al tigre para que no los matara y los dejara continuar. Le habló sobre la urgencia que tenía por la enfermedad de su madre y le dijo que si no llegaba con la leche de la cabra, la misma moriría. Argumentó lo mejor que pudo para que el tigre no los descuartizara y los dejara pasar.
Pese a todo lo que suplicó, la bestia permanecía furiosa y estaba lista para liquidarlos. Gruñía constantemente mientras mostraba sus desgarradores dientes. De sus dos colmillos chorreaba a borbotones una saliva sucia que embarraba todo movimiento que efectuaba el asesino. El felino se movía como un homicida desquiciado que necesitaba desesperadamente asesinar. Su morbo se alimentaba con aberración y maldad, por la seguridad que tenía de destripar a esos dos seres que le suplicaban que no lo haga.
El problema era mucho más grave de lo que parecía; ya que no había ninguna barrera para impedir que el tigre cruzara el puente hacia ellos y se comiera a los dos.
El pastor se llenó de gran ansiedad cuando comprendió que no podía hacer nada para que la fiera depravada no los mate.
Resignado a su nefasto destino, el pastor miró a la cabra y le dijo:
-¡Cuando yo me adelante y el tigre me ataque; corre y salva tu vida!.
Así lo iba a hacer cuando en un descuido del pastor, la oveja se le escapó y corrió hasta cruzar el puente para llegar al lugar donde estaba el tigre.
Mientras se acercaba a su segura muerte; le gritaba al pastor:
-¡Corre pastor! ¡Corre y salva tu vida!-
– ¡No te preocupes por mí! – ¡Por ti no me importa morir!-
-¡Has sido tan bueno conmigo!
-¡Me cuidaste, me alimentaste y me quisiste como si fuera tu propia sangre!
-¡Dar mi vida a cambio de la tuya, es ofrecerte muy poco por la maravillosa vida que me has hecho vivir!
-¡No tengo palabras para agradecerte… Adiós
Una vez que estuvo a pocos centímetros del tigre y lista para morir; se resignó a su fatal suerte. Si la furibunda bestia lo hubiera querido, de un zarpazo o una mordida mataba a la cabra que había ofrendado su vida para que su amigo viva.
Cuando estaba abandonada para lo peor; el tigre miró fijamente a los entregados ojos de la cabra. Abandonada a su fatal destino; solo esperaba ser devorada por la ferocidad del tigre. En lugar de comérsela; el felino lentamente parpadeó.
Dejó de rugir y no se movía. Su fiera mirada se había transformado en una compasiva contemplación a la sorprendida cabra. Con voz serena y conciliadora el tigre se dirigió a la cabra y al pastor:
– ¡No teman!- ¡No los voy a matar! Me ha conmovido la ofrenda de tu vida; le dijo a la cabra.
– ¡No solo que no los mataré; sino que voy a cuidarlos para que nadie lo haga!-.
Atónitos e incrédulos; el pastor y la cabra comenzaron a caminar por el sendero bajo la protección del tigre.
A partir de ese día el felino se dedicó a cuidarlos… Lo sanguinario del tigre no estaba en su agresividad. Su despiadado accionar se originaba por el miedo que tenía. El terror lo hacía reaccionar para causar dolor. Mataba por miedo a que lo maten. Como desconfiaba de todos; mataba a todos. En el momento que vivió en su corazón la ofrenda de amor de la cabra por su pastor; dejó de sentir miedo. Ya no temía, no tenía agresividad.
Al conmoverse por la demostración de la cabra; experimentó el amor. Quiso que alguien sintiera por él, lo que había visto sentir a la cabra por su pastor. Entonces decidió ofrendar su amistad a quienes iba a asesinar. Dedicó el resto de su vida para amarlos a los dos…
El amor es la energía que mueve al universo.
El miedo es la sinrazón que torna bestias a los animales.
este es un cuento para ser enviado directamente a RAFAEL CORREA, el miedo es el que lo hace furioso y se quiere COMER A LAS ASAMBLEISTAS, PERO PRIMERO MLAS ATEMORIZA….POR MIEDO….LUEGO LAS INSULTA Y CALIFICATIVOS DE TRAICIONERAS…..POR MIEDO….