Lo que todo ecuatoriano debe conocer sobre el caso Chevron. I parte

Corría 1964, cuando el estado ecuatoriano firmó un contrato de concesión con Texaco, empresa que asume, mediante una de sus concesionarias, el rol de operador único del consorcio. Hasta el año 1977, se habían producido algunos movimientos en la composición accionaria del consorcio, pero Texaco mantenía y mantuvo su función como único responsable de las operaciones en la Amazonía ecuatoriana concesionada en 1964; donde conservó su función de operador hasta 1990. La concesión termina en 1992, fecha en la que Texaco, luego de cometer un extraordinario abuso ecológico a la selva del Ecuador, se retira del país.

En el año 1993, se da inicio al conocido como juicio Aguinda, en el distrito sur de la corte de Nueva York, donde el grupo de demandantes, formado por nativos amazónicos liderados por un equipo de abogados estadounidenses y ecuatorianos, alegaron que entre 1964 y 1992 las actividades de operación petrolera contaminaron la selva y los ríos de Ecuador y amparados en teorías de negligencia, molestias públicas y privadas, de responsabilidad objetiva, supervisión médica, trasgresión, conspiración civil y de violaciones, al conocido como Alien Tort Claims Act en los Estados Unidos, reclamaban a Chevron el reconocimiento de daños económicos, una amplia reparación equitativa para corregir la contaminación de las fuentes y el medio ambiente, entre los reclamos más importantes.

Chevron, mientras tanto, que ya había adquirido a Texaco, gastó una fortuna en abogados que proponían la tesis de forum non-conveniens, es decir, le pedía a la corte encargada del caso, que desechara el proceso por presentar inconveniente para las partes. Arguyó que el caso debía ser transferido a una corte más conveniente, esto es, obviamente, la de Lago Agrio. Le tomó 10 años de caros y lujosos abogados estadounidenses a Chevron para que la corte neoyorquina favoreciera su alegato, pero era un gran objetivo dentro de su gran estrategia que poco a poco se ha ido develando. La gigante petrolera, para apoyar su tesis, presentó decenas de documentos juramentados, admitiendo que las cortes ecuatorianas eran capaces y trasparentes, y que prometía como empresa, respetar la decisión de las mismas.

Es importante que todos conozcan, que en el año 2006, luego del escándalo de la Pichi corte, Chevron volvió a defender en un caso presentado en su contra, en el estado de California, el alegato de forum non-conveniens, para recuperar el caso y llevarlo de vuelta nuevamente a las cortes ecuatorianas…Extraordinariamente extraño¡

Inexplicablemente, en medio del proceso abierto en Nueva York, donde Chevron hacía lo imposible por que el caso regrese a Ecuador, y antes de que se logre el veredicto de fórum non-conveniens, una serie de burócratas ecuatorianos, en 1995, 1996 y 1998 firman actas de liberación, que indudablemente eran los documento que aseguraban el gol perfecto para la empresa petrolera en su plan para no reconocer ningún daño a los ciudadanos ecuatorianos afectados por las malas prácticas de su operación petrolera. No solo es un tema económico, es un tema de prestigio y apariencias, que son igual de importantes dentro de los valores corporativos de estos gigantes empresariales.

Pero los resultados positivos obtenidos por Chevron, para su desgracia, generan cuestionamientos que deben ser respondidos.

Acaso, desde entonces Chevron, por medio de sus contratistas ecuatorianos, que incluyen jueces, abogados, buenos samaritanos, especialistas en todo lo que se le pueda ocurrir y favorecer Chevron, relacionistas públicos, prensa, etc…consideró que los honorarios de todos estos ecuatorianos, le resultarían infinitamente más económicos que tener que pagar por los daños heredados de uno de los más grandes abusos que conoce la humanidad contra el medio ambiente. Pues tanta denuncia de corrupción, tantos testigos comprados en el camino, tantos reportes escondidos y eliminados, tanta inversión en abogados y profesionales de cabildeo, tanta presión y tanta persecución a todos y a todo lo que se les interpone en su camino, dejan un sabor tan amargo, pero no tanto como el sufrimiento de los ecuatorianos afectados por los abusos ambientales.