Mucho de la literatura científica económica analiza de diversas formas el proceso, objetivos, ventaja y desventajas de un proceso de dolarización. Algunos académicos la han considerado resultado de la ausencia de credibilidad (Horvath, 2004). Este último, en el Czech Journal of Economic Finance, pone énfasis en la falta de credibilidad que existe en las llamadas “economías emergentes” hacia las políticas monetarias que implementan las autoridades económicas. Esta ausencia de credibilidad genera mayores presiones inflacionarias (muy por encima del nivel de equilibrio). El sector privado se anticipa y especula. Las autoridades monetarias encontrarán que es muy difícil “desinflar” la economía y generar nuevamente credibilidad. Finalmente, encuentra que la única manera es dolarizar la economía.
Los prestigiosos economistas Guillermo Calvo y Carmen Reinhart consideran deseable la dolarización cuando la economía está ya semi-dolarizada (Calvo y Reinhart, 2001). También Calvo y Minda (2005) advierten de los pros y contras de la dolarización. Alberto Alesina y Robert Barro (2001), éste último Premio Nobel de Economía, argumentan que el cambio a la moneda de otro país “elimina la discrecionalidad de la política monetaria, la que a su vez causa inflación”. Es muy importante la opinión de otro ganador del Premio Nobel de Economía, Rudiger Dornbusch (2001), quien indica que aquellos países que abandonan su moneda doméstica crecen más rápido que aquellos que la mantienen. Alexander Minda (2006), profesor del Instituto de Estudios Políticos de Tolousse, también considera que la dolarización es una muestra del compromiso de un gobierno hacia la estabilización.
También cabe mencionar el trabajo de Quispe-Agnoli y Whistler (2006) indica que entre los beneficios de la dolarización se incluye la eliminación del riesgo cambiario, así como de la tasa de inflación y de las expectativas inflacionarias.
Uno de los trabajos más amplios sobre el tema es el realizado por Panteleo Kessy (2011), del Banco de Tanzania, quien basándose en el trabajo de Meyer (2000) hace una distinción entre tres tipos de dolarización. Primero, la dolarización oficial, en la que existe una sustitución completa de la moneda local por otra foránea. En este caso, la nueva moneda adoptada desempeña tres funciones fundamentales: medio de pago, unidad de cuenta y depósito de valor. Ejemplos de este caso, señala a Panamá y Ecuador. Otro tipo es la semi-dolarización oficial, situación en la que tanto la moneda local como la foránea, circulan libremente en la economía. Este es el caso de Lesotho y Swazilandia, donde sus monedas circulan junto con el Rand Sudafricano. El otro tipo es la dolarización no oficial, en que todas las transacciones privadas se realizan con la moneda foránea, pero la moneda de curso legal es la doméstica.
Al respecto de lo anterior, De Nicolò et al (2005) define a su vez tres genéricos de dolarización no oficial: i) dolarización en transacciones, también llamada “sustitución de moneda”, que comprende el uso de moneda extranjera para realizar transacciones diversas, ii) dolarización financiera, llamada “sustitución de activos”, en la que los tenedores privados de activos o pasivos financieros mantienen su posición en moneda extranjera; y, iii) dolarización real, que consiste en la indexación de los precios locales y salarios a una moneda extranjera.
Según enfatizan Keely y Kess (2013), “teóricamente la dolarización está basada en el trabajo de Hayek, 1976, Choice in Currency”. En el mismo tema, Noko (2011), señala que “la dolarización es la manifestación concreta del programa de escogimiento de una moneda, legalizando así la sustitución de la moneda. Esto es un reconocimiento indirecto de la función de la moneda como propiedad privada.” Hayek ataca el tema en un nivel individual; “escoger una moneda trae beneficios a la totalidad del Estado; a no ser que la élite gobernante considere que las bajas tasas de inflación, una política monetaria creíble y la estabilidad económica, como factores negativos.”
En su trabajo acerca de Zimbabwe, Noko concluye que la dolarización ha sido una herramienta que ha asegurado una estabilidad monetaria, ha generado credibilidad y ha incrementado la certidumbre en los inversionistas.
Muchos de los defensores de la dolarización presentan múltiples ventajas de este esquema. Entre ellas, la estabilidad macroeconómica en el mediano y largo plazo. Otra, no más emisión inorgánica para eliminar un déficit fiscal. En el área financiera, tasas de interés a niveles internacionales y entrada de capitales de mediano y largo plazo, dada la aparente estabilidad macroeconómica. Adicionalmente, el país ya no estaría inundado de capitales golondrina, como sucedió en los mediados de los noventa. El crecimiento económico resultante, generaría más empleo, y, por ende, una reducción de la pobreza.
Toda esta estabilidad permitiría al país una mayor integración en el contexto regional y mundial (Beckerman y Solimano, 2002).
Por otra parte, hay los detractores de una dolarización. Estos presentan argumentos de tipo dogmático, como pérdida de soberanía; y otros, como Larrain y Velasco (2002), quienes argumentan que al no existir un “prestamista de última instancia”, no hay quien afine la estabilidad del sector financiero mediante el otorgamiento de créditos adicionales, previniendo así corridas bancarias.
Para otros estudiosos del tema, una dolarización u adopción de otra moneda extranjera, implica también la pérdida de una importante fuente de ingresos: el señoreaje. En el caso de Ecuador, habrá perdido esa fuente importante de ingresos y la transfería al Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Sobre el punto anterior, cabe mencionar que el ingreso por concepto de señoreaje no era significativo.
Entre las desventajas que señala Calvo (2002) acerca de la dolarización, pese a ser un simpatizante de la misma, está lo que Fischer llamara “deflación de la deuda”, cuyas consecuencias podría desencadenar en una espiral viciosa. Otros estudiosos del tema, como Chang y Velasco (2000), argumentan que “dada la rigidez del régimen de dolarización, el riesgo país podría ser mayor que un régimen más flexible”. Edwards (2001), se concentra en lo acontecido en Panamá. Argumenta que la experiencia de ese país “refuta los clichés de quienes proponen la dolarización”. Señala que “si bien Panamá ha tenido éxito en combatir la inflación, sin embargo las perturbaciones externas han significado mayores costos sobre la inversión y el crecimiento; ha tenido serios problemas fiscales……..ha sufrido serias crisis bancarias…….”
Otros estudios como el de Schmitt-Grohé y Uribe (2000) que analiza los costos del ciclo económico de la economía mejicana bajo posibles escenarios, en los que simulan perturbaciones financieras y comerciales en un esquema de dolarización. Los resultados indican que:
“la dolarización es el peor régimen”. Sin embargo vale aclarar que esta es una hipótesis muy difícil de comprobar y por ende habría que dudar de estos resultados, dado que los autores se basan en posibles escenarios, asumiendo situaciones fuera de toda lógica con respecto a la estructura económica de Méjico.
Otro estudio que analiza el caso ecuatoriano (Roubini, 2001) concluye que para el Ecuador, la dolarización no ha sido ninguna panacea. Basa esta conclusión en que a pesar de esta y otras reformas implementadas, el Ecuador seguía pagando una prima riesgo-país elevada y que “la recuperación del 2001 parece estar motorizada por el aumento del precio del petróleo y las remesas…”Este argumento parecería ser muy limitado, considerando que el riesgo-país es el resultado de una evaluación mucho más completa.
Carlos Larrea Maldonado, en “Dolarización, Crisis y Pobreza en Ecuador” (2008), pone énfasis en los efectos sociales de la dolarización, con resultados no tan halagadores. Comenta: “El mantenimiento y consolidación de la dolarización demanda una substancial inversión en capital humano y físico, que eleve la productividad y conduzca a una diversificación de la oferta de bienes transables en condiciones internacionalmente competitivas. Un cambio de esta magnitud solo puede operarse en el mediano plazo y requiere flujos financieros y de condiciones institucionales difícilmente disponibles en el corto y mediano plazo.”
El mismo autor menciona que de no darse estos cambios en las políticas económicas y sociales, el mantenimiento de la dolarización conducirá a un escenario de lento crecimiento.
Adicionalmente, Beckerman y Douglas (2002) y Solimano (2002), comentan también sobre las ventajas y desventajas de la dolarización en el Ecuador. Para este último, la dolarización tuvo éxito en estabilizar las expectativas, lo que se vio reflejado en la reducción de la tasas de interés y en el mejoramiento de la repatriación de capitales. Esto, a su vez, se vio reflejado en el aumento de depósitos en la banca. Asimismo, el IB registró una recuperación gradual. Para el 2001 el desempleo había caído y los salarios reales se habían estabilizado.
Pero, como muchos académicos y estudios del tema de dolarización, este tiene que ir acompañada de una serie de reformas para tener éxito en el mediano plazo. Entre estas reformas, están la comercial y la laboral.
Finalmente, Sebastián Edwards, de UCLA, (2001), menciona que lo que al inicio era únicamente apoyado por un pequeño, pero muy influyente, grupo de economistas, es ahora una opción para muchos países. La dolarización pasó de ser una idea poco práctica, a convertirse en una opción de política económica. Sin embargo, considera que el empuje hacia la dolarización, junto con todos sus aparentes beneficios, es tan solo una “propaganda engañosa”. En sus conclusiones manifiesta que es muy poca y tan solo concentrada en naciones pequeñas, la evidencia que presentan los adeptos a este esquema.
Sin embargo, con respecto a este autor, es importante lo que él mismo menciona acerca de que en ciertos casos, cuando los gobiernos se ven limitados en su gasto, optan por querer abandonarla.
Ante todas estas diversas opiniones acerca de la dolarización, para tener una mejor perspectiva, hay que analizar muy profundamente los resultados en el Ecuador, trece años después de haberla implementado, lo cual se tratará en el siguiente capítulo.
LOS RESULTADOS DE LA DOLARIZACIÓN EN EL ECUADOR: TRECE AÑOS DESPUÉS
En el primer año de implementado el nuevo esquema, si bien se esperó estabilizar el proceso inflacionario, la alta tasa a finales del año 2000 se debió a varios factores generados por la caótica situación económico-financiera de los años 1998 y 1999. En otras palabras, el “efecto por el rezago de ajuste cambiario” tenía necesariamente que darse durante el 2000 e inclusive por un año más. Cabe recordar la acelerada depreciación del tipo de cambio (196% de 1998 a 1999), lo cual debía generar una fuerte inercia inflacionaria. Asimismo, cabe tomar en cuenta el ajuste en los precios relativos.
Según opinión del analista Pablo Lucio Paredes, “los precios subían presionados por la enorme devaluación que se dio desde enero de 1999; la subida del tipo de cambio acaba jalando hacia arriba a los demás precios, con o sin dolarización. Este efecto inflacionario se hubiera manifestado en cualquier esquema económico, porque el tipo de cambio no puede subir cerca del 300 por ciento mientras que los precios solo suben 60 por ciento como sucedió en el 99. Al final los precios se acaban ajustando unos a otros con o sin dolarización”.
Esta opinión tiene mucho sustento considerando que los precios relativos tenían que reacomodarse para situarse en un nivel de los que en economía se denomina “equilibrio temporal”. Se debe recordar el amplio rezago existente entre la devaluación y la inflación, lo que generaría ese ajuste en los precios relativos. La teoría económica asume que todo tiende a un equilibrio con el tiempo.
En estos trece años que han transcurrido desde que se adoptara la dolarización, la inflación se ha mantenido controlada. Toda vez que las expectativas han jugado un papel importante, habiéndose prácticamente eliminado la incertidumbre, se ha logrado mantener estables los indicadores macroeconómicos. Tal como se observa en el cuadro a continuación, se aprecia la estabilidad en los precios.
AÑO |
TASA |
2000 |
96 |
2001 |
22 |
2002 |
12.5 |
2003 |
7.9 |
2004 |
2 |
2005 |
2.1 |
2006 |
3.4 |
2007 |
2.3 |
2008 |
8.3 |
2009 |
4.3 |
2010 |
3.3 |
2011 |
5.41 |
2012 |
4.16 |
2013* |
3.93 |
Fuente: Banco Central del Ecuador
(*)Valor proyectado para el 2013
La inflación bajó del 96% en el 2000, a 4.16% en el 2012, pero se registró una significativa alza en el 2008, alcanzando un 8.3%. Esto, debido a presiones inflacionarias de orden interno y externo. En lo interno, desastres naturales, entre ellos inundaciones, afectaron a cinco provincias muy importantes por su producción agrícola. Esto incidió severamente en el precio de los productos, los mismos que tenían un peso significativo en la canasta básica. En lo internacional, se mencionan cuatro eventos. Primero, hubo un incremento en los precios de los llamados “commodities”, entre ellos la urea, químicos para herbicidas y fertilizantes, lo que encareció mucho más los productos agrícolas en el país. Segundo, se dio un aumento en la demanda internacional de bienes agroindustriales, como por ejemplo las compras de la China, lo que incentivó a que se exporten a ese destino muchos productos del país. Ante una escasez interna, los precios domésticos subieron. Tercero, el incremento en el precio del crudo generó asimismo un aumento en el transporte internacional, lo que incidió en el precio final de los artículos importados. Por último, como cuarta causa, el aumento mundial de los precios de productos tan importantes como la soya, maíz, trigo y el arroz, lo que condujo a que se especulara con los precios de estos.
Otro justificativo de esta alta tasa inflacionaria fue la depreciación que tuvo la divisa estadounidense con respecto a las monedas de los países vecinos y socios comerciales, lo que encareció severamente las importaciones desde esos países.
Para inicios del segundo semestre del 2009, las tendencias inflacionarias presentes en el sector agrícola se habían reducido considerablemente, producto de una serie de medidas implementadas por el gobierno. Entre ellas, la fijación de precios de varios productos agrícolas, de la eliminación de aranceles para otros, liberalización de aranceles para la importación de bienes de capital requeridos en el sector agrícola. También hay que mencionar la reducción focalizada de las tarifas eléctricas.
La situación tenía una tendencia hacia la reducción de la tasa de inflación y el año 2010 cerró con un nivel de 3.39%, y según varios analistas independientes era el resultado de un sistema de dolarización consolidado que permite una mayor estabilidad en la economía ecuatoriana. Entre otras opiniones, constaba la limitación que tenía el gobierno para no incurrir en emisiones inorgánicos como había acontecido en el pasado. En este aspecto, la dolarización constituye un blindaje contra las malas prácticas de las autoridades monetarias, en otras palabras, “una camisa de fuerza”. Con la dolarización, un gobierno responsable, si quiere mantener la economía estable, tiene que ceñirse a una estricta austeridad fiscal.
El año 2011, cerró en 5.41, tasa que superó las expectativas del gobierno, quien había proyectado una tasa de 4.7%. Cabe destacar, que durante el primer semestre de ese año, hubo un acentuado incremento en el precio de las materias primas en el mercado mundial. De esta manera se dio un encarecimiento en productos que el país importaba, entre ellos, harina, trigo, insumos agrícolas, derivados del petróleo, muchos productos requeridos en la industria nacional y en bienes de consumo.
El aumento del gasto público fue otro detonante para el repunte, al incentivar una mayor demanda de bienes y servicios, ocasionando así una inflación presionada por el lado de la demanda. A esto se añaden otros factores que contribuyeron a esa tasa inesperada, tales como la aprobación de una reforma tributaria y ante el impuesto de salida de divisas. Estos generaron un ajuste de precios en muchos productos importados así como en algunos de producción nacional.
Al cierre del 2012, el país registró una tasa de 4.16, mucho más baja que la proyectada por el Banco Central y muy por debajo de las registradas en países de la región como Argentina (25%) y Venezuela (18%), aún cuando en países como Perú y Colombia, la inflación fue del 2,65% y 2,44% respectivamente. Esta reducción pudo haberse logrado por un aumento de impuestos, que contribuyó a una contracción de la demanda y una oferta cuantiosa de productos en el mercado local.
Para el 2013, se proyecta una tasa de 3.93%, al cierre de septiembre, la inflación anualizada era de 1.75% y acumulada de 1.67%, lo que permitiría cerrar en niveles del 3%, tasa que podría considerarse compatible con la dolarización.