21 noviembre, 2024

¡La Pelea del Siglo! Combate Preliminar: “Yo vs Yo” Combate de Fondo: “Ella vs Él”

Ningún padre quiere que su hija se enamore de un vicioso; todos quieren un hombre virtuoso como yerno. Los vicios son malos, nos hacen mal y hacemos mal a los demás (alcoholismo, infidelidad, pereza…). Las virtudes, son buenas, nos hacen bien y hacemos bien a los demás (ser paciente, trabajador, servicial…). Los vicios generan tristeza; las virtudes, felicidad. Para uno y para los demás.

El campo de batalla de los dos grandes y eternos contendientes – el Bien y el Mal – eres tú. Ganará aquel a cuyo lado tú te inclines. Si te inclinas al lado del Mal, ganará el Mal. Si te inclinas al Bien, ganará el Bien. Afirmando a Dios en ti por tu bondad, ganas tú como persona. Negando a Dios en ti por tu maldad, perderás tú.

La “pelea del siglo” lo protagonizas tú contigo. Es tu combate. Eres uno y único. Tu combate no lo libró nadie jamás en el pasado; ni lo librará nadie jamás en lo futuro. Por esto, no sólo es el “combate del siglo”, sino el “combate de la historia”. En tu combate te lo juegas todo. Los asaltos, no son 15, como en el boxeo; sino incontables: en cada cosa que haces, puedes salir ganador o perdedor. Nadie cuenta los asaltos; excepto Dios. Los cuenta uno a uno: un saludo cariñoso a tu madre; una paciencia con tu hermano; un clic para no ver pornografía, un “no” a la droga o el trago.

Dice Paul Wadell, en la Primacía del Amor, que es realmente inquietante, captar cómo se puede malograr, una vida humana a causa de los vicios. No tanto por escoger deliberadamente un modo de vida desordenado, cuanto por adoptar comportamientos que parecen sin importancia, pero que a lo largo nos alejan completamente del lugar al que deberíamos llegar. Es realmente desconcertante – dice Wadell – admitir la posibilidad de que llegue el día en el que nos demos cuenta de que estamos muy lejos de la felicidad y, sin embargo, es posible, y no solo posible, sino bastante probable, si no demostramos una decisión firme y determinada de vivir virtuosamente.

La vida se ofrece como una promesa, como un potencial bello y noble que deseamos desarrollar hasta su plenitud, pero nada en absoluto nos garantiza su consecución. Mientras no optemos por vivir virtuosamente, fracasaremos en nuestro intento. No es ni difícil, ni poco frecuente que acabemos siendo otros distintos a quienes deberíamos ser, o que nos alejemos para toda la vida de nuestra promesa de plenitud. Por eso mismo necesitamos las virtudes.

El Semillero de la Vida te adiestra para vencer en el “combate del siglo”. Primero, tú contigo, el “combate preliminar” (Mensajeras de la Vida); luego, tú con tu chico, el “combate de fondo” (Escuela de Enamorados y Novios). Un chico y una chica suben al cuadrilátero del enamoramiento. Los dos se ayudan a lograr la victoria del Bien sobre el Mal. Él se siente feliz porque va consiguiendo que ella sea cada día mejor. Ella se siente feliz porque va consiguiendo que él sea cada día mejor. Los dos no “vacilan”. Hacen algo mucho más noble: se aman. En el cuadrilátero del enamoramiento, la pareja que “vacila”, se tambalea, cae y se arrastra.

Piensa en los hijos que Dios te dé. A ellos debes enseñarles la amistad, la castidad, la fidelidad, la fortaleza, la generosidad, la gratitud, la humildad, la justicia, la obediencia, la perseverancia, la prudencia, el respeto, la responsabilidad, el sacrificio, la sinceridad, la templanza, la valentía, la veracidad. Por ellos, sube al “cuadrilátero” del enamoramiento y pelea bien la pelea de las virtudes. Tus hijos se lo merecen. Piensa en ellos: no quieren tener unos padres “vacilantes” y viciosos, sino seguros y virtuosos. Ellos serán lo que tú seas; ¿Cómo enseñarles sin saber? ¿Cómo saber sin vivir? Si eres vicioso/a, ¿cómo puedes soñar en tener hijos virtuosos? En definitiva, ellos son los grandes ganadores de la “pelea del siglo”, del “combate preliminar” y del “combate de fondo”.

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