21 noviembre, 2024

Microcuentos II

Érase una vez una mañana nublada
Por donde irrumpió un agujero del cielo
Dejando entrar la luz preciada

Érase una vez un mar infinito
Que habitaba en unos ojos serenos
Buscaba una playa azul
Donde reposar sus sueños

Érase una vez una soledad compartida
Entre la palabra que habla
Y el silencio que escucha
Y en las pausas… la naturaleza vacía

Érase una vez la historia que nunca empezaba
Pero que siempre terminaba
Y después, puntos suspensivos…

Érase una vez una palabra maltratada
Por la insistencia de una boca callada
Y una voluntad envejecida

Érase una vez la primavera naciente
De una alegría recuperada
Por la mano de unos árboles verdes
Y unos ojos bien abiertos

Érase una vez un gélido frío
Que helaba el cuerpo
Y un abrasador calor
Que forjaba el espíritu

Érase una vez un ardiente deseo
Que anhelaba ser promesa
Y por embrollos del destino
Ahora sólo anhela ser olvido

Érase una vez la inevitable consecuencia
De una mañana silenciosa
Y una página en blanco.

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Centrados en el amor

El padre Timothy Radcliffe OP, fue superior mundial de los padres dominicos, 1992-2001. Hoy es un gran escritor y conferencista muy preocupado de la espiritualidad del creyente en el siglo XXI. “Estaba en su cuarto escribiendo, cuando de repente entra uno de sus hermanos jóvenes y le pregunta: “Timothy, ¿Sobre qué estás escribiendo hoy?”, Le respondió: “sobre el amor”. “AUN NO DEJAS DE INSISTIR EN TEMA TAN RANCIO”. Fue la réplica de su hermano. (T. Radcliffe, OP. “Ser cristianos en el siglo XXI”, 2012, p. 84).

No sé, si es correcta la traducción del inglés al español que usa la editorial de Sal Terrae de la versión inglesa original del 2010. Lo cierto es que acudí al DRAE y me encontré que rancio significa: “Se dice del vino y de los comestibles grasientos que con el tiempo adquieren sabor y olor más fuertes, mejorándose o echándose a perder”. Una comparación extraña, pero con mucho sentido práctico, la gente que ama, sabe mejorar su vida y la de los demás, o la echa a perder y vienen los líos que no se quedan en el laberinto de las emociones sino que invaden el cuerpo, la sique, la existencia toda, como una vida centrada en uno mismo, egocentrismo, no me aman como yo creo que los amo o en una vida descentrada de uno mismo para centrarse en el otro, el prójimo, el ideal, el sentido, el valor y es una vida feliz porque sabe amar y puede proclamar que el amor es real cuando se llega a decir es maravilloso que tú existas. Cuando se pasa el muro de la yoidad, se llega al nivel de lo humano. De este modo podremos amar bien a quienes deseamos sexualmente o amistosamente, el amor es ante todo apertura al otro como es, no como yo quiero que sea. Amar significa ver al otro en su verdad.

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