Érase una vez una mañana nublada
Por donde irrumpió un agujero del cielo
Dejando entrar la luz preciada
Érase una vez un mar infinito
Que habitaba en unos ojos serenos
Buscaba una playa azul
Donde reposar sus sueños
Érase una vez una soledad compartida
Entre la palabra que habla
Y el silencio que escucha
Y en las pausas… la naturaleza vacía
Érase una vez la historia que nunca empezaba
Pero que siempre terminaba
Y después, puntos suspensivos…
Érase una vez una palabra maltratada
Por la insistencia de una boca callada
Y una voluntad envejecida
Érase una vez la primavera naciente
De una alegría recuperada
Por la mano de unos árboles verdes
Y unos ojos bien abiertos
Érase una vez un gélido frío
Que helaba el cuerpo
Y un abrasador calor
Que forjaba el espíritu
Érase una vez un ardiente deseo
Que anhelaba ser promesa
Y por embrollos del destino
Ahora sólo anhela ser olvido
Érase una vez la inevitable consecuencia
De una mañana silenciosa
Y una página en blanco.