Ha sido toda una aventura acompañarte en este recorrido literario, mi querido Harry; más que literario, vívido, sangrante, purificador. Gracias porque has bautizado mi condición humana con tu lobo estepario. Qué consolador descubrir mi historia en tu historia, saber que no estoy sola, que el mundo está lleno de lobos esteparios anónimos. Saber también que hay esperanzas para las bestias como nosotros, que para todos existe una Armanda que nos devuelva a la vida, una María que avive nuestros sentidos y un Pablo que nos invite al teatro mágico. ¡El teatro mágico! No para cualquiera. Sólo para locos. La entrada cuesta la razón. ¿Quién podrá guiarme hasta esa tierra fantasiosa? ¿A quién debo confiar mis cadenas? ¿Quién podrá liberarme? Soy Armanda y busco a mi lobo estepario. Soy Tarzán y te espero, Juan Manuel Carpio.
Comprendo bien esa sensación tan tuya y tan mía de volver a nacer al roce del calor humano. Sentirse despertar después de un largo sueño, un sueño cansado y triste. ¡Ay! Al menos tu Armanda se tomó en serio su misión de salvarte. Yo no tengo quien me salve, pero exijo ser salvada. Una que otra vez me sorprenden unas pequeñas llamas flameantes que prometen fuego pero pronto las apaga el viento. No hay nada más triste que eso. Sembrar hermosas flores en tierra mala, recibir rosas efímeras… ¿habrá una mayor desgracia?
Y como tú, Harry, hermano mío, me cansé ya de este abrasador dolor, de estas penas cansadas, de esta soledad condenada. No quiero vivir más como muerta en vida. Quiero reír a carcajadas con los inmortales, con Goethe, con Mozart y conmigo misma. Quiero besar a María y enamorarme de Armanda. Quiero aprender a oler las flores de la vida y deleitarme en las pequeñeces terrenales. Pues una vez que conoces la cura, no debes elegir la enfermedad. Pero, ¿cuál es mi enfermedad? Más aún, ¿cuál es mi cura?
Sólo pretendo estar en el mundo de una manera diferente donde mis diez personalidades, mis cientos de almas caminen juntas y, al verse reflejadas en un espejo, no se asusten, sino que se besen y se abracen en armonía. Que pueda yo apreciar el arte de la esquizofrenia y reconocerme como artista, pues no soy una, soy todas.
Gracias, una y mil veces gracias por el coraje de tus palabras, por la sensibilidad de tu pluma y la espiritualidad de tu alma.
No me dejes.
Yo y todos mis yo
No es tan difícil.
Solo dile a uno de tus yo, el más dominante (que es seguro que existe) que tome el control.
No debes buscar más afuera, dado que la solución siempre ha estado dentro de ti.
El problema Patricio es que el «yo dominante» no siempre es el más saludable. Al menos en mi caso. Pero concuerdo contigo en que la solución siempre es una respuesta interior. Saludos.